Hugo Neira

¿Elecciones? Llora, llora, corazón

El gran problema de la sociedad peruana es la incultura

¿Elecciones? Llora, llora, corazón
Hugo Neira
02 de febrero del 2020


«Llora si tienes por qué, que no es delito en el hombre llorar por una mujer». Es un vals peruano, lo cantaba Carmencita Lara. Si lo pongo como título de esta crónica no es por una mujer, sino por la patria. Será acaso que algo le queda a uno de lo que aprendió en la primaria, la patria una señora antigua, muy respetable. Y me pregunto adónde vamos. Porque lo que ha pasado con la última consulta que se ha hecho a millones de peruanos, nos ha salido un tiro por la culata. Francamente, no me alegro. Las cosas van de Guatemala a Guatepeor. 

En esta columna dije, por intuición (no tengo una ONG que haga encuestas ni pimpantes consultorías), que se iba abrir la caja de Pandora. Sí pues, otro mito de los malditos griegos que lo sabían todo. Lo que se quiere decir con esa metáfora es que «una acción pequeña puede desencadenar múltiples conflictos». Que Acción Popular tenga el mayor de los votos no es riesgo alguno. Ni el Partido Morado. Cierto, Fuerza Popular deja de ser el partido hegemónico del pasado, pero no ha desaparecido. Por mi parte, leyendo lo diarios —yo soy de esos que leen periódicos en papel y no en pantallas digitales que te meten publicidad hasta el vómito— se dicen cosas sensatas. «Congreso variopinto y fragmentado». «Vizcarra va a tener un reto para articular su agenda» (María Alejandra Campos, El Comercio). «Una fragmentación que requerirá consensos» dice a cuatro columnas un diario limeño. Ay, mis paisanos, siempre tan optimistas. 

¿Consensos, agendas? Pero si lo primero que han dicho el partido de Antauro y los religiosos herederos de Ataucusi, es que «las bancadas solo formarían alianzas en temas concretos». ¿Mayoría oficialista? Lo veo verde. Esas nuevas fuerzas populares no entran en vainas. Para ellos, la palabra pacto o acuerdo —fundamentos de toda sociedad política— les parece no solo un delito, sino un pecado. ¡Vaya tiro por la culata! En el Parlamento queda legitimado el Andahuaylazo, y de golpe, Antauro, el político más importante del Perú. Eso ocasiona, señor presidente, tener consejeros argentinos. La política siempre tiene un lado antropológico y mental. La novedad de este Congreso es lo que un irónico arquitecto, cuando se ocupaba de las mentalidades y comportamientos de los peruanos, decía sonriente, «el concho telúrico de acometividad». O sea, lo que está pasando. ¿Quién era ese? Se llamaba Héctor Velarde. Lo conocí personalmente. Era el rostro y la pluma burlona de una Lima que se fue. Yo era muy joven, aunque escribía los editoriales de un diario, acaso porque en mi generación se leía mucho, y me convenció de que para el periodismo era necesario contar con el alma. Estaba convencido de que existía y que para ser escritor en periódicos, estábamos fritos, había que entender de filosofía, religión, moral, sacrificio, suicidios para la última esperanza. Siempre hubo cucos en la vida limeña. Y un día me dice: Hugo, «la Paraca viene del sur». 

El sur, señores. Lo local en el Parlamento. Y eso que Urresti se perfila como el candidato más votado, dice El Comercio (martes 28). Se necesita por lo menos tener fama de macho, y arrastrar algún asunto judicial que te muestre capaz de matar a alguien. ¿Se repite la historia? Puede ser. ¿Qué partido tiene un líder preso? Nada menos que la UPP y sus 17 escaños. Dice Virgilio Acuña: «Radical no significa que vamos a fusilar mañana, sino que tenemos el interés de cambiar la situación». Mire, señor Acuña Peralta, con el respeto que tengo a todo aquel que no coincide conmigo, creo en la pluralidad en la vida política, y del derecho de cada quien para pensar por su cuenta, le diré lo que entendemos los sociólogos, los filósofos, los historiadores, por el concepto de 'radical'. No quiere decir ni extrema derecha ni extrema izquierda. 'Radical', en los diccionarios de todas las lenguas del planeta, quiere decir «ir a la raíz». Y la raíz de todo es el ser humano. 

