Giovanna Priale

Gracias para toda la vida

La importancia de ser inconformes y resilientes

Gracias para toda la vida
Giovanna Priale
11 de junio del 2020


El fin de semana termine de leer el libro Originales: ¿Cómo los inconformes mueven el mundo?, de Adam Grant, y recordé las experiencias más aleccionadoras que tuve en mi primer trabajo en el sector público, con el jefe de la institución que se formó por primera vez en Perú, para supervisar al Sistema Privado de Pensiones. Yo acababa de terminar la universidad y entré por concurso público a la entonces Superintendencia de AFP. Ahí conocí al superintendente, el señor Augusto Mouchard, a quien le doy gracias para toda la vida, por lo que me enseñó.

En la primera oportunidad que tuve de conversar con él me preguntó: “¿Por qué crees que estoy reclutando gente que no ha trabajado antes o que no viene del sector público?”. En ese momento no entendí sus palabras con la claridad que hoy gravitan en mi cabeza. “No quiero personas que estén contaminadas”, me dijo. Luego, comprendí que algunas personas, no todas obviamente, al estar tantos años en el mismo trabajo se suelen acostumbrar a lo que Grant señala como el “pensamiento de grupo”: se agota la creatividad y el “sesgo de confirmación” hace que todos opten por lo que lo hace la mayoría.

Pasó poco más de un año y postulé a una beca para hacer mi maestría. La institución donde yo trabajaba había creado un sistema de becas que te cubría los gastos y te daba licencia con y sin goce de haber,  pero el elegido era un amigo muy querido. Entonces le pregunté al señor Mouchard si me podrían otorgar una licencia sin goce, o si podía postular el próximo año. Él era muy respetuoso de la estructura orgánica, y esa decisión la tomaba un comité en el que él no participaba. Me dijo directamente que no podía darme la beca sin goce, y que él sabía que la beca del próximo año no sería para mí.

Renuncié entonces y me fui a estudiar. En esa franca conversación, el señor Mouchard me enseñó, cómo diría Grant, a medir mi propio riesgo: apostar que con una maestría en la espalda podría optar por un ascenso laboral en algún otro empleo, sabiendo que no tendría en ese momento el apoyo del lugar en el que trabajaba. Ahorré lo suficiente para sobrevivir dos años; y aunque fue difícil, gracias a mi familia, se logró. Pero sin esa dosis de realismo en la conversación con el señor Mouchard probablemente yo no hubiera estado dispuesta a tomar el riesgo y lo hubiese postergado, sin saber qué habría pasado después.

Al terminar mi maestría trabajé en Chile y luego ingresé al Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE). Un día conversé con el señor Mouchard y justo había una vacante como analista senior. Regresé a mi primer trabajo en el sector público y a las pocas semanas se abrió la plaza para ser secretaria general. Mi jefe apostó por mí sobre otros candidatos tan buenos o mejores que yo. 

Acepté con muchísimo entusiasmo. Pero casi en simultáneo mi papá enfermó gravemente y yo dormía en el hospital e iba a trabajar diariamente, hasta que una mañana me sentí cansada y quise tomar vacaciones. Una vez más, el señor Mouchard me escuchò y con serenidad me dijo que yo tenía que aprender a manejar este tipo de situaciones en mi vida, porque la organización necesitaba lo mejor de cada uno. En el acto, entendí que debía llevar el control de mi vida y de mis emociones. Con esta conversación, me enseñó la importancia de la resiliencia, y ello cambió mi vida para siempre.

Muchas gracias, señor Mouchard, porque su franqueza, empatía y rectitud me ayudan a reinventarme cada día, a no conformarme y a seguir luchando desde donde me toque, con respeto y humildad para tratar de seguir cambiando el mundo. Usted se dio el tiempo de enseñarme a ser un inconforme que busca dejar un granito de arena como dice Alan Grant en su libro.

Ojalá muchos de los que me leen tengan la oportunidad de contar con un jefe así, transparente, directo y que te motiva todo el tiempo a ser mejor. Y ojalá nosotros, como jefes, nos demos el tiempo de tocar el alma de nuestros colaboradores con esa franqueza y claridad, propia de un gran y humilde ser humano.

¡Muchas gracias para toda la vida, señor Mouchard! Se lo agradece una inconforme, que no pierde las ganas de seguir luchando por un Perú mucho más igualitario.

Giovanna Priale
11 de junio del 2020

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