Aldo Llanos
El anticristo en la política (parte 2)
A los líderes no se les entrega la vida, sólo a Dios

Reconocer políticamente al anticristo es de un modo u otro, reconocer su “marca” en sus seguidores, operadores y en sus políticas. Lo primero que se nos viene a la mente con respecto a esto es el 666.
En el libro del Apocalipsis se menciona que el llamado “falso profeta”, quien hace las veces de “asesor de marketing” del anticristo, será quién fomente su puesta para dejar en claro públicamente a quién se le entrega la vida. Quiénes se nieguen a ser marcados, serán “decapitados” por haber dado testimonio de ser fieles al Dios verdadero (Ap. 20:4)
En la Biblia, la marca es descrita como algo visible a todos, nunca escondida. Las marcas en el A.T., ya habían sido utilizadas por el mismo Dios para preservar a los justos y fieles con Él, de los castigos que caerían sobre una población. Además, también las llevan los esclavos, quienes las portaban para reconocer fácilmente a sus dueños.
De acuerdo a esto podríamos sugerir alguna analogía con los actuales números de identidad ciudadana que nos permiten identificarnos desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, sin embargo, el 666 es referida todas las veces en el Apocalipsis, como la “marca de la bestia”, la charagma en griego, que hace pensar en un modo por el que sus portadores, harían notar su pertenencia al mal. Por ello, la marca será, ante todo, un distintivo de adhesión a alguien más que a algo.
Por otro lado, el número siete es bíblicamente el número que nos señala la perfección de lo divino (el Dios verdadero), por lo que el seis implicaría que el anticristo será tan sólo un hombre y no un dios, por más que este se esfuerce en que lo vean de ese modo. Esto, debido a su egolatría colosal, la cual, no es más que el primer pecado del universo, el pecado de Satanás con el que arrastró a un tercio de los ángeles del cielo.
Por lo tanto, la marca del anticristo, con la que podrían ser reconocidos públicamente sus seguidores y operadores, señala a quienes absolutizan a una persona y sus ideas, y no a Dios, tal y como se ha visto a lo largo de la historia humana, con el culto a la persona de diversos líderes políticos. De aquí podemos colegir, que un cristiano no debe absolutizar a un líder político, así como tampoco ninguna ideología política, sino relativizarla, ejerciendo un saludable pensamiento crítico.
A los líderes y sus ideas, no se les entrega la vida, sólo a Dios, por lo que el anticristo (o sus operadores en el horizonte histórico), podrían ser reconocidos al exigir esto a las muchedumbres. Para ello, requerirán siempre del poder, sea económico, militar, religioso o político, como para confrontar o seducir a poblaciones enteras. ¿Y si el anticristo quisiera confrontar o seducir a todo el mundo? Pues requerirá de un gran poder transnacional y de un orden mundial a su disposición como para coactar económica y políticamente a naciones enteras: “Te daré medicinas, alimentos y créditos si llevas mi marca en tus políticas nacionales” o seducirlas: “Resolveré todos los problemas que te aquejan y haré la utopía realidad”
Quizás por ello, se ha hecho muy conocido un discurso atribuido a Paul Henri Spaak, quién fuera uno de los fundadores de la Comunidad Económica Europea (1948) y secretario general de la OTAN entre 1957 y 1961, cuando dijo: "Nosotros no queremos más comités, tenemos ya demasiados. Lo que nosotros necesitamos es contar con un hombre que posea la suficiente estatura para unir a todas las demás personas y que nos saque de esta crisis económica en la que nos estamos hundiendo. ¡Mándenos a ese hombre! Lo vamos a recibir, lo mismo si viene de Dios como si viene del diablo".
Si los principales líderes del mundo poseyesen este tipo de pragmatismo, entonces, la llegada del anticristo y la puesta de su marca, sería inminente.
(Continuará)
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