María Cecilia Villegas

El compañero Vaticano

El compañero Vaticano
María Cecilia Villegas
21 de enero del 2016

El narcotraficante y las admiraciones que desata

Algunos pobladores del distrito de Campanilla de la provincia de Mariscal Cáceres, en San Martín, se reunieron en la plaza principal informados de la posible llegada de Demetrio Chavez Peñaherrara  (a) “Vaticano”, el capo del narcotráfico peruano detenido en 1994, liberado recientemente tras cumplir su condena. Sus vecinos lo esperaron con ilusión. Susan León, vinculada románticamente al narcotraficante quiere “unir fuerzas con él, hacer una película y ganar dinero.” Y aunque usted no lo crea ya se está hablando de una miniserie sobre su vida.

Durante los ochenta y principios de los noventa, Pablo Escobar Gaviria, fue el jefe máximo del Cartel de Medellín, responsable directo del asesinato de miles de personas a través de una organización de sicarios. Escobar no se amilanaba cuando de actos terroristas se trataba, como el uso de coches bomba. Así y todo llegó a ser Diputado en Colombia y querido bastante en Medellín al haber construido varias obras para el pueblo, desde 50 canchas de fútbol hasta un barrio entero al que se le conoce como “el barrio Pablo Escobar”. Sobre su vida existen numerosas series de televisión, libros y películas, como si fuese alguien a quien admirar.

Joaquín “el Chapo” Guzman, líder del Cártel de Sinaloa, fue hasta hace unos días el hombre más buscado del mundo por el FBI. Tiene una fortuna calculada en más de mil millones de dólares y ha sido considerado 67 en el ranking de las personas más poderosas del mundo. Aparentemente habría seducido a la actriz Kate del Castillo, quien se sentía emocionada por el cariño que este le demostraba. Ello, a pesar de que “el Chapo” habría asesinado entre 2000 y 3000 personas, y su organización estaría involucrada en el tráfico de mujeres y niños.

Estos tres casos muestran, primero, lo que sucede en una sociedad donde no existen principios, donde el poder del dinero y del más fuerte amedrentan y compran conciencias, amigos y seguidores. Además, grafica lo que sucede cuando los ciudadanos no confían en la clase política. En Campanilla los habitantes sostienen que el Estado se ha olvidado de ellos, y que el único que alguna vez invirtió ahí  fue “Vaticano”. Kate del Castillo dice creer más en “el Chapo” que en los políticos y en la Iglesia Católica.

La congresista Rosa Mavila, presidenta de la comisión que investiga la infiltración del narcotráfico en los partidos, advirtió hace unas semanas que el Perú aún no sería un narcoestado, pero que hay elementos que revelarían la tentativa de infiltración en la política. Además recomendó enfatizar el control del financiamiento de las agrupaciones independientes en provincias. Sin embargo, cuando ella y Javier Diez Canseco se integraron, llenos de ilusión, a las filas de Gana Perú poco les importó que Nancy Obregón, vinculada a narcotraficantes en Tocache, perteneciera a esa bancada. No preguntaron por el financiamiento del partido, ni cuestionaron que su coleguita de lista primero, y bancada después, Eulogio Amado, fuese conocido como “el come oro”.

Si queremos acabar con el crimen organizado los partidos políticos tienen que asumir responsabilidades sobre a quienes llevan en sus listas parlamentarias, pero, además, los miembros del partido tienen que serlo también individualmente. Es en época electoral, cuando los aportes llegan generosos, que los políticos como Mavila, se hacen de la vista gorda y prefieren no mirar al compañero de lista.

Por María Cecilia Villegas   

 
María Cecilia Villegas
21 de enero del 2016

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