Jorge Varela

El discurso académico violento

Que ensalza y legitima a los vándalos

El discurso académico violento
Jorge Varela
24 de mayo del 2022


Antes de desmenuzar intervenciones específicas de determinados ‘intelectuales orgánicos’ que justifican la violencia, es necesario decir que el autor de este artículo es alguien que respira aires de paz y que no cree valer más que ninguno de los aludidos. Lo primero es proteger la dignidad intrínseca de cada persona, a pesar de las secuelas de sus reales intenciones. Acá se critican ideas enmarañadas que hacen daño al “ser”, desde un enfoque estrictamente democrático, libertario y no-violento.


Académicos de la lengua y de la violencia

Tiempo atrás hubo un programa en la televisión chilena cuyo nombre era: “Los académicos de la lengua”. En él unos cómicos famosos animaban situaciones picarescas, propias de un humor subido de tono, y establecían diálogos de grueso calibre, que divertían a sus devotos televidentes. Durante años su audiencia estuvo compuesta por un público complaciente y gozoso que los acompañó y aplaudió con fervor.

Esta evocación analógica acude a la mente a propósito de lo que se denominará “académicos de la violencia”. ¿Qué tienen de semejante estos personajes y estas academias?, es lo que usted se preguntará. Después del planificado estallido social de octubre de 2019, que fue un intento de insurrección popular pensado y articulado por seguidores fanáticos de entidades marxistas, varios intelectuales –de esos a los que Gramsci agregó el término de “orgánicos”– han consumido millones de sus neuronas y quemado demasiadas calorías en laboriosos esfuerzos por legitimar el empleo de la violencia y eximir de responsabilidad criminal a centenares de bárbaros que desataron el caos urbano, incendiaron medios de transporte público, destrozaron inmuebles habitacionales, educacionales, centros culturales, iglesias, saquearon locales de abastecimiento, atacaron a miembros de la policía, y actuaron peor que bestias rabiosas, sin reconocer dios ni ley.


Pontífices de delincuentes y victimarios
 

Por desgracia muchos académicos sincréticos, parapetados en sitiales universitarios y haciendo uso y abuso de cátedras y medios generosos, se han convertido en pontífices de victimarios irracionales –perversos, resentidos y cobardes– que, al no sentir la cálida ternura del amor en sus pechos vacíos, continúan atacando, movidos por torrentes de odio y maldad social, a personas indefensas. ¿Qué nexo ideológico les vincula a los violentos? ¿Qué pulsión psicótica oscura les conecta y moviliza? 

Porque esos jóvenes vándalos suelen culpar de todo al sistema político-social, a la civilización en que les ha tocado vivir, a ‘los otros’, al megauniverso, incluso a sus víctimas inocentes, en un circuito causal sin fin. Pero jamás están dispuestos a reconocer su naturaleza de monstruos, ni su condición de desalmados que, en una demostración evidente de ética torcida, no respetan a su prójimo ni a sus progenitores. 

Fernando Savater ha escrito que “la barbarie consiste en confundir el trato debido a los hombres con el de los animales y viceversa… O sea, no reconocer a nuestro prójimo específico entre los vivientes” (columna “Barbarie”. El País, 5 de septiembre de 2015). “Homo homini sacra res”: el hombre es cosa sagrada para el hombre, decía Séneca.

¿Serán capaces estas personas que si quieren cambiar a la sociedad, la violencia es el método menos racional? ¿Cómo explicar el desenfreno de tanto truhán suelto mostrando lo peor de sí por calles y plazas, y su disfrute miserable en los carnavales de los ‘viernes santiaguinos’ al atardecer?


Dos profetas extraviados y falsos
 

Lucy Oporto, una destacada ensayista chilena, ha criticado al hueso las posiciones de dos falsos profetas: el fallecido sacerdote católico Mariano Puga y el historiador marxista Gabriel Salazar. Para ella son ejemplos de banalización, de negación y de la peor justificación de los gravísimos hechos ocurridos en Chile en octubre de 2019 (saqueos, incendios, sabotajes). 

Puga sostuvo que “el pueblo tiene derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido”. El mismo Puga imaginaba un gran baile en la Plaza Baquedano (epicentro de la revuelta), al que invitaría, en su incuestionable extravío, “a los que deben taparse la cara para contribuir con su cuota de violencia”.(“El despertar no tiene que morir nunca más”. El Mostrador, 23 de octubre de 2019). En ese artículo señaló que “los que rompen el Metro tienen algo de Dios”. 

Oporto enfatiza que el cura Puga propuso “una deificación de la violencia popular, que legitima en términos arbitrarios e inapelables”. (“Lumpenconsumismo, saqueadores escorias varias: tener, poseer, destruir”. Del libro de Oporto: He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza).

Otra postura delirante es la de Salazar, quien observa que “el ‘pueblo vandálico’ ha realizado la preciosa oportunidad que han tenido en su vida para saquear en grande el modelo más consumista que existe”. Hasta da por sentado que “si el actual movimiento llega a diluirse, dicho pueblo vandálico continuará con los saqueos”, -como parte de una colectiva ‘voluntad de cambiar todo’. Refiriéndose a sí mismo, Salazar expresa, ambiguamente: “algunos vamos a continuar por ahí, transmitiendo, de todas maneras” (entrevista, CNN Chile, 7 de noviembre de 2019).

El juicio de Lucy Oporto acerca de ambos ‘intelectuales orgánicos’ es lapidario: “tanto Puga como Salazar legitiman de modo inaceptable esta violencia, desrealizando el alcance de sus efectos. Puga, a través de su deificación idolátrica de la violencia popular, y Salazar desde su justificación histórica y retrospectiva, a través de la victimización, infantilización e indiferenciación de sus agentes, las cuales encubren una abierta legitimación y propaganda del llamado pueblo vandálico”.

Jorge Varela
24 de mayo del 2022

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