Horacio Gago

FORMALIZACIÓN: SE PERDIÓ LA GRAN OPORTUNIDAD

FORMALIZACIÓN: SE PERDIÓ LA GRAN OPORTUNIDAD
Horacio Gago
12 de enero del 2017

El Ejecutivo no entiende la lógica ni la dinámica de la informalidad

Cuando el Congreso delegó facultades al gobierno de PPK para legislar sobre formalización, algunos ingenuos creímos que el Ejecutivo haría prioritaria la solución del océano de informalidad predial y actividad comercial de millones de empresarios peruanos de a pie. Nada más lejos de lo ocurrido.

Esta era la gran oportunidad de revertir el craso error de los cuatro gobiernos anteriores (Paniagua, Toledo, García y Humala) de desestructurar, abandonar y envilecer la mejor institución formalizadora que produjo América Latina en los últimos cuarenta años: COFOPRI. Dejar pasar esta ocasión va a suponer la muerte por inanición del único sistema capaz de integrar la economía y la riqueza producida por los informales; sistema que para producir resultados requiere de recursos técnicos, recursos económicos y capacidades centrales.

Ha sido una lástima verificar la carencia absoluta en el gobierno de técnicos expertos en informalidad. Creer que destrabar licencias es formalizar, como lo expuso el titular de la PCM Fernando Zavala, es no entender la lógica de la informalidad, su racionalidad, su dinámica y su problemática. Ilusionarse con una ola de municipios que aligerarán las certificaciones de conformidad de obra para que los informales tengan sus casas en regla, es de lo más iluso. Ni las municipalidades “destrabarán” esas certificaciones ni el registro público “destrabará” las inscripciones de las edificaciones informales. Las primeras viven de las multas a los informales y el segundo requiere a su vez una profunda reforma para colocar en su sitio a los registradores, para recordarles su papel de funcionarios públicos y no de jueces de títulos, y establecerles metas de inscripción y no de generación de jurisprudencia registral.

La formalización de la propiedad solo la puede hacer una entidad formalizadora que ejerza dominio sobre el catastro y el espacio invadido (suelo o aires), y que rija en la materia sobre las municipalidades. La formalización es compatible con la descentralización porque el título obedece a una estructuración jurídica de carácter nacional. El Perú es un Estado unitario y descentralizado. El derecho civil nacional es eso, de la nación, no hay derechos civiles regionales ni municipales. La propiedad es la quintaesencia del derecho civil, y en esa medida su vigencia es nacional. Por tal razón COFOPRI o la entidad formalizadora deben tener vigor nacional. En estados federales (o estados como en EE.UU. o Brasil) el derecho civil puede ser regional y la titulación también. Pero en el Perú no. Aquí el derecho es unitario y de nivel nacional. Lo anterior exige que la entidad formalizadora dicte lo que las municipalidades deben hacer en materia de formalización y titulación. Es simple.

Inspirada en las ideas de Hernando de Soto y organizada por importantes profesionales de su entorno, COFOPRI tuvo un arranque fabuloso en tiempos en los que el grueso de la informalidad del suelo estaba dado por invasiones a terrenos eriazos (mediados de la década de 1990). Hoy el “océano azul” de la informalidad son las edificaciones irregulares. En poco tiempo se produjo dos millones de títulos.

Ocurrida la crisis política del fujimontesinismo y el retorno de antiguo régimen partidocrático, se puso al frente de la entidad a profesionales ajenos al tema e ignorantes en materia formalizadora. La restauración borbónica del toledismo se llevó por delante lo mejor de COFOPRI. Para comenzar, se le retiraron las capacidades de formalizar en suelo estatal y en suelo no estatal, y se le redujo a entidad asesora de los gobiernos locales. Los gobiernos posteriores desmantelaron la institución y, en varias ocasiones, la pusieron al servicio de las mafias del tráfico de tierras.

El gobierno revela su íntima naturaleza neoliberal, según la cual el Estado debe ser ínfimo y limitarse a resguardar la absoluta libertad del mercado. Lo que en la práctica significa la libertad de unos pocos, dejando afuera a la inmensa marea humana de la informalidad.

Por Horacio Gago Prialé

Doctor en Derecho y profesor PUCP
Horacio Gago
12 de enero del 2017

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