Dardo López-Dolz
¿Estamos todavía en una democracia?
Se arremete judicialmente contra los líderes de la oposición

Salvo la longeva monarquía plebeya de los hermanos Fidel y Raúl Castro, ninguna de las dictaduras latinoaméricanas contemporáneas ha alcanzado el control hegemónico del poder de sopetazo, mediante un golpe militar clásico. Todas se colaron por los resquicios e imperfecciones del sistema democrático para después, paulatinamente, ir destruyendo la oposición mientras copaban las instituciones, mientras pregonaban falsamente respeto a la independencia de poderes.
Todas ellas, sin excepción, se preocuparon de cooptar sectores de la policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial para disfrazar de legalidad la persecución política de sus adversarios. Todas extorsionaron o chantajearon a un sector de la prensa; o simplemente lo compraron, a fin de cuentas la prostitución es oficio antiguo y persistente. Todas las dictaduras del hemisferio se apoyaron en una estructura de ONG locales y multinacionales previamente establecidas para pervertir las narrativas. Todas tomaron por sorpresa a una clase económica dirigente más preocupada del bottom line del balance anual que de los riesgos y amenazas de cambios en la política, que acabarían por hacerlos huir o quebrar; previa convivencia, mientras el dictador lo juzga conveniente o necesario.
Los nexos ideológicos, estratégicos, financieros y logísticos entre esas dictaduras evidencian a gritos un planeamiento y dirección comunes. Solo un niño o un tonto intentará explicar su dinámica con argumentos de dimensión nacional, sin acudir a la inteligencia y la geopolítica para encontrar la causa última. Es de ingenuos confiar y pensar en ganar una batalla que es política en el campo judicial, cuando el otrora adversario es ya un enemigo que se ha amañado para hacerse dueño de la pelota, el árbitro, la mesa y la narración mediática del partido.
Dicho esto, es natural por lo menos levantar la ceja cuando el primer ministro de un régimen (que es encabezado por quien confiesa vieja amistad con un dictador como Evo Morales) condiciona el dialogo nacional a que la oposición retire al incómodo fiscal de la Nación. Y en el mismo lapso en que los mismos juez y fiscal que le salvaron el pellejo en torno a una asonada sediciosa (que acabó con un general PNP secuestrado) arremeten antijurídicamente uno a uno contra la presunción de inocencia de los líderes de los partidos de oposición, apoyados por un brazo policial creado ad hoc con miembros elegidos a dedo.
Es difícil creer que aún estamos en democracia cuando se alienta el remplazo del debido proceso y la necesidad de probar las acusaciones penales (en la que nos formamos todos los abogados, y que debiera proteger a todo ciudadano) por el conteo estadístico-amical contratado de simpatías, antipatías y desprecios cuidadosamente inducidos por una prensa fisco-dependiente. Cuando la presunción de inocencia de los no adeptos convive con la condescendencia con los amigos de los amigos, sobre los que pesan no indicios sino pruebas.
Si ponemos agua hirviendo en una olla con ranas, estas trataran de escapar de inmediato. Si ponemos una olla sobre el fuego lento, al cabo de un tiempo tendremos caldo de ranas, sin que ellas se percaten del sueño mortal inducido por la tibieza.
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