Raúl Mendoza Cánepa

El Perú en el lodo

Por la sed de poder de unos y de prebendas de otros

El Perú en el lodo
Raúl Mendoza Cánepa
02 de octubre del 2022


El presupuesto general de la nación –que hoy en gran medida va a la corrupción, al gasto inútil y a ministerios inservibles– debería servir para priorizar la atención del cáncer, la construcción y equipamiento de hospitales oncológicos para niños, para tener mejores escuelas y para el financiamiento de laboratorios para lograr soluciones propias e insospechadas a los problemas de salud. Podríamos encontrar alternativas en lo que la naturaleza ofrece y en lo que la inteligencia científica nacional propone.

Por desgracia la salud y la educación no son prioritarias. Para quienes llegan al poder la prioridad es hacerse del dinero público, medrar del privilegio y del cargo. La degradación ha sido siempre común en la política peruana, pero lo que se vive hoy no tiene precedentes: un gobierno empecinado en cambiar la Constitución para perpetuarse, un ideario radical cuya realización pasa por capturar el ejército, funcionarios centrados en colocar a sus familiares en puestos públicos, congresistas que prefieren las prebendas que vacar al gobernante, corrupción generalizada, gobiernos regionales y municipios corruptos que desperdician el dinero que se les da, empresas mineras paralizadas por radicales a la sombra y la amenaza de un sur autoritario capaz de destruirlo todo, ante el llamado de cualquier incendiario.

“Un presidente incompetente y un gobierno desacreditado” dice The Economist en una mirada que todo el mundo comparte sobre el Perú. Podríamos tener un gobierno sensato que solucione los problemas de la gente y un mando planificando y ejecutando la construcción de hospitales y escuelas, puentes y caminos. Pero tenemos lo que tenemos porque no sabemos elegir. No importa quién era el otro rival, hace unos años muchos prefirieron el salto al vacío votando contra Vargas Llosa.

Por suerte el Perú salió del hoyo con estrategia y sensatez económica. Años más tarde, el salto al vacío fue un militar retirado radical y chavista, Ollanta Humala, que por suerte se equilibró por una hoja de ruta que impidió que Hugo Chávez pusiera sus manos en el Perú. Años más tarde lo mismo, pero peor, un peón del senderismo (llámese Movadef) y del castrochavismo, representado por el ideario extremo de un expresidente regional sentenciado por corrupción, Vladimir Cerrón. Me refiero al presidente Pedro Castillo.

No extraña que ahora estemos amenazados por Antauro Humala, un radical que habla de fusilamientos de alto nivel y de colectivizar a los grandes medios ¿Quién asegura que el paredón no sirva también para los que discrepen de sus métodos y su gobierno? El presidente Castillo lo liberó y lo colocó en la calle para distraernos y dar el impulso de odio que él ya no es capaz de estimular sino hacia sí mismo. Si su liderazgo entre los más pobres ya no levanta un alma, qué mejor que un animador de la violencia incendiando el sur. Triste será si hubiera un solo general en el Ejército que se una a esa comparsa, merecería la degradación y la deshonra pública por traicionar la libertad de su pueblo. 

Mientras ese infierno se desata por la sed de poder de unos y de prebendas de otros, el Perú se muere en las colas de espera de los hospitales. Lo anoto mientras observo la cola en uno de ellos a cierta distancia y a un niño ambulante que dejó la escuela. ¡La hora de un frente nacionalista liberal ha llegado! Que sean los honrados y los capaces de todo el país los que saquen la cara por el Perú, bajo la idea unificadora de la patria, la libertad y el bien común.

Raúl Mendoza Cánepa
02 de octubre del 2022

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