Desde ese ángulo, yo sigo pensando que el gran problema de la sociedad peruana consiste en la incultura. Nuestros problemas no son la economía, que increíblemente camina, aunque Toledo nos mintiera diciendo que había sido profesor en Harvard. Cuando digo cultura no es si conocen a Mozart o a Beethoven, ese test que les hacen a las candidatas a miss Perú o miss Chiclayo. La palabra cultura, tiene una aproximación a la agricultura, cultivar la tierra, por ejemplo. Y fue en el Renacimiento que el término de cultura se usa para la ciencia, la filosofía y el trabajo intelectual. Y más tarde, con la antropología, desde Taylor, «un conjunto de hábitos y capacidades tanto religiosas como de arte, moral, derecho que los seres humanos adquieren para ser miembros de una sociedad». Perdón por la cita, un tanto larga. A lo que voy, se trata de los comportamientos sociales. Son hábitos, para decir lo esencial. Y lo que ha pasado en mi patria, el Perú, es el retroceso feroz del hábito de leer. 

Ahora bien, a veces ocurre que una sociedad (la peruana, la colombiana, la que usted quiera) no logra dar a luz una clase dirigente, obviamente culta. Pero puede tener una ciudadanía culta. Bien, ni una cosa ni la otra en el Perú 'descuajeringado' del siglo XXI (peruanismo: desordenado, descuidado). La educación masiva peruana —está hablando quien fuera en su juventud escolar en el Melitón Carvajal, es decir, un colegio estatal— no solo ha retrocedido. Rompieron y exilaron las asignaturas que enseñan a pensar y razonar. Hoy, el peruano de a pie habla castellano, pero ignora su gramática. Además, no han tenido cursos de lógica, de literatura, ni peruana ni española ni nada. Debe haber unos ocho millones de jóvenes que pasaron por las aulas y no escucharon jamás un poema. Nunca poesía. A mí se me ocurre que hay un lazo entre la desaparición del romanticismo y el aumento del feminicidio. La ternura con la mujer no es innata, se aprende. Es algo cultural y no natural. 

Y luego, en colegios y universidades, adiós a los conocimientos. Solo se habla de 'habilidades'. Estamos a la cola del planeta en materia de comprensión lectora. El ingreso a la economía liberal les ha quemado los sesos a muchos peruanos. Cuentan, para llegar a ser alguien, el dinero. Sin duda, pero los que mandan, esos que tienen los empleos estables y formales, tienen cultura. Se ha logrado que los hijos y nietos de la gran inmigración de la sierra a las ciudades costeñas, formen un estrato social acomodado, pero sin aquello que se llama «el capital simbólico». El daño es gigantesco. En hindú se dice, avidyā, la ignorancia del ignorante que no sabe que no sabe. Por eso han votado como lo han hecho. Sin averiguar a quiénes daban poder. ¿Saben qué dicen en los medios académicos en Europa? «En la América Latina, las elecciones están en contra de las democracias». No miento, Olivier Dabène. Lo ven claro porque están lejos. 

En fin, yo nací en Abancay, pero crecí en Lince, que era un barrio bravo. La sinceridad criolla, amable lector. Hoy no tenemos personal para una clase dirigente. Ni ciudadanos bien formados con cultura cívica. Para ser francos, en política, estamos calatos. Arriba y abajo.

Yo no veo sino el retorno de la antipolítica. En fin, en el fondo de la caja de Pandora, los griegos —siempre dialécticos— decían que había algo que era Elpis, la esperanza. Que Zeus y Jehová lo quieran.

Hugo Neira
02 de febrero del 2020

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