Elecciones literarias

La literatura no podía quedarse afuera de estas elecciones. Ejemplo de ello es el caso de algunos seguidores del premio nobel Mario Vargas Llosa, que acabaron por renegar del escritor por su decisión de apoyar la candidatura de Fuerza Popular, frente a la alternativa de Perú Libre. “¡Queremos a Arguedas!”, parecían reclamar. “Preferimos a García Márquez”, dicen unos por estos días.

La posición del nobel en estas elecciones presidenciales aparentemente empujó a algunos a rememorar al autor de Todas las sangres y Los ríos profundos, José María Arguedas. Y ahora pretenden entregar al nobel peruano a España; como Jesús a Santiago, desde la cruz: “Madre, he ahí tu hijo; hijo, he ahí a tu madre”. Otros, y esto es lo más sorprendente que he leído en las redes sociales por estos días, están al borde de declararse fieles lectores del colombiano García Márquez. 

Quienes siguen esta columna recordarán nuestra texto sobre el impacto que causaría la posición de Vargas Llosa en un círculo de activistas peruanos, cuando el nobel pasó de ser uno de los voceros principales del antifujimorismo para convertirse –junto con su hijo, Álvaro Vargas Llosa– en una de las voces de respaldo a la candidata Fujimori. 

A los ciudadanos que se inclinan por los movimientos de izquierda, este Vargas Llosa les ha caído antipático, no les gusta, quieren al otro. Tal vez se esperanzaban en que el nobel mantendría su línea de oposición al fujimorismo y dejaría afluir antiguas simpatías políticas –tiempos de la revolución cubana y del velascato–, pero al final se encontraron con otro Vargas Llosa. 

En este continente de Vargas Llosa, de Miguel Ángel Asturias, de Rómulo Gallegos y tantos otros escritores, es imposible que la literatura se desligue de la política. Recordemos que “la dictadura” como tema literario fue recurrente en su momento durante el militarismo. Y quién sabe si por la manera en que vienen orientándose las distintas naciones que conforman este hermoso lugar en la Tierra, este tema vuelva a ser el centro de la creación literaria. 

Al igual que Vargas Llosa, otros escritores también tentaron la presidencia. Sarney gobernó en Brasil. Gallegos ganó las elecciones en Venezuela. A propósito de este último, lean conmigo este fragmento del colombiano Germán Arciniegas, de su obra “Entre la libertad y el miedo”, que suena a esperanza para nuestros hermanos venezolanos víctimas de la dictadura chavista:

...Y por último, para sorpresa de la América Latina, Venezuela celebró una elección libre, universal, auténtica. La elección más democrática según los más variados testimonios. Esto ocurrió en diciembre de 1947. Era un sueño de siglos para los venezolanos. Aquel mismo día, lo mismo en la ciudad que en la aldea, madrugaron las gentes a formar cola en las mesas de votación. Había entusiasmo, libertad y respeto. Se votaba por colores, porque en un país de inmensa población de analfabetos no había otra forma de hacerlo… Pero lo interesante es que la persona escogida para subir al poder era un hombre que representaba la antítesis del militarismo goloso: era un gran escritor, un novelista que estaba por encima de los odios: Rómulo Gallegos.

Yo estoy muy, pero muy lejos de considerarme un “vargasllosiano”; pero permítame decir que utilizar la figura de Arguedas para contraponerla con la de Vargas Llosa, solo contribuye al enfrentamiento. Debemos recordar que el Perú somos todos los peruanos, y eso significa construir una nación donde los Arguedas, los Vargas Llosa, los Vallejo, los Watanabe, los Goldemberg, los Hernández… y muchos otros aprendamos a vivir como hermanos. Y eso empieza por aprender a abrazarnos tanto desde las letras como desde la política.