Renatto Bautista

El pensamiento de Juan Pablo II: “Familiaris Consorto”

La defensa de la familia en tiempos de crisis

El pensamiento de Juan Pablo II: “Familiaris Consorto”
Renatto Bautista
21 de octubre del 2024


Siempre que escribo una reseña de un libro, pienso en mi buena amiga Claire Viricel. Esta vez, quiero hablar de un libro breve pero profundo, una
Encíclica escrita por un Papa, y no cualquier Papa: Juan Pablo II, una de las grandes figuras del siglo XX. ¿Por qué lo considero así? Porque, mientras muchas personas luchan contra sus demonios internos, este Papa se enfrentó a dos grandes ideologías que sembraron terror en el mundo: el nazismo y el comunismo, ambas manifestaciones del mal. Estas dos ideologías, hermanas en sus métodos opresivos, fueron derrotadas en parte gracias a su lucha inquebrantable.

No sé qué pensarán Claire y su esposo, el maestro Neira, sobre Juan Pablo II; tal vez tengamos diferencias de opinión, pero esas diferencias enriquecen una amistad. Sería muy aburrido coincidir en todo, especialmente en temas tan relevantes para la vida.

La encíclica Familiaris Consortio versa sobre la misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo. Para quienes somos católicos y provenimos de familias que también lo son, la familia es el núcleo fundamental de la civilización. Es por esto que las ideologías anticristianas buscan destruir el matrimonio y la procreación, ya que la familia es el último reducto del sentido común y la privacidad humana. Juan Pablo II expone esta problemática con una gran profundidad intelectual, reflejando la sólida formación que reciben los sacerdotes católicos, quienes dedican una década de estudio en seminarios, abarcando filosofía, historia y teología. En contraste, muchos de los autoproclamados evangelistas carecen de esta preparación, lo que los convierte en charlatanes sin una base académica sólida. Para mí, la Biblia no puede ser interpretada de manera simplista; es un libro complejo, cargado de un profundo significado filosófico y teológico que no todos están capacitados para comprender.

A continuación, me gustaría citar tres pasajes clave de esta encíclica. El primero se encuentra en la página 19:
"El amor es, por tanto, la vocación fundamental e innata de todo ser humano."
Es una afirmación lógica. Todos estamos llamados a formar una familia basada en el amor, el más puro de los sentimientos. Sin embargo, la maldad y el egoísmo conducen a muchos a desviarse de esta vocación, persiguiendo placeres mundanos y vacíos.

El siguiente pasaje está en la página 43:
"Ningún país del mundo, ningún sistema político puede pensar en su propio futuro si no es a través de la imagen de las nuevas generaciones, que tomarán de sus padres el patrimonio de los valores, deberes y aspiraciones de la nación, junto con el de toda la familia humana."

Este fragmento es una contundente lección de realidad y sentido común, especialmente dirigida a los regímenes totalitarios como el soviético. Estos sistemas intentaron controlar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, desde la intimidad hasta la natalidad, imponiendo medidas como el aborto bajo el falso nombre de “derecho”. Las cifras hablan por sí solas: esta ideología anticristiana ha causado la muerte de más de 110 millones de personas en el último siglo. La verdad es que son los padres y los abuelos quienes transmiten los valores y tradiciones a sus hijos. Aunque existen padres que eluden esta responsabilidad, es imperativo que quienes creen en Cristo asuman su deber, incluso en circunstancias difíciles.

Finalmente, el último pasaje está en la página 119:
"El número creciente de matrimonios entre católicos y otros bautizados requiere también una peculiar atención pastoral."

Este punto es clave. En primer lugar, creo que si dos católicos se casan únicamente por lo civil y no optan por el matrimonio religioso, deberían ser excomulgados. No respetar la tradición de la Iglesia y ceder a los placeres del mundo es no entender el verdadero propósito del matrimonio: la construcción de una familia. Además, cuando un católico se casa con un cristiano no católico, la sucesión apostólica permite la unión religiosa con ciertos grupos, como anglicanos, ortodoxos y luteranos. Sin embargo, es responsabilidad del cónyuge católico formar a los hijos en la fe católica y, en la medida de lo posible, invitar a su pareja a abrazar esta fe. La fe católica, que es la única que integra de manera plena la razón y la fe, nos guía para entender el misterio de Cristo, como lo expresaron San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino en sus obras.

Por ello, invito a todo cristiano, especialmente a los creyentes católicos, a leer Familiaris Consortio de Juan Pablo II. Es un texto que no solo refuerza nuestra fe, sino que nos recuerda el papel central de la familia en la sociedad y en la salvación.

Renatto Bautista
21 de octubre del 2024

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