Aldo Llanos

Estrategias para el debate en torno a la llamada “ideología de género” (I)

El concepto de género según la antropología filosófica

Estrategias para el debate en torno a la llamada “ideología de género” (I)
Aldo Llanos
19 de julio del 2024


La palabra
género, utilizada dentro del concepto de “ideología de género”, se encuentra actualmente en el centro del debate en tres frentes: el académico, el mediático y el jurídico-político, los cuales, han generado y de seguro seguirán generando, reacciones de diversa índole en la sociedad peruana. Cabe precisar que estos tres frentes no se encuentran completamente inconexos, sino que, desde el primero y el último, se suele “alimentar” los argumentos para la batalla en lo mediático según el fin perseguido. Esto ha estado ocurriendo debido a que la divulgación de las ideas al gran público del modo más asequible, se ha constituido en el aspecto más visible y disputado en los medios de comunicación social por el innegable peso de la opinión pública a la hora de la toma de las decisiones políticas al respecto. En virtud de ello, el presente artículo pretende aportar al debate mediático estrategias con el único objetivo de alcanzar la verdad y, lograr desde esta, criterios de unidad en una sociedad que aún le cuesta alcanzar el “nosotros”.

Precisiones para establecer las estrategias:

El género en el frente académico, desde la antropología.

La primera precisión que hay que realizar antes de proseguir es la de distinguir entre dos perspectivas en torno al estudio del hombre: la de la Antropología Filosófica y la de las Antropologías Positivas. Si hablamos en extenso de “antropología”, tal como etimológicamente está referido: “conocimiento del hombre”, es evidente que, dentro de esta, se estudiarán aspectos tan amplios y diversos como lo son su origen, su constitución biológica, sus relaciones sociales, sus formas de organización, su destino, etc. Por eso, la Antropología hunde sus raíces desde que el Homo sapiens sapiens se puso a pensar sobre sí mismo. Al respecto, el antropólogo francés Paul Mercier en su “Historia de la Antropología” dice:

Toda sociedad, haya alcanzado o no la fase científica, se ha construido una antropología para su propio uso: toda organización social, toda cultura, son interpretadas por los propios hombres que las viven: además, las mismas nociones de organización social y de cultura pueden ser, en sí mismas, objeto de atención. Desde este punto de vista, la prehistoria de la antropología es muy prolongada, tanto como la historia de la humanidad (Mercier, 1976, p. 21)(*).

Entonces, ¿en dónde radica la distinción? Pues en la forma de abordar las preguntas: ¿Qué es el hombre? o más aún, ¿quién es el hombre? (Polo, 2003), propias de la Antropología Filosófica, y, “¿cuáles son los hombres? o ¿qué seres, entre varios determinados, son realmente hombres?” (Choza, 2015), propias de las Antropologías Positivas (como la Antropología Cultural o la Antropología Física). Estas, se encuentran sujetas a la medición empírica al trabajar con métodos y diseños experimentales. Si bien es cierto, por el modo de abordar estas preguntas se puede realizar una primera distinción, ambas perspectivas también pueden converger y complementarse en pos de encontrar una determinada respuesta.

Estrategia # 1: Mostrar que, en la Antropología, tanto la Filosófica como las Positivas, pueden complementarse sus aportes dando como resultado una mayor y/o mejor comprensión de lo humano.

En efecto, el gran problema radica cuando alguna de estas perspectivas pretende tener el monopolio de la investigación invalidando cualquier aporte de la otra al punto de no reconocer sus propios límites explicativos los cuales subyacen en sus propios métodos. Esta afirmación no niega el hecho de que haya temas en los cuales se puede hablar de una mayor competencia de una perspectiva sobre otra, como, por ejemplo, en el caso de la determinación de las causas y circunstancias de la muerte de un ser humano: competencia de la Antropología Forense (Antropología Positiva), o cuando el objetivo sea llegar a juicios de valor sobre lo humano (Antropología Filosófica) Sin embargo, no se puede pretender que esto ocurra de un modo generalizado.

En el caso del género, la Antropología Filosófica puede aportar claves sobre el carácter sexuado del hombre y las Antropologías Positivas, aportar sobre la humanización del sexo en un diálogo fecundo, pero, el debate académico se ensombrece cuando entran en el debate antropologías sin ningún rigor y con pretensiones totalitarias: las antropologías construccionistas/constructivistas sociologistas de género.

El debate académico sobre el género es fecundo, desde los aportes de la Antropología Filosófica y las Antropologías Positivas, cuando se desarrolla con honestidad intelectual, es decir, cuando se reconocen los límites explicativos de cada una lo que permite la interdisciplinariedad. En este escenario, dichos aportes nunca son concluyentes y pueden enriquecer a la otra perspectiva permitiendo su replanteamiento y/o ampliación de sus horizontes argumentativos (Choza, 2017)

Sirve como ejemplo lo que Choza (2015) afirma: “El punto clave en el que las antropologías positivas apelan a la filosófica —o en el que la descalifican, si son reduccionistas— es el de la relación entre naturaleza y cultura. La noción que sirve de puente a los dos elementos de ese binomio es la de naturaleza humana, pero en su delimitación es donde se desencadenan con virulencia las aporías” (p. 189).

* Citado por Choza Armenta, J. (2015). Antropologías positivas y antropología filosófica. Sevilla: Thémata. (p.20)

Aldo Llanos
19 de julio del 2024

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