Guillermo Vidalón

Enmendar el rumbo

Para evitar que la crisis se siga agudizando

Enmendar el rumbo
Guillermo Vidalón
23 de junio del 2020


La pandemia del coronavirus tomó por sorpresa a muchos gobiernos de Europa. Empero, los gobernantes latinoamericanos tuvieron durante casi 60 días la oportunidad de informarse acerca de lo que estaba sucediendo, aprender de esa experiencia y tomar las medidas más convenientes. El distanciamiento social, el lavado constante de manos, el confinamiento y el toque de queda fueron la respuesta peruana.

Los resultados son por todos conocidos: el número de contagiados va en aumento, así como los pacientes que fallecen en centros de salud o monitoreados en sus respectivos hogares. O por haber integrado las filas de la informalidad seguirán en ellas –inclusive– hasta la eternidad, sin registro o partida de defunción.

¿Por qué no se puede controlar la propagación del virus? Porque la mayoría de la población no cuenta con ingresos regulares. Más de un 70% desarrolla sus actividades económicas en la informalidad; en consecuencia, pretender que cumplan con las normas del confinamiento resultó siempre un despropósito; y menos aún podrán establecer estrictos protocolos para el desarrollo de sus actividades.

¿Qué se puede hacer? Entregar mascarillas y cobertores faciales de plástico, que sirven de barreras contra las gotículas, sobre todo para quienes trabajan en la informalidad. Además de hacer campañas de difusión para promover una alimentación que fortalezca el sistema inmunológico.

Es preferible imaginar que en las acciones del Gobierno prima un legítimo interés por la salud de la población, a pesar de las denuncias formuladas por la Contraloría y de las limitaciones que esta institución encuentra para cumplir con su labor. Empero, si el objetivo de preservar la vida no se ha cumplido, como tampoco el de evitar el derrumbe de la economía, lo cierto es que alguien o varios están fallando, y es preferible que den un paso al costado. Persistir en una particular visión ideológica –en circunstancias en que la pandemia sigue propagándose, la pobreza se incrementa de manera vertiginosa y la delincuencia aumenta– constituyen un riesgo enorme de desborde social. 

¿Cómo evitamos que la crisis se agudice aún más? Confiando en quienes se han entrenado para administrar escasos recursos y obtener de ellos el máximo resultado. Y que, además, han demostrado tener éxito en el manejo de sus propios recursos, generando organizaciones de trabajo productivas que aportan riqueza al Estado y proporcionan bienestar para un mayor número de peruanos. No puede existir un “distanciamiento social” entre el Gobierno y las instituciones tutelares de la nación, tampoco con quienes quieren invertir para contrarrestar el desempleo y la pobreza.

Ciertamente se fortalece el capital, pero acaso es preferible dejar morir a miles de personas por el dogmatismo ideológico de quienes señalan que perder vidas humanas representa “el costo social” de su anhelo comunista. Un mandatario tiene bajo su responsabilidad la posibilidad de actuar con nobleza, reconocer los errores cometidos y dar un giro significativo a la acción de su Gobierno, o empantanar al país y llevarlo hacia un río más profundo.

Guillermo Vidalón
23 de junio del 2020

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