Francisco Swett

El Pacto Social

Se materializa en la economía, la política y las instituciones

El Pacto Social
Francisco Swett
11 de noviembre del 2019


El Pacto Social abarca todo aquello que caracteriza a una comunidad y genera sentimiento de pertenencia en un colectivo social. Está constituido por la historia común, que provee una narrativa que la más de las veces se refiere a hechos relevantes y epopeyas que realzan la nacionalidad; radica en el idioma y la forma de hablarlo que otorga identidad, permite la comunicación fluida y prevalece aún cuando hubiere más de una lengua hablada en el país; está presente en las costumbres, las artes, la literatura, la música, las vestimentas, las religiones y cultos, los hábitos, la cocina y la estructura de las familias. El Pacto social se materializa en la economía y la política, en las instituciones y en los vínculos entre la sociedad y el Estado. Se funde, finalmente, en la cultura que busca afianzar un sentido de nación, de pertenencia, preferencia y querencia. Es un tejido común cuya fibra depende de cuán ética, equitativa y satisfactoria es la convivencia.

La convivencia social requiere de mecanismos de arbitraje que permiten la interacción entre las personas de acuerdo a las normas establecidas y el marco en el que se desenvuelve el entorno económico. Los instrumentos del arbitraje y solución de disputas son el mercado y las Cortes. Mientras más libre es el mercado, en los que los límites de la libertad están dados por el ejercicio de la voluntad de cada cual sin dañar al vecino, mayor es la tendencia hacia la prosperidad, como lo demuestra la historia pasada y presente. De la misma forma, si la administración de la justicia es independiente, alejada de la corrupción, poblada por magistrados éticos y conocedores del Derecho, la seguridad jurídica permite el desarrollo de las instituciones y el arreglo de las diferencias. Los límites del mercado están en la imaginación y, como refleja las condiciones de los actores, su capacidad de negociación, sus intereses y preferencias, este foro de decisiones permite arbitrar las transacciones y disputas en forma mayoritariamente voluntaria, obviando muchas veces la necesidad de delegar a la justicia el arbitraje legal.

Es esa justamente la razón por la cual la izquierda anarquizante ataca inmisericordemente los dos pilares del arbitraje colectivo, y, descendiendo al albañal de la violencia, irrumpe por la vía de la destrucción y el ataque a las instituciones. Es así posible explicar lo acontecido tanto en Quito como en Santiago. Fuimos espectadores o víctimas de los bloqueos, del fuego, de la destrucción demencial de medios de convivencia, como lo son el transporte público, los canales de televisión y los edificios de gobierno; hemos visto el saqueo, el robo y el abuso de malandros contra sus semejantes. Somos testigos de que, transcurrida la fase de enardecimiento de la barbarie, las hordas buscan la impunidad argumentando que son los gobiernos los culpables. Cual Fuente Ovejuna desatada, fueron “todos a una” a matar al comendador y nadie, individualmente, es culpable. Se llega al absurdo entre algunos líderes indígenas ecuatorianos de argumentar que donde ellos están en sus manifestaciones, pasa a ser territorio indígena. Adoptando una lógica que desafía al sentido común, resulta que pueden insultar, pero cualquier regaño contra ellos es muestra de racismo. Invocan sus tradiciones y costumbres, que ellos llaman ancestrales, para individualizar su nacionalidad y reclamar que cualquier vindicta es una violación de los derechos humanos.

La defenestración de Evo Morales tiene, en ese sentido, un significado especial. Va más allá del evento político y representa una manifestación clara de la rebelión de las masas contra el tirano del color o complexión que tuviere; contra la percepción del abuso y de la corrupción desenfrenada que va siempre de la mano del poder absoluto. Lo ocurrido en Bolivia es una catarsis colectiva que busca, a diferencia de lo ocurrido en Chile y de lo que se pretendió hacer en Ecuador, renovar los hilos que unen la costura del Pacto Social. Queda mucho camino por recorrer hasta afianzar los patrones de una civilización que, al final del día, se forjan no tan solo en la economía sino también en todo aquello que otorga sentido de pertenencia en un contexto de equidad y convivencia civilizada.

Francisco Swett
11 de noviembre del 2019

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