El objetivo es crear terror

Semanas atrás fracasó el concierto de un grupo de música salsera de renombre. El evento no tuvo suficiente publicidad y la cita pasó desapercibida. Sucede lo contrario con las llamadas fiestas QR. Según se sabe, existe una red bastante amplia que, de manera clandestina, alcanza a numerosos jóvenes proclives a las desenfrenadas juergas.

La propaganda es la clave. Sirve para propósitos diversos; para dar a conocer nuevos productos, para desacreditar a las personas, para orientar a consumidores y pobladores. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, la propaganda nazi, ideada por Joseph Goebbles, cumplió con lo esperado no solo en Alemania sino también en Austria, Suiza y algunos países nórdicos. Por todos los medios disponibles de la época fue la herramienta de manipulación social más grande vista. Llegó a tal extremo que su influencia alcanzó y socavó núcleos familiares. En los colegios fue determinante. El nivel de amaestramiento en niños y jóvenes no tuvo límites. 

Guardando las distancias, en Perú existen intentos similares. En colegios y universidades, con el aval de ciertas autoridades educativas, el adoctrinamiento socialista es visible. Fue importante el papel que tuvo la prensa en determinados momentos de la reciente historia nacional. Un supuesto espíritu democrático posterrorismo senderista enfiló contra Alberto Fujimori.

Dos décadas después, en 2018, Jorge Muñoz fue elegido alcalde de Lima y, por arrastre, también fueron elegidos numerosos alcaldes distritales en Lima y alcaldes provinciales y distritales en todo el país. A todas luces un aparente renacer acciopopulista, infiltrado por ganapanes y filo extremistas. Ese año, la gran prensa y encuestadoras nacionales dejaron a un lado la imparcialidad y sacaron al conejo del sombrero. El que no pintaba apareció de pronto primero en la intención de voto y después primero en el escrutinio final. Tales medios derrumbaron a quien se perfilaba como ganador antes del bien montado plan de destrucción de la voluntad popular. Ese que pintaba fue Renzo Reggiardo, actual teniente alcalde de Lima Metropolitana. El sambenito de fujimorista fue usado. 

La escalada política contra Manuel Merino, también ideada por la progresía, terminó fuera de control. Dos jóvenes fueron asesinados. Según asegura la Policía Nacional, los policías no usaron armas de fuego durante los disturbios alentados por casi la totalidad de los medios de comunicación. Y, ¡sorpresa!, las cámaras de vigilancia no registraron el momento en que fueron atacados los dos jóvenes. ¿Coincidencia? En un país con tanta confusión es creíble cualquier sospecha con evidencias razonables. 

Los dichos populares son contundentes. Recogen sin más análisis sociológico y filosófico el sentir de la gente: “Mi desprecio es tu peor castigo”, “mi indiferencia mata”. ¿Por qué no usar, entonces, la sabiduría del pueblo para intentar neutralizar al adversario –al comunismo, al enemigo principal– y hacer que sus convocatorias terminen como el concierto de los salseros, sin público, sin seguidores, sin masas dispuestas a incendiar todo a su paso?

No será así porque en ciertos medios existen códigos distintos a la conservación de los valores nacionales y afirmación del Estado de Derecho, democracia y cumplimiento de las leyes y Constitución. Progresistas y extremistas pintados de lúcidos e intelectuales han tomado el control de la opinión pública. La posverdad alcanza a las mayorías. 

Con este panorama, la insurgencia senderista disfrazada de protesta popular tiene asegurada primeras planas y transmisión en vivo, exactamente lo que busca el maoísmo: crear el mayor terror con el fin de acobardar y demostrar que el número de sus cuadros militaristas, de distintos lugares del país, se equiparan o superan a la Policía Nacional. En el mediano y largo plazo, continuará este plan de lucha liquidando poco a poco los cimientos de la sociedad. ¿Qué hacer? ¿Extirpar el mal desde sus raíces?