Educar es importante y trascendente

Frente a una crisis planetaria sin precedentes en la historia moderna, y cuya incidencia en nuestro país se evidenciará con mayor fuerza en los pobladores de sectores económicamente más necesitados, requerimos asumir con coraje y serenidad las responsabilidades que nos competen. Ya sea como ciudadanos, empleados, funcionarios, empresarios o gobernantes, toda vez que la vida y labores seguirán su curso; no obstante, cuanto más ordenada sea la salida, sus beneficios a futuro resultarán mejores. 

En esa línea de pensamiento, al observar las inquietudes de padres de familia, maestros y estudiantes en relación al devenir educativo y las nuevas condiciones derivadas del proceso de aislamiento familiar o cuarentena, interesa señalar que el desarrollo de las operaciones en torno a la denominada “educación remota” constituye en verdad una rápida respuesta. Una respuesta que lleva, junto a sus aciertos, una serie de limitaciones que se agravan cuando la vinculamos tanto al complicado contexto sanitario como a la diversidad económica, social, cultural y tecnológica que caracteriza el momento.

Por ello, resulta preocupante la serie de opiniones de muchas personas, sobre aspectos metodológicos, didácticos, así como la migración de estudiantes de instituciones privadas a públicas, disminución de pensiones, formas de evaluar, cumplimiento del currículo, entre otros temas. Y por error u omisión, se va dejando de lado un problema central que, a nuestro juicio, es el de la calidad que acompaña este proceso, lo cual sustentaría la “pérdida” o no del año escolar. 

Datos oficiales y extraoficiales insinúan que las condiciones favorables para el retorno de los estudiantes a las escuelas, colegios o universidades son en verdad remotas. Por tanto, debemos, en la línea de lo que se viene haciendo, poner esfuerzos en la ejecución de estrategias que, asegurando pertinencia y calidad, lleguen a todos, evitando la ampliación de las actuales brechas y el incremento de la pobreza. 

En ese marco, interesa contar con un plan de acción específico que, considerando la diversidad mencionada, plantee acciones concretas “ingeniándose” competencias de y para esta emergencia. Y convocando a profesionales con experiencia (no amigos “expertos” en consultorías) que coadyuven a superar las actuales deficiencias. Sobre esa base, se deben determinar los instrumentos que permitirán su ejecución (laptops, tablets, libros), así como los medios de comunicación (Internet, TV, radio, plataformas virtuales, entre otros) que, dejando de lado el maquillaje, incentiven y liberen las capacidades docentes en la interacción con sus estudiantes, en el trabajo colaborativo institucional y en la relación con padres de familia.

Finalmente, se debe asegurar una mayor cercanía y coordinación entre el ministerio, las direcciones regionales y unidades de gestión local, priorizando lo pedagógico-emocional, modificando la actual tendencia de exigir información burocrática e intrascendente en la relación con directores y docentes. 

Construir lo señalado demanda esfuerzo, hacer bien las cosas y dejar de cantar triunfos, cuando la realidad nos muestra que andamos por ruta equivocada. No olvidemos jamás que toda improvisación conduce al fracaso, y que en momentos de crisis el reconocimiento y superación de errores allana el camino para repensar y actuar colectivamente con celeridad. Preparémonos también para cambios pendientes, a expresarse en una reforma educativa descentralizada que, recogiendo progresos logrados, trascienda a futuro asumiendo los avances científico-tecnológicos, las necesidades de desarrollo social y las expectativas de la población, considerándolas eje prioritario del desarrollo regional y nacional.