Guillermo De Vivanco

Desobediencia civil

En Gamarra todos los gremios se unen para protestar

Desobediencia civil
Guillermo De Vivanco
28 de febrero del 2021


La marcha en el emporio de Gamarra es un gesto de desobediencia popular, producto de la irracionalidad del Estado, en todos sus niveles. Es la primera vez que todos los gremios se unen: empresarios inmobiliarios, empresas de servicios, hilanderos, tejedores, costureros, estibadores, emolienteros, comerciantes, dueños de restaurantes, etc., unidos contra la insensatez. El día jueves 25 pararon y marcharon como un ejército bajo el lema: “Queremos trabajar”. “No a la quiebra, al desempleo, al hambre y a las limosnas” . 

La consigna unánime es la desobediencia. ¿Cómo pretende el Gobierno un aforo del 20% para Gamarra, si solo el personal estable supera ese porcentaje? En otras palabras, ¡obedecer el aforo significa no permitir el ingreso de clientes! Actualmente Gamarra y sus más de 170 galerías lucen como una ciudad fantasma. Sus ocupantes han vuelto a sacar su mercadería a las calles aledañas y usan sus tiendas como almacenes. De esta manera buscan clientes, y escapan al ser ubicados, fiscalizados o multados. Vendiendo en las veredas no pagan impuestos, no se cumplen aforos irracionales y el cuidado de la salud lo asumen ellos mismos. Se independizan de la tutela estatal y recuperan su libertad. 

La experiencia de la primera cuarentena y su posterior apertura fue nefasta. La política municipal fue fiscalizadora, así como la del Ministerio de Trabajo y de la Sunat. Cero Estado promotor, ninguna empatía por el drama vivido. Lo que sí apareció en todo el distrito fue un contingente de grúas que ubicaban, inmovilizaban o multaban desde las 6:00 a.m. a todo automóvil o camión que se pasara un minuto el horario de carga y descarga. Un abuso eficiente e intolerable. 

El hartazgo llegó a su límite. Si bien Gamarra no es el Perú, sí es el emblema de más de dos millones de pequeñas empresas peruanas , responsables ellas del 90% del empleo. Es el símbolo del capitalismo popular (contrario a todo modelo socialista), provinciano, andino y aimara. No hay empresarios ni capital extranjero. Creció a tasas que duplicaban al resto del país; su doctrina era capitalizar, ahorrar, ser eficiente, trabajar integrando la familia. Poco importaba quién gobernara, nos adecuamos a los cambios. La base es la meritocracia, el ahorro y la propiedad privada. La característica, como centro comercial, es la división del trabajo, la logística como excelencia. ¿La política y la institucionalidad? Ausentes. Salvo, claro está, que cada cinco años los candidatos nos visitaban sin saber nuestra idiosincrasia ni a quienes estaban discurseando. 

Las consecuencias sociales del abandono del Estado saltan a la vista: un altísimo nivel de informales que no creen en el contrato social, que no respetan a la autoridad, que compiten desventajosamente con la confección asiática que ingresa a precios irrisorios mientras gravan los insumos importados, encareciendo la producción nacional. Rezagos mercantilistas inadmisibles.

Las empresas sobrevivientes han perdido su capital de trabajo. El crédito bancario o el paralelo son carísimos. Los embalses en los recibos de luz son la espada de Damocles que amenazan con el corte de energía. Este es el escenario en el cual se apertura nuevamente Gamarra , con protocolos absurdos y difíciles de obedecer. El ministro de la Producción debe sumarse al esfuerzo por lograr la recuperación del mercado, priorizar compras estatales al sector pymes y lograr consensos realistas que permitan una verdadera reactivación del empleo. Mientras tanto, ¡han creado el escenario ideal para la tormenta perfecta!

Guillermo De Vivanco
28 de febrero del 2021

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