Juan C. Valdivia Cano

Gobetti y Mariátegui

¿Qué admiraba el socialista Mariátegui en el filósofo liberal Gobetti?

Gobetti y Mariátegui
Juan C. Valdivia Cano
12 de octubre del 2022


A Hugo y Claire, con afectuosa admiración

En uno de sus tres artículos sobre Piero Gobetti (que hablan desde ya de su alto interés en él) Mariátegui sostiene que «La unidad italiana, como expresión de un ideal victorioso de modernidad y reforma, se presentaba a la percepción apasionada y señera de Gobetti incompleta y convencional. Las corruptelas de la Italia meridional, agrícola y pequeño burguesa, provincial y pobre, palabrera y gaudente, pesaban demasiado en la política y la administración de un Estado creado por el tesón de las élites norteñas. El Estado demo liberal era en Italia el fruto de una transacción entre la mentalidad realista y europea de las regiones industriales del Norte y los gustos cortesanos y demagógicos de las regiones campesinas del Sur, afligidas aún por los problemas de la sequía y la malaria».

 ¿No tiene un aire familiar? ¿No tenemos todavía varias y graves malarias y sequías en el Perú del 2022? Mariátegui no ve mal el capitalismo, como se puede deducir de su comentario en el párrafo anterior. Ni ve mal la democracia y la modernidad: pero para él eso no significa «parlamento burgués» que sí critica. Lo que en verdad critica es que no sean suficientemente modernas; que sean falsas, formales, demagógicas.

 Por eso creo que podemos preguntarnos: ¿a quién se refiere Mariátegui cuando habla del «tesón de las élites norteñas»? Quiere decir, industrializadas, capitalistas y burguesas. Y «mentalidad realista y europea»? Lo mismo. El sentido no es peyorativo, como se ve claramente. Y no se refiere al proletariado italiano, ciertamente, sino a la burguesía italiana del norte moderno. José Carlos no habría hecho el elogio del empresario Sutter, arquetipo del capitalista (suizo), si no reconociera su potencia y su mérito, un tipo muy representativo respecto del capitalismo emergente, pionero y pujante… hasta la primera guerra tal vez. 

¿Qué admiraba el socialista Mariátegui en el moderno filósofo y dirigente liberal italiano Piero Gobetti? Una pista puede ser la siguiente: Gobetti colaboraba –sin incompatibilidad– con el Ordine Nuovo dirigida por el lúcido y valeroso Gramsci, líder fundador del socialismo italiano, (Mariátegui es su mellizo histórico contemporáneo). Pero a la vez Gobetti dirige una empresa editorial que, según Mariátegui, «es una de las más interesantes de la Italia moderna». Se refería a la publicación de los Cuadernos de la Revolución Liberal. 

 Y eso es todo una confesión tácita de compatibilidad ideológico política y de armonía ética. ¿Un liberal socialista? ¿Un socialista liberal? Avant la lettre. Lo cual sólo es posible en una mente heterodoxa, un corazón plural y abierto y un espíritu revolucionario, como el de Mariátegui y Gobetti. Democracia exige. Mariátegui dedica a Piero Gobetti tres artículos (cosa que no ocurre ni con don Miguel de Unamuno, a quien veneraba y a quien dedicó dos espléndidos ensayos en Signos y Obras). Cuando comenta sus obras, Mariátegui no oculta tampoco su afección por Gobetti : «…una originalidad de pensamiento, una fuerza de expresión, una riqueza de ideas que están muy lejos de alcanzar en libros prolijamente concluidos y retocados, los escritores de la misma generación a quienes la política gratifica con una fácil reputación internacional…». 

El encuentro entre estos altos personajes se da en el plano político, cultural y ético: la salud colectiva, y la fuerza para vivir un mito con pasión, hasta las últimas consecuencias. Eso eran Mariátegui y Gobetti. Es difícil saber dónde está la diferencia entre ellos. ¿Cuál sería esa diferencia entre un auténtico liberal –que no olvidó nunca que la libertad sin solidaridad no es equitativa– y un marxista que ha sido uno de los más libres, creativos y democráticos de su siglo? Ninguna relevante. Y en realidad ¿qué habría podido diferenciar durante tantas décadas a liberales y socialistas en nuestra vida política, si estos últimos no confundieran socialismo con estatismo intervencionista?

 Y cuando digo democrático, a propósito de Mariátegui, me remito también al espléndido pluralismo y modernidad de Amauta, por ejemplo. El pluralismo, ligado a la tolerancia, no es un valor marxista-leninista sino democrático liberal. Sin embargo, una vez alcanzado el poder muchos burgueses se fueron olvidando de la solidaridad, –por lo menos en el discurso marxista– como los marxistas leninistas se olvidaron del individuo y de la libertad. Eso no demuestra que socialismo y liberalismo sean necesariamente incompatibles, dependiendo del papel que se asigne al estado , entre otras cosas. 

 Pero para que haya compatibilidad los seguidores respectivos deben mostrar, ante todo, una conducta democrática que no sea sólo de palabra, de ceremonia, de forma y conveniencia como hasta hoy, sino de trayectoria y prontuario democrático y republicano efectivo. Y este es justo el problema: personal, ideológico, ético sicológico. Problema de «material humano». No somos muy democráticos ni muy republicanos, por decirlo diplomáticamente. Problema de educación. 

