Disparándose a los pies

El Gobierno de Perú Libre parece tropezar de manera voluntaria y reiterada con los escándalos políticos. Al comienzo, se podía afirmar que era por inexperiencia en los asuntos de gobierno; pero en ese caso, lo recomendable era buscar asesores competentes, establecer indicadores, hacer seguimiento al cumplimiento de objetivos y realizar la respectiva evaluación. 

Sin embargo, lo que ha mostrado el Gobierno es una contumaz reiteración en el nombramiento de personajes con un pasado que genera inquietud y serios cuestionamientos ante la opinión pública. Más aún si desde la cúspide del poder Ejecutivo se opta por el secretismo y se niegan las entrevistas con la prensa, nacional y extranjera.

Es la falta de transparencia lo que genera desazón; o en todo caso, las excusas tan pobremente elaboradas las que terminan por mellar la institución de la presidencia. ¿Acaso no son usos y costumbres democráticas que los mandatarios den a conocer sus planteamientos y estén dispuestos al intercambio de opiniones? 

Sin mensajes claros, difícilmente se podrá combatir la pobreza. Tampoco se generará el empleo formal que requiere la ciudadanía para mejorar su calidad de vida, sobre todo cuando debe hacer frente a la secuela de la pandemia. La razón es meridianamente clara, los inversionistas se guían por los mensajes emitidos por los actores políticos y es en función a ellos que deciden desarrollar proyectos que demandan puestos de trabajo. 

Si las calificadoras de riesgo reciben de un presidente el mensaje que cambiará la Constitución, que llevará a cabo una segunda reforma agraria y, en simultáneo, no especifica en qué van a consistir esos cambios, produce incertidumbre. ¿Quién se animaría a transformar un desierto en un campo productivo si no tiene claro que su propiedad será respetada? 

Y, así sucesivamente ocurrirá con otros sectores económicos, se inhibirán de invertir. A la fecha, los principales analistas económicos estiman que para el 2022 la inversión privada continuará cayendo en siete puntos porcentuales. Lo que significa que la posibilidad de encontrar empleo digno y bien remunerado tomará más meses y vastos sectores de la población seguirán siendo empujados hacia el subempleo, ese que no conoce a la Sunafil ni parece interesarle a ella. ¿Eso es lo que se desea lograr?

Hay quienes anuncian con bombos y platillos que el Producto Bruto Interno del presente año será uno de los más altos de la historia republicana, pero no se han percatado que el crecimiento del 2021 es tan solo 1% mayor comparado con el del 2019, mientras que la población habría crecido en promedio más de 1.7% en el mismo período. Es decir, más pobres en un país rico. 

Cierto es que el déficit fiscal del 2021 ha disminuido, pero esto se debe a los ingresos excepcionales de la minería, producto del alza de los precios de los metales que producimos. No obstante, nadie puede asegurar que mantendrán sus precios en el futuro; por consiguiente, el riesgo de que la solidez de la macroeconomía peruana se vea afectada es cada vez más alto.

Por otro lado, es cierto que la vacancia no ayuda a la gobernabilidad. Pero sucede que quien más contribuye al resquebrajamiento de esa gobernabilidad parece estar residiendo en el limeñísimo distrito de Breña.