Cecilia Bákula
Dina y la recurrencia de errores
La Presidente no comprende las responsabilidades del cargo que ejerce

Una vez más, el avispero nacional está muy agitado. Y es que la propia Presidenta lo genera, y de una manera tan eficiente que se ve perjudicada, como si pusiera especial empeño en hacerse daño.
Hace unos días se supo de una supuesta negociación para evitar un proceso contra su hermano, quien podría estar gravemente comprometido en escándalos asociados a la cercanía maliciosa al poder. Pero las cosas no quedan allí, ya que la presidenta Dina Boluarte se encuentra una vez más en medio de un nuevo escándalo: esta vez porque se ha denunciado, y está en investigación, su supuesta ausencia del cargo que ostenta durante 12 días. La razón: haberse realizado una serie de retoques estéticos y una rinoplastía, a fines de junio del 2022.
Los detalles de este hecho y las implicancias salieron a la luz hace apenas unos pocos días a partir de las noticias, bastante detalladas, dadas por un semanario, a las que se acogieron los medios de comunicación y las redes sociales, que han estado muy activas sobre este particular. Se ha brindado detalles como que la cirugía se realizó en una clínica conocida e identificada y a partir de una cita obtenida gracias a las gestiones de quien es asistente personal y amiga muy cercana de Boluarte. De inmediato la prensa requirió declaraciones y aclaraciones y, como sucede muchas veces, las medias verdades son más dañinas y perniciosas que la transparencia por lo que todo el “embrollo” se ha ido enturbiando más y más la situación.
Estos hechos tienen varias lecturas pero todo debe pasar por la indispensable legalidad y absoluta transparencia; ante la exigencia de la prensa, el señor Hinojosa, jefe de prensa de Palacio de Gobierno se escudó en señalar que “La Constitución establece un derecho fundamental de todo ciudadano: el derecho a la intimidad personal, este derecho también le asiste a la Presidenta. Por lo tanto, no me voy a pronunciar sobre aquellos actos que formen parte de la esfera privada de un ciudadano y más aún de la Presidenta”, y que por ello, amparándose en ese derecho, no se iba a pronunciar sobre actos que él entendía correspondían a la esfera privada de la presidenta, defendiendo su derecho a la intimidad… Es decir que si no se va a pronunciar sobre esos hechos, es porque sí sucedieron; no desmintió ni negó y, peor aún, equivocó los argumentos. En otro momento de la conferencia de prensa, el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, indicó: “desde que yo colaboro con ella”, dejando entrever que los hechos señalados corresponden a una etapa en la que él no tenía la responsabilidad que tiene ahora: una falacia argumentativa.
Como señalo, lo que Boluarte ha hecho tiene muchas lecturas y si bien ella puede desear verse mejor, porque vana ilusión puede tener todo humano, lo grave puede entenderse desde varios aspectos: la oportunidad, el silencio, la falta constitucional, la incomprensión de sus responsabilidades y la incongruencia conductual.
Entiendo el tema de la oportunidad ante la grave realidad que vive el país, toda vez que a pesar del malestar que parece le causó el conocer las cifras reales del crecimiento de la pobreza, es innegable el hecho de que en el Perú, nuestros niveles de retroceso son más que alarmantes y hemos llegado a cifras casi peores a aquellas que mostramos y vivimos en tiempos de pandemia y como bien han señalado los analistas, estas cifras le golpean únicamente a ella pues reflejan los meses de tremendo desgobiernos y secuencia de errores en el manejo de la economía, la falta de incentivo a la inversión privada y el creciente sentimiento de inseguridad y desesperanza.
El silencio lo entiendo respecto al hecho grave de querer ocultar una realidad que, por un lado sale a la luz sin tapujos y, por otro, implica que hay quienes ocultaron los hechos que preocupan. Adicionalmente, pareciera que hay una intencionalidad a motivar a personas de su entorno a que se falte a la verdad y ello se hace realidad no solo cuando se dice una mentira, sino cuando se oculta la verdad incumpliendo un mandato de hacerlo o ella se oculta con falacias y medias verdades.
El tema de la posible falta constitucional es gravísima y la presidenta Boluarte no puede dejar de comprender que ella sola, solamente ella se pone en la peor situación de riesgo político y al hacerlo, desequilibra aún más la frágil situación política del país, fragilidad a la que ella viene colaborando pues no podemos dejar de recordar que ella fue parte de una plancha presidencial desde inicio muy enclenque y que es parte y continuidad del gobierno de Pedro Castillo y que en los 17 meses que lleva a cargo del gobierno, no ha estado ajena a escándalos políticos, agravados con contundencia en los últimos meses, incluyendo los temas no esclarecidos de los Rolex y el inoportuno reclamo a RENIEC.
Sobre el tema de la posible inconstitucionalidad, en necesario comprender que nuestra Carta Magna contempla en sus artículos 114 y 115 la posibilidad de la incapacidad temporal o permanente del mandatario en funciones y, si por necesidad o vanidad -de allí mi comentario a la oportunidad- la Presidenta necesitaba o deseaba esa intervención, debió, sin lugar a dudas, poner ese hecho en conocimiento del Congreso y jamás ocultarlo. Ese ocultamiento, de comprobarse su ausencia, sería una falta gravísima. Estar enferma no es el problema; requerir una intervención no es un delito; lo es el engaño, el ocultar una realidad que debió ser conocida por el Congreso de la República.
No se comprende la necesidad de incumplir la Constitución ni el miedo que pudo ella tener de entregar temporal y transitoriamente el ejercicio del poder al General Williams Zapata quien era por entonces el Presidente del Congreso. Lo que pudo ser un hecho casi secundario, está por convertirse en una situación de profunda gravedad. Al margen de ello, es también grave que se haya montado -posiblemente- una parafernalia para ocultar su ausencia, la misma que se descubre casi un año después; ello obligará a que, luego de la investigación pertinente, asuman responsabilidades y paguen las consecuencias todos los que en mayor o menor nivel, han tenido que ver en la eventual comisión de un delito, por acción o por omisión.
Es triste comprobar que la señora Boluarte tiene total incomprensión de sus responsabilidades como Presidente de la República y manifiesta una severa incongruencia conductual. ¿No tiene asesores calificados, como para que le expliquen que en todo momento, las 24 horas del día ella personifica a la Nación y que no puede esgrimir en su favor argumentos de intimidad o privacidad? Esos derechos que para los ciudadanos comunes y corrientes están expresados en el Código Civil, le están claramente recortados por su condición de persona pública, condición que ella ha aceptado libre y voluntariamente.
Más allá de todos los argumentos jurídicos que se pudiera esgrimir en los casos en los que últimamente la presidenta se hace notoria, Dina Boluarte no nos hace bien como figura femenina que asume la primera magistratura de la República. Ese inmenso honor, esperado para una mujer por 200 años, debió ser asumido por quien pudiera entender que en este país se necesita mujeres que puedan dejar de lado veleidades innecesarias en aras de sacar adelante y con valentía infinita a una nación en donde la mujer es capaz de deponer su propio yo en beneficio del otro, como lo demuestran millones de madres a los que justamente el gobierno de Boluarte viene arrastrando a una mayor y escandalosa pobreza.
Ser bella sí, pero primero hay que serlo en el alma, en la esencia, en la comprensión de la realidad de la mujer peruana y mucho menos creer que se es cuando se abusa de la jactancia innecesaria, se exponen falsos valores y se da tan mal ejemplo.
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