Lo que hace antagónicos a socialistas y liberales durante décadas de polarización en América Latina es el carácter autoritario, centralizador y monista del marxismo-leninismo (franco o embozado y vergonzante) que en realidad no cree en la democracia –por burguesa y capitalista– aunque sus seguidores la pueden utilizar y la utilizan mejor que los verdaderos demócratas, a ejemplo de Fujimori, García, Chávez, Ortega, Correa, Morales, etcétera. Aunque es bueno recordar que en nuestro país nunca hubo capitalismo ni burguesía moderna, y ahora menos que nunca, que gobierna una suerte de neo oligarquía chotana. Y los liberales son como los democristianos de otrora: felinos inteligentes, pero algo exiguos. 

Mariátegui no era ni leninista (de ahí su discrepancia con la III Internacional de Lenin), ni burgués, en su concepto de la vida, entre social, místico y heroico. Había y hay un cierto maniqueísmo que polarizaba la discusión entre los que defendían al individuo y los que defendían a la sociedad. Lo cual es absurdo porque la sociedad está conformada por individuos y no hay necesaria incompatibilidad porque «sociedad» es una abstracción; los que existen concretamente son los individuos de carne, hueso y sangre. Los defensores de la sociedad, del colectivismo abstracto (con) fundieron socialización con estatismo: Cuba y Venezuela son la consecuencia supérstite más evidente, pero no única. 

El estado es el problema, no la solución. El estado es algo que hay que controlar para que no acabe por desaparecer la libertad de las personas. El Estado demo liberal (que lamentablemente es más informal que formal en nuestro caso) no se opone, teóricamente, a la defensa de la persona ni a los intereses de la colectividad, porque se trata de todos los seres humanos concretos. Se pueden «condensar» en un concepto abstracto (por eliminación mental de elementos): «sociedad» o «colectivo» son abstracciones útiles, por lo cual no tienen sustancia propia. Se encarnan en seres humanos, o solo existen como cáscaras vacías de contenido . 

No se justifican o explican los desencuentros entre liberales y socialistas si éstos creen en la democracia, la libertad, la igualdad ante la ley, la propiedad, la solidaridad. Y aunque no solo de economía de mercado y propiedad privada vivan los peruanos, éstas son condiciones indispensables si se quiere modernidad real y no modernidad bamba en el Perú y otros países. No se han internalizado esos valores, si se han hecho uno con nosotros: libertad, dignidad, igualdad de derechos, etc. 

 El liberalismo es social porque se ocupa de todos los individuos concretos, de todos los ciudadanos de carne, hueso y sangre. Y Mariátegui y Gobetti lo saben ya en los años veinte. Por eso son plenamente vigentes, aunque poco leídos y reconocidos, lamentablemente. Socialismo y liberalismo son las más importantes expresiones del pensamiento político moderno, como recordaba Octavio Paz. El socialismo de Mariátegui no niega los ideales modernos ni la modernidad capitalista. Y lo vemos claramente en su relación con el filósofo, economista y dirigente liberal Piero Gobetti. 

Mariátegui sabe bien qué tipo de país es el suyo (con más de una analogía con el de Gobetti en su época) y no intenta aplicar mecánicamente el marxismo, como si se tratara de la Europa nórdica industrializada y protestante. Lo toma como un método que debe tener en cuenta en primer lugar la realidad concreta, sin ideologías. Y la realidad concreta es que, en contraste con el mundo europeo, en Europa sintió «todo lo caótico y primitivo» que era su pueblo. Y «caótico y primitivo» no son precisamente compatibles con el modelo de modernidad. Seguimos siendo, en pleno siglo XXI, un pueblo «caótico y primitivo». Problema de educación. 

La época de Mariátegui era la época del psicoanálisis, de la teoría de la relatividad, de la vanguardia artística europea, el dadaísmo, la literatura de Kafka, Joyce y Proust, el espíritu surrealista (que tanto influyó también en Vallejo), del existencialismo de Unamuno, de los gérmenes de la fenomenología, el expresionismo alemán, etcétera. Y todo esto no pudo dejar de afectar el espíritu abierto, genialmente perceptivo y receptivo de Mariátegui. Problema de educación.

Esos elementos culturales conforman su concepción del mundo, rica, profunda y sinfónica, a pesar de su edad. El espíritu de Mariátegui, como el de Gobetti, da cabida a los diversos aportes de la creación humana, siempre compatibles con la cultura liberal y socialista no autoritaria. Esto los hermanaba profundamente. Pero Gobetti muere desterrado en París a los 29 años, dejando una obra política y una obra escrita portentosa (hoy en la biblioteca del Instituto Gobetti en Turín). 

Como Mariátegui, que murió a los 35. Gobetti es una especie de mellizo histórico liberal de Mariátegui, como Gramsci lo es dentro del marxismo: un mismo estilo se deriva de una cosmovisión semejante y de una actitud vital idéntica. Su universal y generoso espíritu les permite detectar sin dificultad las mejores primicias de la vida política, social y cultural de su tiempo. Ahora, en nuestros días, creo que se puede entender mejor la originalidad y la grandeza espiritual de estos líderes injustamente desconocidos o mal conocidos.

Pero Mariátegui es el único que armoniza marxismo y sentimiento religioso de la vida —que no se plegó al ateísmo marxista racionalista, ni a Iglesia instituida alguna. Esto da una síntesis muy original y sugestiva. Esa que impregna toda su obra, suicidamente olvidada por los jóvenes de hoy. Suele ocurrir en el Perú con muchos peruanos que fueron capaces de dar un ejemplo. Ese sentimiento es vivido como agonía, en su sentido etimológico: como vida en lucha constante, como vida plenamente vivida. Como la vivieron José Carlos Mariátegui y Piero Gobetti hasta su último día.

Juan C. Valdivia Cano
12 de octubre del 2022

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