Iván Arenas
El papel de la prensa y el antifujimorismo
Cierta prensa ha sido consumida por el antifujimorismo

En los últimos días ha empezado a tomar forma el debate sobre el papel de la oposición, la prensa y la media en general en relación con la política nacional (sobre todo con algunos partidos y líderes en especial) en medio del caos de la administración Castillo. De alguna u otra manera, cabe decir que en el debate se respira cierto olor de mea culpa de algunos hombres de prensa y en sus medios.
Se hace tarea difícil desarrollar alguna aproximación sobre el rol de la prensa en los últimos años sin el antifujimorismo que algunos medios desarrollaron de manera militante y con pasión, hasta el punto de convertir las salas de redacción en cuarteles de guerra. ¿Qué explica el antifujimorismo de algunos medios y periodistas en ese momento, y que algunos hombres aún mantienen, no obstante sus evidentes yerros?
Para el suscrito todo lo anterior tiene –de alguna u otra manera– conexión con la transición post fujimorato que organizó un sector político, en el que predominaron oenegés y universidades de una sola raíz ideológica. A ello hay que agregar que no habría antifujimorismo ni prensa antifujimorista sin todos los relatos y narrativas que también se organizaron y que hasta el sol de hoy sobreviven, a pesar de las demostraciones en contra de ellos. Dato no mata relato, como se dice.
El propósito de la transición post fujimorista nunca fue la organización de una institucionalidad política que supere todos las falencias, yerros y exageraciones del régimen de los noventa. Más bien fue una transición de la revancha, con el objetivo de excluir a la herencia “inmoral” del fujimorismo del juego político. De alguna manera también se notaba cierto fustán clasista contra el fuerzapopularismo, de raigambre popular y plebeyo.
De allí que los periodistas tomaran los fueros y las licencias del militante y del político. Y de allí también que periodistas con alcance nacional reproduzcan los relatos ideológicos, como el de las esterilizaciones forzadas. De allí también la judicialización de la política y la politización de la justicia; así como la política de la exclusión, la antipolítica, en la que se abandona el acuerdo o el pacto, abonó el terreno para el fértil crecimiento de algunas fuerzas antidemocráticas, colectivismos y movimientos antimercado que se edulcoraban con solo ventilar las banderas del antifujimorismo. La elección de Pedro Castillo, a pesar de todo lo que se sabía, de su procedencia, de su falta de formación y de su insistencia en un proyecto chavista, ha sido la cereza de la torta de la irracionalidad antifujimorista centrada en la pasión religiosa. El adversario se volvió enemigo.
No vamos a soslayar los grandes yerros de la tienda fujimorista, en absoluto; sobre todo durante los primeros meses del gobierno pepekausa, cuando se comprobó que Fuerza Popular era un comando central de campaña y no un partido como tal. Pero eso de ninguna manera justifica que cierta prensa haya sido consumida por el antifujimorismo y abandonado la mejor tradición periodística. Y aquí estamos.
Hoy ha llegado el momento de organizar una nueva transición política, una que sea capaz de construir una nueva institucionalidad con reglas de juego y sobre todo sin la animosidad de excluir al otro. Es decir, organizar una transición política que permita cierta convivencia entre fuerzas políticas con ideologías diversas que se reconozcan como adversarios y no como enemigos. Lamentablemente algunos periodistas no lo han entendido todavía, y exigen la guerra a muerte al fujimorismo.
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