Arturo Valverde

Eso no es casual, es arte

La elaborada redacción de las novelas de Tolstoi

Eso no es casual, es arte
Arturo Valverde
01 de diciembre del 2021


Chéjov tiene razón al decir que “para llegar a ser un auténtico escritor hay que consagrarse exclusivamente a esa labor. El diletantismo aquí, como en todas partes, no te lleva lejos. En este arte, como en todos, hacen falta el talento y también el trabajo. Hay que trabajar de la manera más auténtica. Y sobre todo, el lenguaje. Hace falta reflexionar sobre el discurso, sobre las palabras. ¿Se ha fijado en la lengua de Tolstoi? Vastos períodos, frases acumuladas una detrás de otra. No crea que eso es casual o que se trata de un defecto. Eso es arte, y se consigue después del trabajo. Esos periodos producen la impresión de fuerza”, según evoca Shuckin, en
De los recuerdos sobre A. P. Chéjov, publicada en 1954.

Y para comprobar este punto, me gustaría proponer un párrafo de la obra La guerra y la paz, de Tolstoi, donde se puede corroborar la apreciación del cuentista ruso sobre la maestría de su compatriota en el manejo del lenguaje. 

A la hora fijada, el príncipe, empolvado y afeitado, entró en el comedor, donde le esperaban su nuera, la princesa María, Mlle. Bourienne y el arquitecto del príncipe, que, por un extraño capricho suyo, era admitido a la mesa, aunque por su posición social aquel hombre insignificante no pudiese ambicionar nunca semejante honor. El príncipe, que siempre tuvo gran cuidado en distinguir órdenes y clases y que rara vez admitía a su mesa ni aun a los más altos funcionarios de la provincia, con el arquitecto Mijaíl Ivánovich, que se sonaba tímidamente con su pañuelo a cuadros, quería probar que todos los hombres son iguales, y con frecuencia decían a su hija que Mijaíl Ivánovich no era en nada inferior a ellos mismos. Y en la mesa, el príncipe se volvía con más frecuencia hacia el silenciosos Mijaíl Ivánovich que hacia los demás. (La guerra y la paz, Libro Primero, Primera Parte, Capítulo XXIV, página 100, León Tolstoi, Editorial Oveja Negra, 1985).

Observemos desde “A la hora fijada…” hasta “…nunca semejante honor”. En este tramo del discurso pueden apreciarse esas “frases acumuladas”, como las llama Chéjov. Y para corroborar este punto, les propongo dividirla en pequeñas unidades, para lo que resaltaré en negrita aquellas palabras “de más aliento”, como me gusta llamarlas, y que contribuyen a los propósitos del autor en la construcción del discurso de su obra. 

Quedaría así:

(a) A la hora fijada, el príncipe, empolvado y afeitado, entró en el comedor, (b) donde le esperaban su nuera, la princesa María, Mlle. Bourienne y el arquitecto del príncipe, que, (c) por un extraño capricho suyo, era admitido a la mesa, (d) aunque por su posición social aquel hombre insignificante no pudiese ambicionar nunca semejante honor.

Las líneas seguidas quedarían así:

(a) El príncipe, que siempre tuvo gran cuidado en distinguir órdenes y clases (b) y que rara vez admitía a su mesa ni aun a los más altos funcionarios de la provincia, (c) con el arquitecto Mijaíl Ivánovich, que se sonaba tímidamente con su pañuelo a cuadros, quería probar que todos los hombres son iguales, (d) y con frecuencia decían a su hija que Mijaíl Ivánovich no era en nada inferior a ellos mismos. (e) Y en la mesa, el príncipe se volvía con más frecuencia hacia el silencioso Mijaíl Ivánovich que hacia los demás.

El párrafo citado, como muchos otros pertenecientes a la misma obra literaria, demuestra la paciente construcción del discurso; nada aquí es mera casualidad. Desde (a) hasta (e), el discurso es a la vez el resultado de horas de trabajo y reflexión acerca del lenguaje, y como bien señala Chéjov, producen una sensación de fuerza. Antes de cada cambio, de (b) a (c) o sea de (d) a (e), uno podría creer que la frase ha concluido, pero enseguida se toma un “nuevo aliento” para seguir con la lectura hasta el punto final.

Sigamos el ejemplo del autor de La guerra y la paz en la elaboración del discurso, sea cual sea su especialidad y, si lo suyo es la comunicación, con más razón, estudie a Tolstoi.

Arturo Valverde
01 de diciembre del 2021

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