Arturo Valverde

El milagro de Nochebuena

Sobre un cuento de Guy de Maupassant

El milagro de Nochebuena
Arturo Valverde
23 de diciembre del 2020


La Nochebuena puede ser el momento para compartir un cuento con los hijos o amigos. Y tal parece que el doctor Bonenfant comparte esta opinión pues, a decir del escritor francés Guy de Maupassant, la noche del 24 de diciembre, en que se unen nuestros buenos deseos y pensamientos a horas de conmemorar el nacimiento del Nazareno, puede convertirse también en la ocasión perfecta para recordar que la luz siempre prevalecerá sobre las fuerzas del mal.

Resulta habitual que los personajes de Maupassant se encuentren en una cena o un almuerzo –quizás una reunión especial entre doctores– para que uno del grupo tome la palabra y se encargue de adentrar al lector en su historia. Entonces, el narrador habla a través de ese personaje, en este caso, el doctor Bonenfant.

Este cuento, como en otros del mismo autor, nos plantea el conflicto entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, Dios y el Diablo, el sacerdote y el poseído; conceptos contrapuestos que contribuyen a darle fuerza a cualquier discurso para reforzar una determinada idea. Este caso trata acerca de la milagrosa sanación de una mujer que terminó poseída por un espíritu endemoniado luego de ingerir un huevo; un huevo que su esposo encontró en la nieve. La mujer se come el huevo y siente como si un demonio la atenazara por dentro. Para reforzar este punto, Maupassant, como suele hacer en muchos de sus cuentos, le otorga características propias o cualidades a un objeto (véase La mano, El collar, Las joyas, y otros cuentos).

Así, al parecer, lo primero que se plantea a sí mismo el autor es convencernos de que no se trata de un huevo cualquiera. Para ello, bastará que la mujer nos diga: “¿Un huevo en el camino? ¿Con este tiempo? ¡Estás borracho, seguramente!”. Luego, en palabras del mismo personaje, desliza la idea de que este huevo podría tener alguna propiedad sobrenatural: “¿Si hubiese algo metido dentro de este huevo?”, y su esposo contesta: “¿Qué quieres que tenga?”. ¿Qué más podría llevar un huevo por dentro sino la yema?, pensará usted como lector.

Ya líneas más adelante, luego de tragarse el huevo, la mujer gritará: “¡Le tengo metido en el cuerpo!” y enseguida entra en un estado de locura, y para certificar la condición mental del personaje, el doctor Bonenfant con una sencilla, corta y a la vez perfecta sentencia, dice: “Estaba loca”. ¡Qué mejor y conveniente para el propósito de este cuento, que tener por narrador a un doctor que certifique el estado de demencia de un personaje, con la autoridad que le otorga su profesión!

La mujer terminará exorcizada por un sacerdote, demostrando una vez más, que la luz siempre se impone a las tinieblas. Y claro está, el doctor Bonenfant, al final de su relato, nos regresa a la reunión en que se encuentra, y dice: “No me pude negar a certificarlo por escrito”.

Un detalle adicional es que a lo largo del cuento encontramos, por allí “de repente”, y también “Y de repente”. Lo menciono porque suelo escuchar que muchos sienten algo de pánico al utilizar términos como “entonces”, “de pronto”. Pienso que no debemos tener miedo a un “entonces” o “y de repente”, cuando sea necesario. Y si quiere darse valor, vea usted cómo uno de los más grandes cuentistas nos sirve de ejemplo.

He creído conveniente, a horas de la Nochebuena, compartir con ustedes este cuento de Maupassant para recordar, con el doctor Bonenfant, que la luz siempre se impone sobre la oscuridad, y que el bien siempre prevalece sobre el mal; y que aún en Navidad puede ocurrir un milagro. Que ese milagro sea que los peruanos podamos hermanarnos y entendernos más entre nosotros. Sin duda, un milagro que está en nuestras manos.

Arturo Valverde
23 de diciembre del 2020

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