Darío Enríquez

El hombre que no sabía gobernar

Cuando una persona sin luces ni brillo llega a la presidencia

El hombre que no sabía gobernar
Darío Enríquez
09 de noviembre del 2022


Es difícil imaginar un panorama tan sombrío como el que vive el Perú. Por esas cosas que suceden, sin que haya una explicación clara, una persona con enormes limitaciones intelectuales y morales, ganó la última elección y ocupa hoy la presidencia del país. Las graves consecuencias de tal situación no solamente tiene que ver con que nos avergüence cada vez que se dirige en público a un auditorio nacional o internacional. Tampoco se trata de que conceda muy pocas entrevistas periodísticas, y en esas pocas haya dado muestras tanto de pobrísima cultura y de una oralidad ininteligible. Eso es un agravante a su perfil personal, si consideramos que se trata de un profesor de primaria, responsable formativo de niños que llevarán la marca indeleble de una deficiente educación.

Lo peor de todo son las consecuencias que ya estamos empezando a sentir en el Perú. En un momento crítico, cuando todo indica que nos dirigimos hacia una crisis internacional y requerimos los mejores cuadros técnicos y profesionales para enfrentarla. La escasa formación profesional y  humanística del actual presidente del Perú se refleja en la evidente ausencia de redes socioprofesionales a las que pertenezca. Su acceso a títulos de regularización profesional o maestrías de baja calidad, que además obtuvo en forma fraudulenta, hace imposible que tenga referentes generacionales a quienes convocar. Debió conocer y tratar profesionales de alta calificación, a quienes hoy podría llamar para formar equipos técnicos de gobierno. Pero nunca lo hizo, por lo precario y falsificado de su recorrido académico. A partir del entorno de dudosa calidad moral que lo rodea, solo atrae personajes impresentables, unos peores que otros.

¿Cuál es el impacto de que –salvo honrosas excepciones– el actual presidente tenga como ministros y altos funcionarios a gente que presenta antecedentes criminales, acusa escasa preparación y muestra baja cultura, carencia de escrúpulos e impune tendencia a corromperse? No solamente es que se genere un ambiente sociopolítico crispado y que se abandonen una a una las oportunidades de enfrentar la inminente crisis global. La incapacidad evidente, junto a los enormes despropósitos que perpetra con su visión conflictiva, clasista y estatista, están destruyendo ese clima de negocios fundamental que requiere una economía emergente como la nuestra para propiciar inversión, dinámica económica y generación de empleo.

Desde una insensible y cómplice posición neofascista, partidarios del presidente y su banda de asalariados en redes sociales, pretenden decirnos que el gobierno es exitoso porque los centros comerciales desbordan de visitantes, porque los espectáculos musicales y deportivos son multitudinarios, viviéndose una locura consumista en las aglomeraciones comerciales urbanas. Hay dos razones para ello: 1) Vamos saliendo de la pandemia y no solamente en el Perú, sino en todo el mundo, encontramos un desborde en concentraciones multitudinarias de todo tipo; 2) Seguimos aún viviendo los rezagos del gran crecimiento económico 1992-2012 y las nuevas clases medias más las convencionales mantienen en parte esa capacidad adquisitiva que proviene del denominado “milagro peruano”. Pese a todo lo negativo que perpetraron quienes gobernaron durante la última década, la relativa bonanza aún muestra su potencia.

Las nuevas y viejas clases medias, más la funesta clase alta peruana (en especial la de empresarios mercantilistas), ignoran lo que pasa “en los conos”. La pobreza se redujo entre 1992 y 2012 de 65% a 13%. La pobreza extrema prácticamente había desaparecido en las grandes urbes, aunque quedaba mucho trabajo por hacer en sectores rurales bastante afectados. Hoy el hambre reaparece en las periferias urbanas peruanas. La pobreza alcanza hoy cifras superiores al 30%. Debido a la extrema inoperancia del actual gobierno, cada día que pasa hay 10,000 nuevos pobres en nuestro Perú.

Corrupción, ineptitud y despilfarro en el gobierno nos cuesta muchísimo a todos los peruanos, en especial a las poblaciones vulnerables, a ese “pueblo” que el actual presidente manosea en sus torpes discursos. Los actores políticos y los ciudadanos comprometidos tienen la palabra. Incluso los que pertenecen al ámbito partidario del presidente, deben reflexionar. La permanencia del actual presidente es insostenible y provoca día a día un altísimo costo material, moral y humano. Un proceso que desemboque en una transición hacia nuevas elecciones generales se hace imprescindible. Retomar el rumbo de crecimiento, con un relanzamiento hacia objetivos de desarrollo humano, económico y social que acompañe el crecimiento, se hace ineludible.

Pedro Castillo debe irse. Su permanencia en el cargo implica que cada día que pasa tengamos 10,000 pobres más en el Perú. Una calamidad. Pero debemos presentar una alternativa, de otro modo tendremos más de lo mismo. No olvidemos que Castillo y sus secuaces en el poder son consecuencia y no causa del grave problema que tenemos en nuestro país: el parasitismo social que se alimenta desde clases "altas" que han tenido, tienen y siguen teniendo al Estado como botín. Desde allí se reparte a todo el espectro socioeconómico, generalizando la corrupción, el clientelismo y el meretricio empresarial que llamamos mercantilismo.

Debemos proponer un cambio profundo en la manera de hacer política, gestionando un Estado necesariamente mínimo y eficaz. Debemos acabar con la voracidad de políticos y burócratas sin escrúpulos que roban impunemente el esfuerzo de los ciudadanos honestos. No podemos permitir que el gobierno actúe como si fuera un ejército de ocupación que somete a los ciudadanos, les cobra cupos (impuestos) y no retribuye como debiera con servicios de seguridad, salud y educación en alta calidad. Si no perseguimos este objetivo nacional y transgeneracional para los próximos 50 años, ya nada importará ni nada de lo que hagamos servirá. Ni marchas, ni indignación, ni protestas en redes sociales. Nada.

Darío Enríquez
09 de noviembre del 2022

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