Guillermo Vidalón

Democracia ilusa

Se debe formar a los peruanos en el pensamiento democrático

Democracia ilusa
Guillermo Vidalón
19 de octubre del 2021


La democracia es más que un sistema de gobierno, es una convicción que debe ser socializada en la ciudadanía. De lo contrario, quienes sí creen en ella y generan espacios de apertura y diálogo, tratando de persuadir a aquellos que no comparten el pensamiento democrático, terminan siendo vilipendiados en sus propios escenarios.

La afirmación de un congresista, relacionada a lo que denominó “pelotudeces democráticas”, transparenta la forma de pensar de quienes no creen en el sistema, sino que hacen uso del mismo para conquistar el poder y, de paso, perpetuarse en él.

En ese sentido, quienes generan espacios de “debate alturado” –donde se le brinda tribuna y altoparlantes a quienes cuestionan el sistema más eficiente de generación de riqueza y, por ende, de bienestar y crecimiento social– parecen no haberse percatado que quiénes están en la otra orilla de la democracia –ergo, los que propugnan la dictadura que algunos califican “del proletariado”– emplean “los resquicios del estado burgués”, tal como afirmaban los grupos subversivos en la década de los ochenta del siglo XX. 

Si se quiere fomentar y fortalecer la democracia, el principio de alternancia en el poder, el debate de ideas para que la función pública sea más eficiente y que se posicione el rechazo al uso de la fuerza como medio de solución de controversias, lo primero será cimentar y consolidar las bondades de la democracia. Para su desarrollo, la democracia requiere de libertad económica porque esta se constituye en el mejor estímulo para competir y propiciar el progreso social.

En cambio, lo que se hace es auspiciar y financiar debates inclusivos donde los cuestionadores del capitalismo buscan “pinchar las llantas del sistema” ante los eventuales oyentes, afirmando que “genera desigualdad”, “que impacta al ambiente”, etc., sin siquiera motivar la reflexión al respecto. Cabe preguntarse si en algún momento de la historia se ha registrado una sociedad igualitaria. O si la sola presencia de la impronta humana en sí misma implica una interacción con la naturaleza. Por supuesto que sí: a mayor número de habitantes, mayor el impacto sobre el ambiente.

Contra la desigualdad, las sociedades más avanzadas promueven que exista igualdad de inicio entre sus ciudadanos. Es decir, eliminar la desnutrición –principalmente infantil– y poner a disposición de los niños y jóvenes una educación de calidad para que, puestos a competir en el mercado, alcancen todas las metas que se hayan trazado. La participación en el mercado no genera desigualdad, sino logros que distinguen a unos de otros y, subsecuentemente, son legítimos.

En cambio, la idea del comunismo/socialismo –como impulsores de una sociedad igualitaria– suele ser comunicada como un acto de justicia, de reivindicación social; por consiguiente, hace gala de un discurso persuasivo ante un público desinformado. Maliciosamente, se asocia la desigualdad al sistema de producción capitalista con la finalidad de acabar con la libertad.

El impacto ambiental será superado cuando se destine excedentes económicos a la investigación. Pero primero hay que generarlos, con la finalidad de producir conocimiento aplicado a la mejora de las tecnologías para que estas sean cada vez más amigables al ambiente. No es un tema de voluntades.

Si no se forma sólidamente a una generación en el pensamiento democrático, no habrá equilibrio alguno frente al dogmatismo del comunismo/socialismo, que siempre buscará poner en jaque a la democracia, tal como sucede en la actualidad.

Tengamos presente que quienes soslayan la democracia son partidarios del pensamiento único y, también, contrarios a la teoría de la división del poder. Propugnan la centralización de la economía en manos del estado bajo la conducción del partido único, “la socialización” de la propiedad privada en nombre de los intereses “del pueblo”. Enarbolan antivalores como el egoísmo y el desprecio por la vida, por eso promueven el dogmatismo entre su militancia: “den la vida por el partido”. Claro que esos dirigentes nunca dieron la vida por su militancia y tampoco repartieron los dineros de que disponían.

Es tiempo de evitar ser tomados por ilusos.

Guillermo Vidalón
19 de octubre del 2021

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