Ángel Delgado Silva

En busca de salidas a la actual crisis

Se requiere un Gobierno de unidad y salvación nacional

En busca de salidas a la actual crisis
Ángel Delgado Silva
29 de abril del 2020


El arribo del Covid-19 ha trastornado radicalmente al país. Al volverse pandemia ningún ámbito de la vida colectiva quedó exento. Y, por lo tanto, su resolución demanda acciones conjuntas y coordinadas de todas las esferas de gobierno, a pesar que el eje siga siendo la salud de los peruanos. No comprenderlo provoca un espejismo al Gobierno: unilateraliza su actuación, disocia tareas mancomunadas, oculta aspectos de la realidad y bloquea una estrategia capaz de abarcar a todos los frentes. La guerra al coronavirus no se librará en un solo campo de batalla.

Sin duda, la dirección medico-sanitaria resulta esencial, pero denota insuficiencias al discurrir los días. El heroico esfuerzo de los profesionales de la salud debe complementarse con medidas para la seguridad, la producción, el apoyo social, la educación, el bienestar poblacional, la protección del empleo, la mantención de los circuitos comerciales, etc. Y para estos efectos será menester una conducción política firme y certera.

Reconocemos que, si bien con tardanzas y negligencias, la inmovilización social fue pertinente pese a sus fallas. Había que impedir que el contagio inmediato hiciera colapsar al sistema hospitalario. Toda cuarentena persigue ganar tiempo para que el frente médico-institucional sea fortalecido, en aras de una cura mejor. Pero estas expectativas naufragaron pronto. El volumen de infectados diariamente crece sin cesar, mientras los atosigados hospitales han perdido toda capacidad de atención. La población llora por el maltrato y la muerte de sus familiares, mientras –en paralelo– médicos, enfermeras y auxiliares protestan airadamente por la falta de equipamiento, protección y el abandono. La crisis ha llegado al seno de la propia salud pública.

Pero el Gobierno reacciona mal ante este fracaso objetivo. Transcurridos más de 40 días omite explicar por qué la curva no se ha achatado ni tenemos nosocomios aptos. Peor aún, esconde información calificada. Entonces ni siquiera tenemos una estadística confiable, por el empecinamiento de mezclar pruebas heterogéneas. En consecuencia, carecemos de un diagnóstico preciso para registrar el avance de la enfermedad entre los diferentes grupos poblacionales. De continuar por este penoso derrotero, salir airosos de esta crisis será pura ilusión. 

Aunque la cuarentena pueda ser inocua o insuficiente para lo sanitario, sí resulta tremendamente letal para la convivencia social. Los daños colaterales, así llamados, son catastróficos. Crean fisuras dramáticas, dolores infinitos y una secuela de tensiones que estallarán en un futuro no lejano. La propaganda oficialista minimiza este escenario y con inusitada demagogia “opone salud a economía”. Así resucita la vieja polarización entre la gente sencilla y los poderosos interesados solo en lucrar. Sofisma vulgar y mentiroso: con el país paralizado no hay trabajo ni ingresos, y a los más pobres solo les queda morir.

Entiéndase, no estamos hablando de la crisis económica, de la caída de PBI, de la quiebra empresarial, del cierre de mercados, de la pérdida de utilidades. Siendo gravísimos problemas, nos recuperaremos de ellos con el tiempo. Hablemos del infortunio de millones peruanos reducidos a la indigencia y la desesperación, enclaustrados, sufriendo el lento paso de las horas. Esas personas no perderán oportunidades ni posiciones. Están pugnando por sobrevivir, literalmente. Y, por lo mismo, está en peligro su existencia y la de los suyos. La desesperanza empozada, más temprano que tarde, trocará en exasperación y una ira descomunal.

Contra los inadvertidos de siempre el anunciado desborde social ya empezó. Decenas de miles invaden las carreteras para retornar a sus terruños, la cuarentena hace flecos por todos lados ante la inacción policial, los motines en las cárceles se multiplican, la desconfianza ante las autoridades va en aumento, a pesar del talk show presidencial del mediodía. La prensa parametrada ya no puede disimular esta lacerante realidad. Y no es necesario ser zahorí para imaginar convulsiones, saqueos e insubordinación generalizada. Un dantesco espectáculo que devorará al país.

Está clarísimo que Vizcarra y sus colaboradores no van a solucionar nada. Más bien son responsables del caos venidero por su incompetencia y su negativa a cambiar rumbos. No es racional que el señor Zevallos (premier porque otros temieron al cierre del Congreso) y sus ministros sigan gobernando al Perú con coronavirus. ¿Este equipo está a la altura de las circunstancias? Un no rotundo es la única respuesta. La situación del Gabinete Zeballos se agrava por las denuncias de corrupción. La salida apresurada de los titulares de Salud y el Interior grafican la situación.

Si Vizcarra persiste con este equipo ministerial que desde hace un tiempo ha capturado los aparatos del Estado, allá él. Cuando acabe su mandato comparecerá ante la justicia. Mientras tanto, hagamos un clamor popular demandando la dimisión de Zeballos y sus ministros. Y si no hacen caso, exijamos al Congreso de la República que los interpele y censure ya. ¡Queremos un Consejo de Ministros de verdad! Un equipo de Gobierno integrado por los más capaces, independientemente de su color político, como Pilar Mazzetti o el almirante Jorge Montoya, por ejemplo. 

Necesitamos un Gabinete de ancha base, pero también un Gobierno de unidad o salvación nacional, como se estila en épocas de guerra, catástrofes o crisis como la presente. Esto significa abandonar el chip confrontacional del Gobierno de los últimos años. Polarizar al país fue una exitosa apuesta presidencial, especialmente por el cierre del Congreso. Vizcarra recolectó aplausos y aceptación no obstante el fracaso de su gestión. El problema saltó cuando dicha receta se usó para enfrentar la pandemia. Y, por eso, el fracaso. No bastó el monólogo diario para el encumbramiento presidencial. El superhéroe no se impuso como antaño, porque las circunstancias habían mutado sustancialmente. Algo que jamás se entendió. 

Constituir un Gobierno de unidad nacional no implica destituir a Vizcarra, pero sí acabar con el sectarismo y garantizar una representación amplia, sin exclusiones previas. El parlamento, recientemente elegido, no debe sentirse relegado por la situación. Tiene el histórico e irrenunciable deber de sacar cara por la ciudadanía, toda vez que goza de legitimidad. Y así garantizar una transición ordenada y pacífica, en las fechas establecidas por el cronograma electoral. ¡El Perú bicentenario, se lo merece!

Ángel Delgado Silva
29 de abril del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

¿Y ahora qué?

Columnas

¿Y ahora qué?

La angustia legítima que embarga a millones de ciudadanos, lueg...

22 de julio
Se ensaya otro golpe de Estado contra el Congreso

Columnas

Se ensaya otro golpe de Estado contra el Congreso

Hablemos sin tapujos ni ambigüedades. El mandato cautelar del Ter...

07 de julio
¡La movilización ciudadana tiene la palabra!

Columnas

¡La movilización ciudadana tiene la palabra!

Hay momentos en la historia de los pueblos en los que las institucione...

23 de junio

COMENTARIOS