Manuel Gago
El socialismo se impone en América Latina
Vuelven los turbulentos años sesenta

La victoria de Gustavo Petro en Colombia estaba cantada. Los colombianos prefirieron al ex guerrillero del M-19. Igualmente, estaría asegurado el regreso de Luis Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil. Los brasileños olvidan el esquema corrupto de contrataciones vinculado a Lula. El “arreglo” de las obras públicas con diversas constructoras sirvió a las dirigencias socialistas para salir de la pobreza y a su vez sostener el Foro de Sao Paulo, fundado por Fidel Castro, Hugo Chávez y Lula. Hoy, según encuestas, Lula ganaría la primera vuelta; y en la segunda, por un amplio margen, vencería a Jair Bolsonaro.
Sin balazos, como intentó hacerlo Ernesto “Che” Guevara en los sesenta, la revolución castrista se adueña de Latinoamérica. Lo logra por intermedio de los medios y espacios públicos que ha capturado a lo largo de los años. Además, lo que ocurre en el “patio trasero” de Estados Unidos parece no importarle al presidente Joe Biden; a pesar de que a la reciente Cumbre de las Américas no fueron invitados los mandatarios antidemocráticos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
La frase “América para los americanos” (doctrina Monroe) sorprendió en la boca de Pedro Castillo en el reciente foro americano. No obstante, la frase introducida por un asesor extranjero del presidente no sería gratuita. América es bolivariana y es nuestra, aseguran en la Habana los estrategas comunistas.
Tanto en Perú como en el resto de Latinoamérica, liberales y derechistas permiten que esto ocurra por la falta de unidad, de capacidad de desprendimiento y de discursos populares, sin que esta sea populista. Por la mala prensa, armada contra sus dirigentes –tratados de misóginos, fascistas, xenófobos, racistas,y homofóbicos, brutos y achorados, en una sociedad de electores jóvenes, sensibles a estos relatos–, el marxismo de distintos pelajes avanza firme. El descrédito sin límites y la judicialización de la política son armas efectivas.
Por la componenda con un centro –tonto útil que no es ni chicha ni limonada–, los países caen sin resistencia orgánica. Como sucedió en Venezuela, los empresarios se rinden, incapaces de confrontar a sus verdugos. Se dice que la mala prensa asusta a cualquiera. Ese cualquiera es uno sin valor y cualidades especiales.
“El buen resguardo” puede más que la defensa de ideales y del debate, que en Perú es sinónimo de pleito. Son “vacas sagradas” temerosas de ser tocadas por el pétalo de una rosa. Y así, una sumatoria de hechos configuran un Perú hacia el socialismo; pero “feliz” y “orgulloso” de sus nimiedades, en lugar de lo sustantivo y permanente.
Se rindieron. El Pleno del Congreso desestimó el informe que sustenta el fraude cometido en las últimas elecciones. Que 55 congresistas nieguen esa posibilidad y 15 se abstengan de opinar no significa que los hechos no ocurrieron. El antifujimorismo jamás aceptará la adulteración del voto popular. Hacerlo implicaría condenarse a sí mismo.
Además, el contubernio se descubre. El JNE amplió el plazo de inscripción de candidatos para las próximas elecciones municipales y regionales, siendo beneficiados los partidos cuyos parlamentarios votaron contra el informe. Si esa ampliación se hubiera dado en 2021, el partido aprista tendría asientos en el parlamento. Perdió su participación y registro por las mismas “fallas tecnológicas” del JNE. En política no hay coincidencias. Los socialistas tienen todo cuidadosamente armado.
Lo peor está por venir. Los pobres y estafados, migrantes del mañana, no tendrán a donde ir. Las clases medias serán pulverizadas. Encadenados exhibirán sus míseras victorias personales. ¿Alarmista? No, realista. Antes del “triunfo” perulibristas en segunda vuelta electoral, prevenimos sobre las rondas campesinas y urbanas. Hoy tienen ley propia, serán armados y financiados por el Estado. Los Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural, con tres puntas y a balazos, corregirán a la disidencia.
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