Erika Valdivieso

Corrupción versus estabilidad

¿Por qué la vacancia presidencial ha polarizado el país?

Corrupción versus estabilidad
Erika Valdivieso
12 de noviembre del 2020


A estas alturas nadie duda de la incapacidad moral de quien, hasta el lunes, era nuestro presidente. La forma en que le mintió al país, la forma en la que intentó manipular las declaraciones en una investigación del Ministerio Público, las declaraciones de la gente relacionada con él y que lo involucran en temas de sobornos e irregularidades, los chats en los que se evidencian negociados para asumir la presidencia, frente a la posible vacancia de Pedro Pablo Kuczynski o para cobrar coimas, sumado a un largo etc.

La pregunta que debemos hacernos es ¿puede alguien, con esos antivalores, continuar ejerciendo el cargo de representación más alto del país? A no ser que la corrupción haya calado tan profundamente en nuestro país, para que la pregunta sea indiferente o arroje una respuesta negativa, me parece que la mayoría de los peruanos estamos de acuerdo en que una persona así no tiene derecho a ejercer la presidencia y, por lo tanto, dirigir los destinos del país. Vulnera las bases de nuestra nación y la memoria de nuestros héroes (los de antes y los de ahora), quienes dieron su vida por intentar construir una patria con valores, con dignidad. 

Para afrontar situaciones como esta, nuestra Constitución ha previsto un mecanismo: la vacancia por incapacidad moral permanente (Art. 113°). Sobre esto mucho se ha escrito, pero el consenso está en que, al menos como lo pensó el constituyente de 1993, se aplica precisamente en casos en los que la conducta del presidente deteriora gravemente la dignidad del cargo, de tal manera que no es posible que continúe en el ejercicio sin que ello genere un grave daño. Se trata de una facultad del Congreso, y la decisión le corresponde a los Congresistas. Para ello, el reglamento del Congreso ha previsto las normas para garantizar el derecho de defensa y otros aspectos del debido proceso. 

Si el Presidente ha cometido actos de corrupción, si ya no debería continuar en el cargo y si el Congreso tiene la facultad para vacarlo, ¿por qué se genera el conflicto entre peruanos? ¿Por qué tenemos a jóvenes indignados en la calle que, con legítimo derecho, ejercen su libertad de expresión de forma pacífica, pero a quienes se les suman vándalos que sin un mínimo de amor al país lo único que hacen es destruir la propiedad privada o provocar a los efectivos policiales para acusar luego de “represión”? ¿Por qué vemos a gente buena insultándose en redes, afectando relaciones, malogrando amistades y contribuyendo a la violencia verbal?

Estas horas me llevan a sostener que son dos razones por las que se genera el conflicto. La primera es por la oportunidad. Estamos, por un lado, quienes sostenemos que es el momento adecuado para vacar al presidente, porque no podemos ser tolerantes con la corrupción; y por otro lado, quienes sostienen que debió esperarse a que se culmine su mandato, porque no se puede poner en riesgo la estabilidad del país, haciendo un análisis costo - beneficio.

La segunda razón es por la idoneidad del Congreso. Estamos, por un lado, quienes sostenemos que, al tratarse de una facultad constitucional, el Congreso –este congreso– puede vacar al presidente; y por otro lado, están quienes sostienen que el Congreso no tiene legitimidad para “juzgar” en una vacancia, porque son tan corruptos como el presidente (68 congresistas con denuncias, para citar a Vizcarra).

La lógica nos lleva a pensar que el primer conflicto solo es de ideas. Es decir, ninguna persona que piense que la vacancia genera inestabilidad, estaría dispuesto a su vez a salir a las calles… a generar inestabilidad. Entonces, la queja es en redes sociales, si bien se genera un ambiente hostil por el intercambio de ideas, todos asumimos que, una vez consumados los hechos –como lo están– debemos seguir trabajando, porque es lo que hay que hacer para sacar adelante al país. 

Pero quienes piensan que el Congreso es corrupto y, por eso, no tiene legitimidad para vacar a Martín Vizcarra, saldrán a las calles (por lo menos en el número que hemos visto). Y aquí, la pregunta sería ¿qué es lo que realmente están defendiendo? Porque no creo que defiendan a Martín Vizcarra. 

Dicen que marchan a favor de la democracia. Pero nuevamente, la lógica nos lleva a pensar que no es así. Recordemos que este Congreso es producto de una elección que siguió luego de la disolución del Congreso anterior (“el peor congreso de la historia” para algunos). Este Congreso se eligió para “hacer la reforma política que tanto necesitamos”, “para elegir a los miembros del TC” y una serie de cosas que aparentemente el anterior Congreso no podía hacer. Este Congreso está formado por personas elegidas por la mayoría de los ciudadanos. Por ello, es una contradicción utilizar el conocido #NoMeRepresentan; cuando en realidad es todo lo contrario. Claro que nos representan, incluso a quienes no votamos por ninguno de los que están ahora sentados en el hemiciclo. El Congreso nos representa. Representa al Perú. Es el Perú. 

Pero, si no nos gusta lo que vemos. Si no nos gusta lo que escogimos ¿todo se soluciona tomando las calles, con destrozos y violencia incluidos? ¿Podemos pedir que se vayan, porque #NoNosRepresentan? En realidad, no es tan sencillo salir a la calle a mostrar indignación (encendida por los medios, además) pidiendo que se vayan, porque la democracia nos exige cargar con las consecuencias de nuestras decisiones. 

Tenemos el Congreso que nos merecemos. Y esto es así, no solo porque los partidos políticos en su momento no colocaron los filtros adecuados para presentarnos a los mejores candidatos. Esto es así, sobre todo, porque tú, como ciudadano, decidiste no involucrarte. Decidiste dejar la política “a otros” (a los medios, a las redes, a tu grupo de la “promo” que te dijo, medio en broma, mejor votemos por tal o cual partido, o al que estaba antes que tú en la fila de votación). Decidiste no ser ciudadano y que otros tomaran las decisiones por ti. Y estas son las consecuencias. Esto es la democracia que quienes salen a marchar dicen defender, pero en el fondo, son también víctimas de intereses políticos poco claros. No se defiende la democracia, pretendiendo destruirla. 

¿Qué hacemos ahora? Lo primero es cumplir con nuestro deber ciudadano. Ahora mismo, desde nuestro lugar: informarnos, fiscalizar y vigilar. Al congreso (no les demos carta blanca). Al Ejecutivo (su deber es lograr estabilidad, superar el impacto de la pandemia y mantener la fecha de las elecciones). A nuestras autoridades locales y regionales. No dejemos de estar atentos. Es lo mínimo que debemos hacer por nuestro país. 

Pero si pese a lo que digo, más tarde o mañana, quieres salir a marchar, piensa por qué lo haces. No te olvides que los fines determinan nuestras acciones y nuestras acciones definen lo que somos.

Erika Valdivieso
12 de noviembre del 2020

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