Tino Santander

El baile de los que sobran

En el Perú la gente no tiene ninguna expectativa en el Estado

El baile de los que sobran
Tino Santander
28 de octubre del 2019


“El baile de los que sobran”
la emblemática canción de la banda de rock Los Prisioneros, de Chile, se ha convertido en el himno de la rebelión popular y del hartazgo de la inmensa mayoría contra el modelo económico implementado por Pinochet y continuado servilmente por los partidos de izquierda y de derecha. Ninguno de ellos se atrevió a modificar las políticas de la tecnocracia neoliberal pinochetista. La clase política chilena fomentó, con su demagogia e incompetencia, enormes expectativas al pueblo mapocho, que veía que su país crecía económicamente. Sin embargo la educación, la salud y los servicios públicos son carísimos. 

No es una conspiración chavista, como señalan algunos analistas que salen a cazar fantasmas cuando se critica al modelo neoliberal; el pueblo chileno no se moviliza bajo la consigna de los izquierdistas del siglo pasado: ¡El pueblo unido jamás será vencido! Simplemente la gente quiere libertad económica y justicia social. Las derechas no entienden que las desigualdades generan grandes resentimientos. Los chilenos, no seguir siendo engañados por los políticos que prometen todo para estar en el poder. 

Lo que sucede en la patria de Neruda nos debe servir a los peruanos para vernos en ese espejo y preguntarnos ¿por qué en el Perú no hay una rebelión semejante a la de Chile o Ecuador? A pesar de tener diez millones de peruanos sin agua, de tener la salud y la educación más precaria de Latinoamérica, de ser un país de inmensas desigualdades sociales y económicas, y sobre todo de tener un presidente golpista y corrupto que conduce el país a la deriva institucional y económica.

Algunos científicos sociales promovidos por el gobierno señalan que una de las causas de la indiferencia o calma popular es la lucha contra la corrupción que está procesando judicialmente a los expresidentes por sus fechorías, y eso frena la ira popular contra la clase política. Esos analistas no comprenden que en el Perú la gente no tiene ninguna expectativa en el Estado; tampoco le importa las proclamas de los gremios empresariales sobre la necesidad de crecimiento económico, porque ellos no están en la fiesta, simplemente no existen. 

La inmensa mayoría vive al margen de la política limeña y desconfían del cartel mediático (El Comercio; Canal N; Canal N; RPP; Exitosa; La República y algunos pasquines oficialistas). No creen en nada, ni en nadie; solo creen en su trabajo y no les interesa otra cosa. No tienen himnos revolucionarios, ni existe un ritmo musical aceptado por todos. Si algo caracteriza al Perú, es que está dividido en regiones, culturas, subculturas, grupos, clases, estamentos, pueblos, comunidades, asociaciones, frentes de defensa, sindicatos, ongs, etc. y, cada una de ellas tiene una idea diferente sobre el Perú y su futuro.

Entonces, ¿Qué une a los peruanos? La informalidad, la corrupción solapada, el racismo, la redes criminales que hegemonizan las instituciones públicas y privadas, el narcotráfico, la tala ilegal, la minería ilegal; actividades ilícitas que conviven armónicamente con el Perú oficial; son mundos que se alimentan y que dirimen sus contradicciones con acuerdos en actas, en promesas y, en prebendas; la inmensa mayoría no tiene conciencia de sus derechos, menos de sus obligaciones; esta es la gran diferencia con el pueblo chileno que tiene casi el triple de ingreso per cápita que el peruano, una economía más desarrollada y una conciencia elevada de sus obligaciones y derechos.

La tarea de la clase política es educar no mandar; es redimir no defraudar; es convertirse en una elite que acabe con la informalidad y la corrupción. Esta es la utopía de las nuevas generaciones y la tarea impostergable si queremos ser un país viable como Chile, a pesar de sus problemas.

Tino Santander
28 de octubre del 2019

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