Manuel Gago

El compañero Felipe Cossío del Pomar

Autor del libro “Víctor Raúl”, biografía de Hasta de la Torre

El compañero Felipe Cossío del Pomar
Manuel Gago
05 de julio del 2023


Hugo Neira, tal vez el último de los historiadores, escritores y sociólogos de raza, contó en este portal su encuentro en Valencia (España) con el escritor, pintor y activista político Felipe Cossío del Pomar (Piura, 1888-1981). Celebro este y demás escritos publicados por el maestro Neira en este medio. 

De Cossío del Pomar no sabía gran cosa, a pesar de que siendo adolescente mi padre me entregó el libro Víctor Raúl (Editorial Cultura, México D.F. 1969), la biografía de Víctor Raúl Haya de la Torre de su autoría, escrita de primera mano, de la fuente misma según relata Hugo Neira, por la correspondencia que mantenían ambos personajes. El libro llegó a mis manos por razones políticas. Mi abuelo paterno, aprista hasta el tuétano, estuvo preso en la isla El Frontón, cárcel acondicionada para los adversarios del presidente Luis Sánchez Cerro. Por su lado, mi padre contaba que siendo escolar escuchó en persona a Víctor Raúl. La claridad de sus propuestas, la energía con que sus palabras eran dichas y la portentosa imagen del “compañero jefe” lo sustrajeron del lugar. “Fui poseído, elevado, apartado”, decía. 

Por Víctor Raúl, de Cossío del Pomar, también nos enteramos de sucesos perdidos en la telaraña histórica. Una de ellas, la carta que el libertador Simón Bolívar envía al poeta y político ecuatoriano José Joaquín de Olmedo. “He llegado –le dice– al país clásico del sol de los Incas. Aquí el verdadero sol es el oro”. Prosigue y escribe de “gentes sin noción de responsabilidad social, ávidas de fasto y oropeles. Hombres en crisis, ignorancia democrática, heterogeneidad étnica y costumbres en pugna”. De Lima, el llanero recuerda a “un triste personaje que lo saluda poniéndose en cuatro patas”; exactamente como un humilde poblador hizo en Huancayo, arrodillado, suplicante ante el gobernador regional de Junín. Espectáculo conmovedor, deprimente, de triste recordación. 

En Víctor Raúl, Cossío aborda el turbulento devenir peruano sin faro que alumbre la salida de su desdicha. A manera de prólogo escribe que “por cada doctorado en las universidades, saldrán cien espadones para garantizar el orden que es anhelo general. Y el orden será fetiche que justificará a dictadores salidos de cuarteles y escuelas militares donde se exalta el respeto a los galones. Y el militarismo comenzó a dar mariscales, generales, padres de la patria, restauradores, benefactores; una casta engalonada que pone la libertad bajo su bota”. 

El piurano también pone sobre el tapete un suceso olvidado sobre Serafín Delmar, seudónimo de Reynaldo Bolaños Díaz (Huancayo 1901-Santiago 1980) quien, en el autoexilio, se fue del ingrato mundo que le tocó vivir. La misma suerte de Cossío: deportado y exiliado, volviendo a Lima a dejar sus huesos un año antes de su partida definitiva. Cuentan de Serafín que estuvo en capilla, preso, acusado de complicidad por el primer intento contra la vida de Sánchez Cerro. Por esas cosas del destino no esclarecidas, el poeta y escritor huancaíno tuvo en su poder el arma que fue disparada contra Sánchez Cerro. ¿Por qué Reynaldo Bolaños es ignorado por sus paisanos? Por la razón sencilla de cantarles sus verdades: “Huancayo no piensa ni sueña. Vegeta espiritualmente. Afanosa del lucro, la camisa limpia, olvida tristemente las funciones del cerebro. Jamás se emocionó ante el verso, ante un cuadro, ante el paisaje suyo de una belleza única. Nunca la apasionaron los combates de la inteligencia, nunca le urgieron los martillazos de la idea; si hizo periodismo fue para derramar sus menudos y ratoniles odios lugareños. Nunca un periódico de verdad, una tribuna alta que enseñe y aleccione. Pueblo politiqueril y negociante, lo acuso de falta de espíritu. Frívolo que se moderniza estrangulando el alma, con manos avaras y ojos fenicios”.

Casi un siglo después de Bolaños, surge en Huancayo un inusitado interés por la lectura en una microscópica elite que intenta avivar la ciudad. Sus ferias del libro son una muestra.

Gracias, Hugo Neira, por contribuir grandemente al valor del conocimiento.

Manuel Gago
05 de julio del 2023

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