Iván Arenas
¿Dónde radica el poder de Castillo?
En el discurso anti establishment y la baja aprobación del Congreso

Pedro Castillo es aún primer mandatario, y todo indica que lo será por un tiempo más, no obstante todas las denuncias y las pruebas casi irrefutables de corrupción, los sucesivos yerros de su gestión, su poca formación cultural, el rechazo mayoritario de la ciudadanía en las encuestas y una incisiva oposición en el Congreso. ¿Por qué? Es decir, ¿por qué Castillo, a pesar de todo lo mencionado, no cae?
Existen diversas aproximaciones a este tema. Para el suscrito, si Pedro Castillo aún no ha caído se debe sin duda a que aún tiene legitimidad. En los manuales de las ciencias sociales se suele asegurar que el poder emana de la legitimidad. En otras palabras: no hay poder sin una legitimidad real.
Entonces, quizá la pregunta debería plantearse bajo otros términos: ¿dónde está el poder y la legitimidad de Pedro Castillo? Como decía líneas arriba, el poder y la legitimidad de Castillo se basan en dos columnas que hasta el sol de hoy le dan maña para mantenerse en la primera magistratura.
Como sostuve en una columna semanas atrás, una primera viga maestra sería el desarrollo de un discurso y una actitud anti establishment desde el propio Gobierno. Es decir, todo indica que en el ala doctrinaria perulibrista se ha llegado al convencimiento de que la administración Castillo debe evitar convertirse en establishment o ser absorbido por la maquinaria limeña, con sus medios y sus periodistas. De allí la idea de no “humalizarse” o de resistirse a ir por el “centro radical”.
En el propósito de desarrollar un discurso y una actitud anti establishment contestataria, desde la línea doctrinal de Perú Libre se apela a diversas pequeñas batallas que suelen ser económicas, históricas, políticas y –lo fundamental– culturales. De allí también que Castillo llegara a usar el sombrero de tuquillo e interpele de manera constante a la Lima de los barrios mesocráticos y sus medios.
En un país como el nuestro, donde el clasismo y el racismo aún imperan, no obstante el mestizaje en los mercados populares y del capitalismo emergente, el software de la victimización racial y de clase de la administración Castillo es aprovechada hasta los cielos. He aquí la primera viga.
La segunda viga es la propia oposición democrática en el parlamento y en las calles. Es cierto que hasta el momento la resistencia de la oposición parlamentaria ha impedido el desarrollo de la estrategia de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, en la propia oposición no se han entendido tres ideas principales: la primera es que se está combatiendo a un adversario que bebe de la tradición más ortodoxa del marxismo, por ende no es “cualquier” adversario; la segunda, sobre el sagrado asunto de la legitimidad y el poder; y la tercera, que existe un mundo popular y plebeyo que debe ser conquistado y representado.
La oposición en el parlamento ha gastado balas de plata en pedidos inútiles y reiterativos de vacancia de la presidencia de la República; como gastó balas cuando trataron a todo pulmón de relacionar a Castillo con Sendero Luminoso al día siguiente de asumir el mandato; no obstante los problemas reales de la gente real, de las miles de familias que hoy padecen las consecuencias económicas de un Gobierno incapacitado para la gestión. En otras palabras: un parlamento que no representa a sus electores, que no representa al mundo plebeyo y que no hace política plebeya solo es una tabla de salvación de Castillo. Y Perú Libre se ha dado cuenta de semejante regalo.
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