Juan Sheput

¡Es la política!

La razón de nuestra precariedad institucional

¡Es la política!
Juan Sheput
03 de marzo del 2022


Ya es un lugar común decir que el Perú es un país difícil de gobernar. Desde Víctor Andrés Belaunde y Jorge Basadre hasta Simón Bolívar señalaron las complejidades de nuestro Estado en un ejercicio que era usual que formara parte del diagnóstico. Sin embargo, siempre ha habido periodos de cierta normalidad y que permitían el desarrollo del país. El último, durante casi todo este siglo, nos permitió tener uno tras otro, sendos procesos electorales incuestionables que nos hicieron pensar en que el progreso peruano era irreversible. Gran error, pues ese exceso de optimismo nos motivó a dejar de lado el impulso y el esfuerzo en mejorar nuestras instituciones, ingresando en una involución de la cual hoy nos lamentamos.

Superada la etapa fujimorista, el Perú tuvo elecciones incuestionables en los años 2001, 2006, 2011 y 2016. De allí en adelante vivimos en un estado de zozobra y de crisis política permanente que es necesario analizar para tratar de encontrar una solución a la situación que nos aqueja.

¿Cuál es el gran mal que nos afecta? Con el pudor intelectual que me hace reconocer que en una columna no se puede plantear con certeza una solución, sí soy consciente de que puedo esbozarla, hacer un primer acercamiento. En ese sentido, respondiendo a la pregunta con que inicié este párrafo, no tengo duda de que es la política, la cual como tal cada vez está más alejada del manejo de la cosa pública.

Alejandro Toledo sabía de sus carencias políticas. Se rodeó de políticos. Desde Carlos Ferrero hasta Henry Pease en el parlamento, y ministros con cualidades para la acción en los ministerios. Así pudo compensar sus carencias. Alan García, político por antonomasia, no necesitaba compensar lo que le sobraba, por lo que optó por ministros tecnócratas. El resultado fue que se creció económicamente durante 10 años en estos dos gobiernos, sentando así las bases para un desarrollo más sostenible.

Ollanta Humala cedió el poder político a las oenegés y a grupúsculos de interés fundamentados en el odio. Pedro Pablo Kuzcynski cedió ante los cantos de sirena de la tecnocracia, lo cual fue el germen del desastre que culminó en su renuncia. De allí hasta ahora todo es historia conocida. El país marcha a la deriva por falta de liderazgo, fundamentalmente político. Somos un país sin referentes, sin políticos “anclas”, que en medio de la zozobra del debate tormentoso den calma y estabilidad a esa nave llamada Perú.

Somos un país que tiene a todos, repito, todos sus expresidentes en problemas graves con la justicia. Algo está fallando. La respuesta la podemos encontrar si estudiamos las causas de nuestra precariedad política. 

Juan Sheput
03 de marzo del 2022

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