Arturo Valverde

Ficciones peruanas

Borges y la reconstrucción de la memoria

Ficciones peruanas
Arturo Valverde
20 de enero del 2021


Leyendo en las redes sociales y en algunos diarios cómo el consumo de la marihuana se ha insertado en el debate nacional, y la manera en que algunos parecen alentar su consumo, recordé a Borges. Y lo digo así, a secas, Borges, porque no existe otro igual en el mundo. Aunque el propio escritor argentino habría reconocido en alguna oportunidad el uso de la marihuana y otras drogas, para los lectores que no tenemos esa clase de inclinaciones, ciertamente leer a Borges es casi como consumir droga; es adictivo, por decirlo de algún modo.

Obras como Ficciones y El Aleph, por mencionar dos de sus libros de cuentos, reúnen historias maravillosas, tanto como fantásticas, que son capaces de transportarnos a lugares impensados, como Babilonia y Alejandría. También podemos visitar bibliotecas antiguas, recorrer senderos misteriosos, acercarnos a sectas ocultas o aproximarnos a personajes como Judas, y reflexionar sobre el tiempo, el olvido y muchos relojes de arena. Y es que leer no solo alimenta el alma, sino también la imaginación. ¿Cuántas personas encontraron la motivación que necesitaban para dedicarse a la literatura cuando cayó en sus manos un libro de Borges, o de otros escritores como Cortázar, García Márquez y tantos otros?

Leer a Borges es tener la oportunidad de disfrutar de historias como la de Funes el memorioso, quien, a decir del autor, “sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que solo había mirado una vez…”. “Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”, decía el protagonista.

A veces, al recordar a este personaje borgiano, me pregunto si cada uno de nosotros tuviera la memoria de Funes, ¿acaso podríamos tomar mejores decisiones en favor del futuro de nuestro país? Se olvida fácilmente, y en ocasiones se promueve una memoria fragmentada, en la que los héroes son los antihéroes. Hay una lucha por la construcción de la memoria, digna de un cuento de Borges. ¡Hasta tienen su templo! Pobre Funes, con una memoria tan prodigiosa, si viviera entre nosotros ya hubiera acabado vilipendiado y hasta terminaría sin cuenta en Twitter.

Como sea, creo que de alguna u otra manera, leer a Borges es una mejor alternativa, y sana al mismo tiempo, que optar por el consumo de algún alucinógeno. Leer, en resumen, es la experiencia más alucinante.

Arturo Valverde
20 de enero del 2021

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