Eduardo Zapata
Fake news
No provienen solamente de las redes sociales

Trote casi madrugador alrededor del agradable hotel donde normalmente se realizan ese tipo de reuniones. Aprovechamiento del buen clima que caracteriza a Utah por esos días. Desayuno ligero y obviamente natural. Eventual encuentro y conversación con un amigo al que no veíamos desde la reunión anterior. Las palabras habrán de transitar sobre generalidades y lugares comunes, alguna referencia irónica sobre el pintoresco Donald Trump; y alguna referencia casual sobre el tema de la reunión. Es más que evidente que el amigo piensa como uno, y no malogra el desayuno sacándonos de nuestra zona de confort. Un periodista políticamente correcto que se respeta cumple con este ritual.
Estamos en Utah. En la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa número 73. El tema central lo constituyen las famosas fake news. Pero debajo de citas a personajes fundacionales del periodismo, de éticas y deontologías y de expresiones sobre la responsabilidad de los medios en el mundo actual —que se repiten casi textualmente año a año— subyace el temor a las redes sociales y cómo estas están afectando el negocio de la prensa escrita. Claro que eso no se explicita mayormente, pues hablar de dinero es muy prosaico para las dignas damas y caballeros asistentes al evento. Hablemos mejor de las fake news y su horror ético.
El vicegobernador del Estado de Utah dice muy preocupado, refiriéndose a los receptores: “Es peligrosa la gente que solo acepta las noticias que quiere oír”. Claro que lo dice en referencia a la Internet y no al poder de la prensa escrita para lograr el mismo cometido.
Y para que no quepan dudas sobre el temor a las redes sociales, se dice por allí: ”El mundo de las telecomunicaciones debe ser responsable por los resultados que se están generando a través de las nuevas tecnologías”. Otra vez lo que ocurre en el mundo no roza la responsabilidad que le cabe a la prensa escrita en estos resultados.
Y seguimos trotando madrugadoramente. Ingiriendo nuestras sanas comidas. Y nos olvidamos todos en Utah de las campañas que orquesta la prensa escrita para hacer que la gente acepte lo que quiere oír, y de sus resultados nefastos en torno al presente y futuro de las instituciones democráticas mismas.
Ayer nomás tomaba café circunstancialmente con un amigo. Y curiosamente un ex ministro, que hoy no tiene cargo ni responsabilidad alguna formal en el Gobierno, “despachaba” en su no muy frugal mesa con un periodista. Curiosamente antes ya había hecho lo mismo con otro y estaban en espera cuatro mesas ocupadas por más periodistas y algún jefe de prensa que esperaban su turno para despachar con el susodicho personaje. ¿Hablaban de la ética sobre la que había hablado la SIP o —dado su mismo sesgo ideológico e intereses económicos— concertaban estrategias comunicativas?
Las fake news no son privativas pues de las redes sociales. Tampoco se circunscriben a la difusión de una mentira suelta o acomparsada por allí. Se dan también en la impoluta prensa escrita, que puede fabricarlas hasta con la diagramación.
Dado que Utah es un Estado esencialmente religioso, queremos quedarnos con la sempiterna admonición de que los lectores deben ser educados para distinguir lo verdadero de lo falso. Los profanos intereses económicos no deben oscurecer esta gran verdad y necesidad en las sociedades democráticas abiertas.
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