Iván Arenas

De fujimorato a Lava Jato: dos regímenes

En cuanto a corrupción, no hay ninguna diferencia

De fujimorato a Lava Jato: dos regímenes
Iván Arenas
15 de agosto del 2018

 

A la caída del autoritarismo del fujimorato se alzó un establishment político y mediático que decidió organizar el “retorno” a la democracia a través de una nueva configuración política: un régimen que se inició con un gobierno de “transición”, encabezado por Valentín Paniagua. Quienes lideraron este nuevo régimen (este sector político y mediático, el establishment) también construyeron una nueva narrativa en la que el retorno a la “promesa republicana” empezaría a hacerse realidad con la lograda “transición paniaguista”.

Como decíamos, el régimen necesitaba una narrativa poderosa y atractiva (un storytelling, como le llaman los marketeros) En esta narrativa, el fujimorismo representaba todos los males, incluido un Gobierno podrido por la corrupción, cosa que no estaba —dicho sea de paso— lejos de la realidad. Por ello, en la medida de lo posible, se debería evitar que el fujimorismo vuelva a organizarse en una expresión política; y entonces en la narrativa se incluyó un veto hacia la debilitada —en aquel entonces— fuerza naranja. Veto que, todo indica, persiste a pesar de que en los últimos quince años Fuerza Popular insistió, en democracia, en tratar representar al mundo popular.

No obstante, el establishment “Lava Jato” no solo ha repetido los vicios de la corrupción albertista, sino que ha ido más allá. Sus representantes, todo el arco antifujimorista, están envueltos en los escándalos de corrupción más grandes del último medio siglo. Ningún analista o periodista honesto negará lo anterior. El autoritarismo y la corrupción albertista han quedado en pañales, si de comparación se trata, frente al régimen Lava Jato.

Y no se salva ninguno. Todo los representantes del régimen Lava Jato han participado –de alguna u otra manera— en todos los actos de corrupción en los que están involucradas las empresas brasileñas. Alejandro Toledo, el humalismo-nadinismo, Susana Villarán y PPK, todos ellos son legítimos representantes de arco antifujimorista en el que se ubica la izquierda mesocrática, alejada de la izquierda popular y plebeya —esa que aún no tiene una nítida representación y a la que tratan con clasismo y cierto tufillo racista—, y de algunos autodenominados liberales de izquierda (incluido algún que otro hayekiano).

Al suscrito se le dirá que ha caído en la parcialidad fujimorista. Es una falsedad, aunque no importa, porque todo indica que quien hace análisis serio en este país corre el riesgo de ser etiquetado con el epíteto de naranja. Aun cuando desde las aulas universitarias nos organizamos para combatir al régimen autoritario de los noventa. Así que de fujimorista, ¡nada!

De lo que se trata es de hacer un ejercicio de imparcialidad en la historia, por mayor esfuerzo que signifique aquello. Y si se puede, llamar a las cosas por su nombre; porque en cuanto a corrupción no hay ninguna diferencia entre el régimen autoritario del albertismo y el régimen Lava Jato, cuyos organizadores —el establishment— hoy tratan de ponerse de costado para evitar extinguirse, y se aferran a su vocación estatal.

Visto todo lo anterior, no queda sino preguntarnos, ¿qué viene ahora después de que el régimen “Lava Jato” ha implosionado? No se sabe. Lo que sí sabemos es que quienes exudaron virtudes y lanzaron proclamas republicanas hoy están metidos en la corrupción hasta el tuétano: políticos, medios y periodistas. Sin embargo. ¡intentan recomponer el establishment pasando piola!

 

Iván Arenas
15 de agosto del 2018

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