Manuel Gago

Fiscales selectivos

Protegen a quienes organizaron la corruptela

Fiscales selectivos
Manuel Gago
24 de febrero del 2019

 

Las declaraciones de uno de los “delatores premiados” del caso Odebrecht —sobre los US$ 45 millones pagados para obtener la adjudicación de los tramos II y III de la Carretera Interoceánica Sur— aplastaron otra delación que sobre Alan García existe, que el contrato para una conferencia fue “ficticio”. El colaborador eficaz también señaló que las empresas Graña y Montero, Iccgsa y JJ Camet, consorciadas de Odebrecht en la obra del sur, tenían pleno conocimiento sobre los sobornos que se realizaban.

“Fueron por lana y volvieron trasquilados”, dice el antiguo dicho. Los fiscales Rafael Vela y Domingo Pérez no obtuvieron la prueba que necesitaban para encarcelar a García. A regañadientes, el conglomerado de medios tuvo que aceptar el dicho que confirma lo que ya se conocía sobre las constructoras consorciadas. Sin embargo, sus titulares apuntaron contra Lourdes Flores a quien, según un delator, le dieron US$ 200,000 para la campaña por la alcaldía de Lima en 2010. Señalaron, además, a Juan Carlos Eguren y Hildebrando Tapia, también del Partido Popular Cristiano (PPC), como receptadores de esos aportes de campaña.

No obstante el conocimiento de quiénes son los principales sobornadores del país, a los fiscales no se les ocurre ir tras ellos sino tras Gonzalo Monteverde, acusado de presuntos delitos de lavado de activos y asociación ilícita para delinquir, y parte del denominado Club de la Construcción. Es decir, los fiscales siguen actuando de manera selectiva, protegiendo a quienes organizaron toda la corruptela nacional.

La semana pasada una encuesta publicada por Ipsos indicaba una “tendencia” de caída en la popularidad del presidente Martín Vizcarra. Eso sería el sinceramiento de la popularidad del mandatario. Las encuestadoras y los medios tradicionales no pueden seguir abogando por una ficción que comienza a desvanecerse. La “popularidad” de Vizcarra fue construida en torno al referéndum, al encarcelamiento de Keiko Fujimori, la presión contra Pedro Chávarry y el intento de apresar a García.

Pero La supuesta lucha anticorrupción personalizada por el presidente Vizcarra agota a la población. Y si la popularidad del mandatario se debilita, afecta a la estrategia organizada por ese genio maligno que pretende seguir moviendo los hilos conductores de la política peruana. Afecta las alianzas formadas para ese fin. Y afecta a ciertos actores de la estrategia, que se convertirán en piezas de recambio, inservibles para seguir protegiendo los intereses pactados.

La popularidad de Vizcarra no cae solo por el pobre resultado de “su lucha” por la recuperación de la honestidad en el Perú. Vizcarra se debilita por sí solo, por la evidente falta de gobernabilidad, por no decidir el rumbo al que la población aspira para el Perú. El juego político no es todo. El encarcelamiento injusto de los adversarios políticos genera reacciones contrarias y destructivas.

Y así como la popularidad de Vizcarra se transparenta, así también la reconstrucción del norte: se confirma una vez más que la reconstrucción es un fiasco. Días atrás, el río Tumbes se volvió a desbordar, demostrando que no hubo intervenciones para evitar que los desastres provocados por El Niño costero 2017 se repitan. Dos años y no se hizo nada. Según los agricultores, no hay obras mayores en proceso porque todo está en “estudio”.

Y, para completar el panorama, el país quedó helado con el comunicado de la Federación Internacional de Fútbol Amateur (FIFA), señalando que Perú ya no será sede de la Copa Mundial de Fútbol Sub 17 por “asuntos relacionados con la organización y la infraestructura del certamen”. De vergüenza. Perú no cumplió su compromiso. Y los dirigentes de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) se justifican alegando “grandes esfuerzos de la Federación y del Gobierno”. Otra clara demostración de que en el país no se hacen las cosas con la debida diligencia. Incapacidad que afecta a la imagen del Perú.

Triste panorama para el país. No hay cuándo el presidente Vizcarra comience a mostrar madera de estadista. Todo indica que el quinquenio está perdido. Las celebraciones por el Bicentenario serán saludos a la bandera, copetines en salones exclusivos para los privilegiados y retahílas de declaraciones tediosas de buena voluntad. La percepción de la mayoría se consolidará: estamos estancados. No habrá nada que celebrar.

 

Manuel Gago
24 de febrero del 2019

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