Iván Arenas

El clasismo que no nos deja

El clasismo que no nos deja
Iván Arenas
26 de julio del 2017

La explicación del radicalismo antifujimorista

En ese sinuoso camino para tratar de entender al antifujimorismo de un sector de peruanos, quizá el clasismo sea una de las explicaciones, aunque —como es obvio— no se quiera reconocer. Hasta cierto punto el antifujimorismo de un sector de peruanos es entendible por algunas razones. Entre ellas, porque el fujimorismo tiene un pasado autoritario y porque de alguna manera la política en democracia se organiza en torno a la competencia —a veces feroz— entre partidos políticos. Ello es entendible.

No obstante, el incisivo antifujimorismo de hoy no se explica solo porque el fujimorismo haya heredado el autoritarismo albertista. Si es así, entonces ¿cómo se puede entender el febril antifujimorismo de Mario Vargas Llosa, por ejemplo, quien en España tiene buenas relaciones con el Partido Popular, creación de Manuel Fraga, conspicuo ministro de la dictadura franquista? Quizá vale agregar que hoy el fujimorismo —es decir, Fuerza Popular— participa de forma democrática en tres quinquenios y hoy sea la primera mayoría en el Congreso. Y si a ello le agregamos que la propia Keiko Fujimori esté a un paso de romper definitivamente con el albertismo autoritario, entonces hay allí bastante mérito. ¿Por qué no hay reconocimiento alguno? En todo caso, dejamos la pregunta.

Quizá el extremismo antifujimorista del que muchos peruanos —cultos e informados— hacen gala tenga otra explicación: el clasismo que no nos deja. ¿Cómo así? Bueno, primero debemos recordar que el clasismo no es cosa nueva. El antiaprismo del siglo pasado —además de contener un fondo ideológico— tenía también mucho de clasismo. Las oligarquías y las izquierdas intelectuales del siglo XX calificaban despectivamente al aprista como “búfalo”, y entre los pasillos de las academias zurdas siempre se dudó de la capacidad intelectual del militante de Alfonso Ugarte. ¿Por qué este clasismo antiaprista? Porque el aprismo del siglo XX fue una reacción de clases plebeyas y cholas contra las oligarquías y contra el marxismo intelectual y cultural.

Algo de ello hay en el antifujimorismo de hoy. De allí que cuando en las redes sociales se ataca al votante o al simpatizante fujimorista, los calificativos rondan alrededor de su poca capacidad intelectual. El fujimorista es parodiado como el cuasi bruto e ignorante, cuyo único fin es conseguir un táper. Aquella es la imagen que el antifujimorismo ha logrado imponer hacia el militante naranja. Pero aquella calificación es a todas luces injusta. ¿Por qué no se califica como tonto o bruto a quienes votaron por Toledo o Humala, ambos expresidentes envueltos en intrincados casos de corrupción? ¿O por qué no se califica malamente a quien votó por PPK, presidente que ha demostrado pocas habilidades para lograr un Gobierno sensato?

Si a ello le añadimos que hoy, el fujimorismo intenta representar a un sector plebeyo, popular y cholo, el clasismo antifujimorista está claramente nítido y fundado. ¿Cómo entender que los sectores populares apoyaron masivamente a Keiko y no a la izquierda limeña o a los pepekausa? ¿Cómo entender que personajes que representan a la clase culta e informada del país tienen un razonamiento de antifujimorismo visceral, pero mantienen excelente relaciones con partidos con herencia autoritaria de Chile o España?

El marcado clasismo antifujimorista de este siglo y el antiaprismo del siglo pasado envenenaron el espacio público. llegando a vetar a ambas agrupaciones. Ese clasismo contra los sectores plebeyos y populares es el que ahora se trata de soslayar.

 

Iván Arenas

 
Iván Arenas
26 de julio del 2017

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