Ángel Delgado Silva

Después de cien días: ¡Waterloo!

Derrota sanitaria y errores económicos

Después de cien días: ¡Waterloo!
Ángel Delgado Silva
28 de junio del 2020


Cien días fue el lapso que duró el sueño napoleónico de restauración de su antiguo poder. El retorno del exilio fue sorpresivo y audaz, y estuvo ribeteado por la espectacularidad y la leyenda. Pero el fervor proselitista y el pánico enemigo sucumbieron rápidamente y tan intempestivamente como aparecieron. Waterloo fue una derrota contundente y definitiva; tanto así que recurrimos a ella cada vez que aludimos a un fracaso estrepitoso. 

Guardando la distancia con el gran corso, los cien días de Vizcarra concluyen en un Waterloo. Es la verificación objetiva de una inocultable incompetencia. El Covid-19 la tuvo fácil ante gobernantes que incumplieron funciones elementales: no usaron pruebas moleculares para diagnosticar, no adquirieron camas UCI ni se preocuparon por el abastecimiento de oxígeno. Nunca entregaron la debida protección a los médicos y enfermeras, que continúan reclamando por el abandono en que se encuentran.

Pero más grave que la impericia fue la insensibilidad para ver el dolor cotidiano de la gente, que morían en las puertas de los hospitales o en sus casas sin atención alguna. Tampoco escucharon los consejos; por el contrario desoyeron las advertencias y jamás procesaron las críticas. Manejaron el timón de la salud pública con vendas en los ojos y tapones en los oídos, porque estaban imbuidos de un pensamiento dogmático que les proporcionaba una seguridad a prueba de balas. Jamás reconocieron culpas. Todas ellas son ajenas: de los que desacataron la cuarentena y punto. De esta manera, resulta imposible corregir rumbos o ensayar alternativas.

Mas aquel Waterloo sanitario es apenas el prefacio de los errores gubernamentales en materia económica y social. El encierro compulsivo ha hecho trizas el aparato productivo y arrojado a la pobreza a millones de compatriotas. Yo una vez más el oficialismo hace caso omiso a los reclamos para que se reactive la economía en serio. A lo sumo consiente con los intereses de la grandes inversiones. No tiene empacho en abandonar a la pequeña y microproducción, ni se conmueve ante la desesperación de quienes deben ocupar las calles para sobrevivir. La pobreza multiplicada, propia de tiempos pasados, no está en la agenda real del Gobierno. A los hechos nos remitimos: los discursos melifluos, las promesas vanas, los bonos de ayuda, son solo palabras llevadas por el viento. 

Aunque el mandatario se embriaga con las mentiras de su círculo íntimo, ha expresado una verdad incontestable sobre estos cien días: “La historia los juzgará”. En efecto, el juicio del futuro será implacable y no lo absolverá.

Ángel Delgado Silva
28 de junio del 2020

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