J. Eduardo Ponce Vivanco
En picada…
Hacia un frustrante Bicentenario del Perú

En base a índices de Datum y de 1,239 entrevistas realizadas entre el 29 y el 30 de julio, Manuel Ruiz Huidobro ha elaborado un gráfico que muestra la pronunciada caída de la popularidad presidencial: abril 73%, mayo 57%, junio 38% y julio 26%. Los datos son concordantes con la disfuncionalidad e ineficiencias demostradas por el Gobierno del Presidente Vizcarra que, de tumbo en tumbo, nos lleva cuesta abajo. Apoyado por el incompetente ex Premier Zeballos y por V. Zamora en el MINSA, el Mandatario asumió que la pandemia del Covid 19 le ofrecía una oportunidad triunfadora y se empeñó en aparecer diariamente en largas peroratas matinales a la cabeza del gabinete ministerial en pleno. Poco a poco, la evidente expansión de la epidemia, la mal diseñada cuarentena y el descalabro económico consecuente lo alejaron de las cámaras y socavaron progresivamente su credibilidad.
Los artículos que Roberto Abusada y Juan Paredes Castro firman ayer en El Comercio (“Destrucción del país por entregas” y “Gobernados sin Gobierno”) describen con realismo lo que todos vemos y sufrimos: la fatal combinación de mediocridad, populismo e imprudencia que nos empujan a ciegas a un Bicentenario nacional en el que poco tendremos que celebrar, y a la preocupante incertidumbre de las elecciones a realizarse dentro de ocho meses.
Entre las frívolas confrontaciones Ejecutivo-Congreso, la politización de la Fiscalía, los defectos seculares del Poder Judicial y el sesgo oficialista del Tribunal Constitucional, el Perú se nos va de las manos. No elegimos a Kuczynski para que gobernara tan mal ni esperábamos que nos dejara a la merced del Vice Presidente y su grupo de moqueguanos inexpertos.
¿Es realista esperar que los peruanos voten mejor en las elecciones de abril de 2021? ¿Será posible que la mayoritaria informalidad que caracteriza a la masa ciudadana se interese en sufragar por las mejores propuestas y candidatos? La opción del informal no solo comporta desinterés en la política sino una definida aversión a las normas y regulaciones del Estado. No esperemos entonces un voto informado y responsable.
Nada desprestigia tanto el sistema democrático como la falta de gobernabilidad, una condición que exige el concurso de los mejores ciudadanos, bajo la orquestación fina y cuidadosa del Primer Magistrado de la Nación. Por su propia naturaleza, la democracia –el gobierno de todos– requiere un manejo inteligente y un firme liderazgo que, lamentablemente, están ausentes en el Perú.
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