Manuel Gago

Difícil sacar cara por Boluarte

Todas las miserias humanas juntas

Difícil sacar cara por Boluarte
Manuel Gago
03 de abril del 2024


Claramente la opinión pública toma partido en favor de la gobernabilidad, el estado de derecho y la estabilidad social, aun cuando se muestre inconforme con Dina Boluarte. Sin embargo, las arremetidas de la progresía y el senderismo continúan latentes. Les sobran ganas de reeditar el vandalismo –insurrección frustrada– experimentado después del frustrado golpe de Estado de Pedro Castillo. Son ellos los responsables de las muertes ocasionadas. 

Para este columnista, el escándalo de los relojes y las alhajas en parte es un asunto frívolo y mezquino, que son –de distintas maneras– las características del peruano promedio. Existen objetos de mayor costo y valor. Y así como las personas asesinadas durante ese vandalismo, las joyas de Boluarte sirven para enlodarla. A toda costa se buscan nuevas crisis que motiven a la gente a salir a las calles; y con esto, nuevos muertos necesarios para desacreditar al Gobierno y la Policía. Así de simple. Por tratarse de Boluarte o de quién sea fuera del grupete izquierdista, todo vale.

Por su parte, Boluarte hace todos los esfuerzos para quedar muy mal. La huachafería, otro inconfundible sello nacional, es parte de su existencia. Si pues, en general, las personas son jactanciosas, y Boluarte no escapa de esta menuda condición humana. Se puede dejar de comer con tal de exhibir guapura y accesorios ideales para completar bellezas impostadas y de hojalata. La vanidad es poderosa.   

A todas luces la presidenta se expone innecesariamente. Alberto Otárola, de quien se dice es político ducho, no pudo contener los impulsos primarios de la susodicha. Lucir con desparpajo joyas y relojes (originales o bambas), inalcanzables para las mayorías, es un desacierto útil para sacar roncha a los envidiosos y para exacerbar a la masa.

¿Imagen reprobable en un país cargado de taras y complejos? Por los relojes, la fiscalía controlada por la progresía se mostró como es. Le ofreció al país descrédito mundial: la policía peruana rompe la puerta del domicilio de la presidenta. De una (no tan simple) condición humana –exhibicionismo fuera de lugar– se pasó a un intento de vacancia presidencial. Todo vale si gobierna la estupidez en lugar de la razón.    

Claramente la progresía hipócrita –bien vestida, bien comida, bien bebida y bien acomodada, caja de resonancia de Pedro Castillo durante la última campaña electoral– impulsa la vacancia. Planea otro Francisco Sagasti en la presidencia, retirando a como dé lugar a Boluarte de la presidencia. Hace del Ministerio Público su bunker político. 

Los peruanos una vez más observamos comportamientos infantiles y matonería televisada. La política tercermundista en su esplendor; no apta para calichines ni para susceptibles e impresionables sin preparación alguna. Los partidos –desacreditados por los izquierdistas– son escuelas en donde se prevén escenarios políticos, sociales y económicos. Pero la política real es dura y desalmada; cualquiera no puede acceder. 

Los escasos argumentos esbozados para defender a Boluarte son insuficientes y hasta fuera de lugar. Es difícil sacar cara por la presidenta. Somos un país fragmentado, alejado de los buenos modales, las formas y delicadezas, sin ánimos para fomentar discusiones sobrias y sustantivas. Encantan el morbo y las banalidades convertidas en asuntos de Estado. Y de todo esto, los izquierdistas y socialistas sacan el mayor de los provechos.

Manuel Gago
03 de abril del 2024

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