Darío Enríquez

El mundo de los escenario hiperingenuos

Está claro que no hay garantías judiciales en el Perú

El mundo de los escenario hiperingenuos
Darío Enríquez
21 de noviembre del 2018

 

Estamos viviendo la tormenta perfecta propiciada por los grandes corruptos. En los últimos 18 años y más, una gran red de corrupción internacional, con sede en Brasil, en complicidad con operadores locales mercantilistas —agrupados en el denominado “Club de la Construcción” y liderados por la constructora Graña y Montero— han contaminado proyectos de infraestructura que ascienden en conjunto al menos a US$ 150,000 millones, obteniendo pingües y sucias ganancias por entre US$ 30,000 y US$ 40,000 millones. Pero tú, tan ingenuo, no quieres verlo.

El primer gran éxito de la operación #LavaGraña, perpetrada por los poderes fácticos que hoy controlan a los medios de comunicación, al Ejecutivo y a gran parte del Poder Judicial (les falta la Fiscalía de la Nación, pero tienen a su servicio algunas fiscalías claves) fue lograr que la corrupción de Odebrecht & Cía. se convierta en un tema político para el Perú. Debes recordarlo, tú viste que ellos perdieron parte del control cuando se divulgó la coima a Alejandro Toledo. Tu “héroe” era un vulgar delincuente. Y tú votaste por él para luchar contra la corrupción. ¡Qué ingenuo fuiste! Si pues, tú. No mires al costado, mira al espejo.

Toledo es alguien muy cercano a los poderes fácticos y el gran aparato mediático que, con diarios, radios, TV, encuestadoras y ONG a su servicio, campea a placer por todo el Perú. Es que, aunque caigas una y otra vez en el síndrome de negación, fue precisamente Toledo quien trianguló decisivamente para que El Comercio y La República —dos cabezas visibles de ese operativo— tomaran en forma bastante dudosa la propiedad de América Televisión sin desembolsar un solo centavo.

La salida que encontraron los mafiosos para un eficaz “control de daños” fue sostener a Toledo hasta que viajara a EE.UU. Y solo después, ante la imposibilidad de ocultar por más tiempo la información que llegaba de Brasil, esta se hizo pública, con Toledo ya a buen recaudo en California. Tú sabes que el proceso de su extradición ha consistido en una serie de “errores” consecutivos, configurando una pobrísima opereta sin fin de la que ya nadie habla en los medios controlados por los mismos operadores de #LavaGraña. Te das cuenta, ¿no? Toledo debe ser protegido “sí o sí” por los poderes fácticos, pues “sabe demasiado”. Tú sabes que Toledo nunca será extraditado. Si cae, canta como canario o tal vez sufra un “accidente”, y esas cosas complican demasiado.

Los políticos corruptos, corruptores y corrompidos en los gobiernos entre 2001-2018 son en verdad socios menores de esta megacorrupción. Tú y yo estamos de acuerdo en que deben recibir todo el peso de la ley, pero igual solo son pejes pequeños, y algunos puede que medianos. Pero nada más. Si crees que no es así, te abandonas ciegamente a un escenario hiperingenuo y muy peligroso. Ya pareces pulpín. En medio de la polarización y la enorme manipulación mediática —en muchos casos cercana al hipnotismo— que perpetra el cartel mediático de #LavaGraña, dirás seguramente que estoy defendiendo a los políticos. ¡Demuéstralo pues, imbécil! Retiro esa frase, no es mía. Permíteme que la risa me ensanche la cara. Un poco más.

Simplemente puntualizo algo por demás objetivo. Los grandes peces gordos de la mega corrupción están al mando de esas grandes constructoras que fueron socias de Odebrecht en el Perú. Justamente la más grande de ellas hoy luce ejerciendo todo su poder terrenal sin ningún rubor. Bueno, lo hacen sus fieles operadores, porque su líder está en Madrid, y no es Hinostroza. Ningún medio habla de ello. Los poderes fácticos despliegan en gran forma y penoso estilo todo su poder, sin preocuparse ya de las formas. Tú aplaudes. Ellos han logrado desatar una escalada de odio, violencia y conflicto entre peruanos, que se refleja en las redes sociales. Pero este reflejo será sólo un pálido recuerdo cuando se traslade a calles y plazas del Perú. La tormenta perfecta para que los grandes mafiosos escapen de la justicia que hoy ellos mismos controlan a su antojo. Tú sigues aplaudiendo.

Ya esta escalada nadie la detiene. Si es que no reflexionas, si no te esfuerzas en recuperar aquella conciencia crítica que tenías antaño y le decimos juntos “no” al cartel mediático, en algunos años los historiadores registrarán asombrados cómo así quienes teníamos tanto que perder, no hicimos nada. Evitemos que los cronistas a fines del siglo XXI relaten cómo al final de la segunda década, los peruanos destruimos lo que tanto nos costó reconstruir. Quienes tomamos la posta en 1990 y con mucho esfuerzo sacamos al Perú del insondable abismo en el que nos dejaron, debemos ahora defender a nuestro país.

La megacorrupción, gran parte de esa clase dominante mercantilista que ha parasitado al Perú desde siempre —tú lo sabes, pero al parecer alguien ha intentado borrar ese conocimiento de tu mente y casi lo ha logrado— ha desatado fuerzas para reafirmar su poder. Pero están perdiendo el control, y eso es bueno para ti, para mí, para todo el Perú. Será doloroso recuperarnos, pero debemos hacerlo. Que un país como la República Oriental del Uruguay —el más prestigioso, culto y serio de la región en el contexto internacional— se haya convertido en una suerte de juez sobre el deterioro evidente de nuestras instituciones, es sin lugar a duda un punto de inflexión. ¡No perdamos la oportunidad!

 

Darío Enríquez
21 de noviembre del 2018

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