Manuel Gago
El pueblo vacó a Castillo
Hay razones más que suficientes

El pueblo, al que tanto alude Pedro Castillo –“transgresor doloso y contumaz de la Constitución”, según el Defensor del Pueblo, Walter Gutiérrez–, vacó al presidente aplicando el elemental “principio de razón suficiente”. Lo hace sin mayor análisis y vericuetos legales, simplemente observando los hechos tal como se presentan. Solo falta la formalización, ¡pero ya! ¿Renuncia, proceso de vacancia o acusación constitucional? ¿Un nuevo Gabinete enmendará el rumbo marxista leninista de Perú Libre en el Gobierno?
Tal “razón suficiente” es inseparable del “principio de la causalidad”. Los hechos no son aislados, tienen un devenir. No otra cosa sucederá, acaecerá y sobrevivirá. Siamesas son la causa y la consecuencia. Causas reprobables ocasionan consecuencias reprobables. El olmo no ofrece peras.
Desde hace más de 40 años, los extremistas marxistas intentan capturar el Estado. Fracasaron en su intento por la fuerza (“guerra popular del campo a la ciudad”) y la vía democrática, por elecciones libres. Lo lograron con el apoyo de los llamados caviares, que hoy se rasgan las vestiduras, supuestamente horrorizados con la podredumbre vista, siendo parte del Gobierno de Castillo. Violentaron la voluntad popular, así los jefes de las instituciones electorales digan lo contrario. Castillo, sin los atributos mínimos para el cargo, fue “elegido” en un proceso electoral oscuro denunciado en su momento.
Este grupo de "inadaptados" –según la RAE, sin valores de convivencia en la sociedad y sin respetar leyes, reglas y normas– propone sustituir la Constitución actual, que redujo la pobreza y el desempleo en los últimos 20 años, por otra ajustada a su capricho ideológico, el sustento legal para las tropelías totalitarias del ideario perulibrista. Planea el usufructo de las riquezas nacionales con el cuento de la “soberanía nacional” y entrega de propiedad nacional a poderes extranjeros a los que les deben sujeción. ¿Hasta cuándo permitiremos la destrucción sistemática del país? ¿Acaso hasta las cenizas por ellos provocadas y hasta la imposición del “nuevo Estado”, la idealizada patria socialista?
En el camino se presenta un alarmante incremento del narcotráfico. A las plantaciones de marihuana y opio en Cajamarca se suman los aeropuertos clandestinos usados para exportar pasta básica de cocaína. Todos ligados al “movimiento cocalero” avalado por Castillo. Tampoco es novedad la organización criminal forjada en el meollo del poder. Los nombramientos en la policía e instituciones habrían seguido una mecánica mafiosa. El enriquecimiento intempestivo de Bruno Pacheco, ex secretario general de Palacio de Gobierno, es el inicio de la madeja. Además, preocupa la acelerada devaluación de la administración pública.
“Autoritarismo, menosprecio al trabajo técnico, maltrato injustificado hacia los profesionales e intereses particulares del Gobierno que afectan al Sistema de Defensa Jurídica del Estado”, fueron denunciados por el renunciante viceministro de Justicia, Gilmer Andia. De la misma manera, Carlos Jaico (también ex secretario general de Palacio) –quien se reunió, ¿por encargo de su jefe?, con el presidente de la petrolera Repsol– arremete despiadadamente contra su ex inmediato superior. Más aún, ¿cómo entender el nombramiento de un ministro del Ambiente sin méritos ni conocimientos elementales sobre la cartera encargada en momentos en los que están en juego la valoración de la nación y sus leyes frente a un derrame de petróleo con el vergonzoso comportamiento de la petrolera, hasta donde se sabe, responsable de la contaminación?
Los marginales –según la RAE, que actúan fuera de las normas sociales comúnmente admitidas– ocasionan hechos malolientes a los ojos de los observadores precavidos. ¿Qué esperar de personajes cuyo mérito –en el universo que se desenvuelven–, la estafa, se desarrolla en toda dimensión? ¡Es un engaño la honestidad exhibida! De un estafador –la causa– la consecuencia es el fraude permanente.
Con sus actos y sus omisiones, “el pueblo”, que según Castillo dicen representar, es el mayor de los afectados. No obstante, el pueblo entiende ahora el embuste, eso de “no más pobres en un país rico”.
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