Neptalí Carpio

Fragmentación, polarización y votación cruzada

Las tendencias entre los electores peruanos

Fragmentación, polarización y votación cruzada
Neptalí Carpio
04 de febrero del 2021


Las encuestas publicadas durante los últimos 15 días tienen marcadas diferencias, pero revelan tres tendencias en común: el nuevo congreso que elegiremos el próximo 11 de abril seguirá mostrando una alta fragmentación de las bancadas parlamentarias, un promedio de 30% de peruanos no han decidido por quién votarán y existe una tendencia a la polarización entre opciones de derecha e izquierda, mostrando una erosión de las fuerzas del centro político. La interrogante que deberá resolverse en las próximas semanas es si esta tendencia a la polarización termina por disminuir la dispersión, concentrando las preferencias en cuatro o cinco candidatos. 

En escenarios disímiles –pero que tienen como factor común el descontento del electorado, por los efectos dramáticos de la pandemia– las elecciones en Bolivia, EE.UU., Portugal y Ecuador ya han mostrado esta tendencia a la polarización, reiterando la derrota de las fuerzas más conservadoras. La razón del viraje a fuerzas de centro izquierda o simplemente de izquierda es que la pandemia ha demostrado la precariedad de los servicios de salud, la desigualdad social, creando las condiciones para el asidero de un mensaje populista y contra los sectores más ricos de la sociedad. Sin embargo, un dato que no debemos subestimar es que en estas cuatro elecciones existe una tendencia a la consolidación de fuerzas de derecha conservadora, aun cuando no hayan alcanzado la mayoría electoral. 

Ya antes de la actual pandemia, el politólogo argentino Javier Martínez Mendoza, en la revista Foreing Affairs, anotó que sería ingenuo asumir que la llegada de la extrema derecha es un fenómeno pasajero, así como confiar que solo porque los actuales partidos que tienen el poder –o han irrumpido en sus respectivos países– no han empezado a avanzar una agenda antiderechos, no lo harían una vez consolidado su poder político. La extrema derecha va a estar presente mientras las alternativas liberales no atiendan oportunamente los problemas que alimentaron el surgimiento y la popularidad de estas formaciones. La corriente de extrema derecha apela a la política de identidad, que idealiza una versión tradicional y conservadora de nación y, al mismo tiempo, fomenta la división social. Beneficiándose de narrativas disruptivas, maniqueas y polarizadoras, canalizan el descontento y la frustración de los sectores sociales azotados por los efectos secundarios de la globalización económica para convertirlos en votos, tanto de castigo como ideologizados. Y es que así como la actual pandemia crea las condiciones para el avance de un discurso de izquierda, también las crea, en otros sectores sociales, para un discurso de derecha.

Hace algunos días, caminando en una noche por las inmediaciones de la Plaza San Martín, me tope con una significativa movilización contra la decisión del presidente Sagasti de una nueva cuarentena. Para mi sorpresa, en esa marcha caminaban ciudadanos de extrema derecha, de extrema izquierda, anarquistas o simplemente ciudadanos descontentos contra las medidas sanitarias, como si anunciaran una probable polarización y la disputa del imaginario popular. Sus consignas eran diametralmente opuestas, pero iban juntos en una extraña coalición temporal. 

Por esta razón, si bien las actuales tendencias demuestran que en el nuevo parlamento se repetirá nuevamente una fragmentación con ocho o nueve partidos con representación congresal, no hay que descartar la posibilidad que en las últimas semanas exista una corrida de las preferencias hacia cuatro o cinco candidaturas a la presidencia, polarización que no necesariamente será también para el Congreso. Llama la atención que casi en todas las encuestas alrededor del 70% de la población no tenga definido su voto hacia el Congreso, en gran medida por el alto desconocimiento de los símbolos partidarios. 

Por un lado, el voto por la izquierda se estaría concentrando en dos opciones radicales que plantean un cambio de la Constitución: Verónika Mendoza y Jonhy Lescano. La candidata de Juntos por el Perú estaría terminando por representar a casi toda la izquierda, mientras que Jonhy Lescano tiene la virtud de haberse sacudido de la pésima imagen que representa el golpismo de la bancada acciopopulista, liderada por Manuel Merino en el Congreso, volviendo a representar la imagen positiva que tiene el símbolo de la lampa en vastos sectores populares.

Por otro lado, el voto por la derecha se estaría concentrando en Keiko Fujimori y Hernando de Soto, en vista de que una candidatura como la de López Aliaga aparece como una opción extremadamente conservadora. Es probable que en las próximas semanas la candidatura de Avanza País termine por ser la opción más razonable y viable en los sectores de derecha, incluso con posibilidades de atraer a importantes sectores del centro político del país, capitalizando, además, el desgaste de candidaturas como las de Daniel Urresti. 

Hay pues un 30% de la población que no ha decidido su voto. Un alto porcentaje que al final será determinante en el resultado de la primera vuelta. Aunque no hay que descartar que este proceso de polarización se interrumpa y, otra vez, ese porcentaje de indecisos, o que no tienen opinión por ahora, terminen optando por alternativas de centro como Forsyth o Julio Guzmán, espantados por los peligros de llegada de la izquierda al gobierno –que anuncia un cambio radical de la Constitución y del modelo económico–; pero también inconformes con el otro polo de derecha, cuyos candidatos no quieren casi ningún cambio constitucional o han abandonado un discurso reformista liberal de perfeccionamiento del modelo económico.

Finalmente, tampoco hay que descartar una hipotética situación con alta tendencia al voto cruzado, mucho mayor que en los últimos procesos electorales. Es decir, que amplios sectores podrían optar por un partido para candidato presidencial y otro partido para el Congreso de la República, situación que ya ocurrió significativamente en las elecciones del 2016. En esta oportunidad, el factor Martín Vizcarra podría modificar radicalmente la diferencia entre las preferencias por la presidencia de la república y las del Congreso. Eso explica, en gran medida, la intensa campaña, de tirios y troyanos, contra la candidatura del último presidente vacado, pero que abandonó Palacio de Gobierno en condiciones de alta popularidad. 

Por ahora, el Partido Morado aparece muy debilitado como opción presidencial, pero ocupa, en varias encuestas, el primer lugar en las preferencias para el Congreso. Y es que una posibilidad, a tenor de los pésimos antecedentes de las últimas representaciones congresales, es que ahora el elector haga un mayor esfuerzo para definir quienes serán los próximos parlamentarios. En esta oportunidad el electorado sería más consciente para evitar que la nueva representación parlamentaria se convierta en un factor de ingobernabilidad, de obstrucción y de refugio de sentenciados y procesados por la justicia; o de quienes quieren llegar al parlamento solo por intereses particulares. Nunca como en estos últimos años, el pésimo comportamiento de la mayoría de parlamentarios ha tenido que ver con nuestra vida cotidiana.

Neptalí Carpio
04 de febrero del 2021

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