Heriberto Bustos

De la anarquía a la autarquía

Superar la apatía para defender la libertad, la justicia y los valores

De la anarquía a la autarquía
Heriberto Bustos
01 de agosto del 2022


Observando el comportamiento gubernamental –la destrucción o captura de instituciones democráticas mediante su entrega a la ineptitud o corrupción– contemplamos (tras haber arriado abiertamente las banderas de los valores y la dignidad) cómo el país transita de manera lenta pero segura por el camino de la anarquía para desembocar en un soñado socialismo con esencia autárquica. Ahora bien, resulta necesario señalar que
anarquía en términos generales significa desconcierto, confusión o caos provocado por la falta o debilidad de una autoridad. Políticamente es una forma utópica de organización social caracterizada por la ausencia de poder público (sin gobierno, sin poder) que propone principios basados en el fin de la propiedad privada y de la división de las clases sociales, del Estado y de las instituciones en general. Mientras que la expresión autarquía corresponde a un gobierno que dirige la vida económica del país, controlando los precios y los sistemas de producción; además, teniendo el pleno control sobre los recursos naturales del país y su tejido industrial, las autoridades buscan influir en los patrones de consumo de la población.  

Entonces, vamos marchando desanimados por el camino del desorden, pérdida de valores, corrupción, entre otros. Intentando la retirada en un contexto en el cual sentimos que son “anuladas” las opiniones y acciones de muchos hombres de bien, políticos honestos, periodistas comprometidos con la verdad, funcionarios civiles y militares con sensibilidad social, iglesias herederas de virtudes. Trance en el cual, sumidos en el letargo y pugnando por abrir los ojos, escuchamos el eco repetitivo de un trozo del poema “El grito inútil” de la escritora española Ángela Figuera Aymerich: Pero es vano, amigos / nos cortaron la retirada hacia seguras bases / Están rotos los puentes / los caminos confusos / los túneles cegados / No sabemos de cierto si avanzamos / o si huimos dejando por detrás tierra quemada. 

Ese texto parece entrar en una especie de contrapunto con la machacona afirmación de su paisano Julio Anguita: “Si eso que tenéis delante ya no os mueve, entonces yo os diría solamente una cosa y también me la diría a mí, poneos de rodillas y ya que os terminen de pisar la cabeza… ¡Rebelión! ¡Rebelión! ¡Rebelión!”. 

Tras una escucha empática de las afirmaciones señaladas, llamados estamos a superar la apatía, la inmovilidad del cerebro, la indolencia del corazón, la intolerancia, el pensamiento sectario. Y a soltar nuestras manos para defender la libertad, la justicia y los valores, evitando que el país siga sumiéndose en el caos y que la corrupción termine de envolvernos con su manto oscuro de deshonra.  

Las actuales circunstancias y la trascendencia de poner por delante los intereses colectivos, para salvar tanto a la patria como a la democracia, nos ubican ante la disyuntiva de mirar lo que ocurre, mascullando nuestra desgracia, palpando con desconfianza nuestro cuerpo cada vez sin espíritu; o aferrarnos a la dignidad, actuando desde el lugar que nos encontremos. Debemos asumir seriamente la afirmación de Oscar Wilde: “La desobediencia, a los ojos de cualquiera que haya leído la historia, es la virtud original del hombre. El progreso ha llegado por la desobediencia, por la desobediencia y la rebelión”.

Heriberto Bustos
01 de agosto del 2022

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