Heriberto Bustos
Corrupción pisotea la dignidad de los peruanos
“No debemos tenerles miedo, sino enfrentarlos con determinación”

Amparándose en la impunidad (por su cercanía al poder) una red de corrupción ha agigantado su delictiva congregación. Y asumiendo la inmoralidad como bandera, ha ido aprovechándose de otros, o de las circunstancias, de manera deshonrosa para cometer actos ilegales, pisoteando la dignidad de muchos peruanos que con el silencio o inacción permitimos su crecimiento.
Estos personajes al ser descubiertos públicamente, y sabiendo que no pueden ocultar sus acciones de aprovechamiento del bien común, buscan a toda costa socios intonsos que los defiendan. Y bien que los encuentran; allí están quienes basan sus excusas en función del monto económico sustraído al país, señalando que “otros gobiernos han robado miles de millones y el actual solo algunos centavitos”.
También hay quienes utilizan el sambenito de la “derecha corrupta y la izquierda pura e insobornable”. No se quedan atrás los experimentados manipuladores de la opinión pública quienes afirman que si se sanciona la corrupción existente en el gobierno, sería la extrema derecha la que asumiría el poder y desvalijaría la economía nacional. Afirmaciones que, renunciando al uso de la razón, se convierten en pretexto para engañar a la población y mostrar su apego por el gobernante de turno (sindicado valientemente y con pruebas por la Fiscalía de la Nación, como presunto cabecilla de una organización criminal).
El accionar delictivo del entorno presidencial ha llegado a un alto grado de repudio de por parte de la población y también de las instituciones democráticas, obligándolos (en el colmo de la sinvergüencería) a buscar el padrinazgo de organizaciones internacionales. Para ello utilizan artimañas como la solicitud ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para que se active la Carta Democrática Interamericana, aduciendo la falsedad de los cargos que se les imputa y que el objetivo de las acusaciones es alterar el orden institucional democrático, promoviendo una nueva modalidad de golpe de Estado.
A los corruptos que penden del hilo de la justicia debemos decirles evocando una afirmación poética del argentino José Hernández: “Muchas cosas pierde el hombre / que a veces las vuelve a hallar/ pero les debo enseñar / (y es bueno que lo recuerden) / si la vergüenza se pierde/ jamás se vuelve a encontrar”; y con ello recordarles que los tiempos de los gobiernos son en realidad cortos, que sus actos los deshonran irreversiblemente y que sus culpas tarde o temprano serán sancionadas.
En este contexto, resultan más que oportunas las palabras de Mario Vargas Llosa: “Yo creo que a los bandidos y ladrones como ustedes, personas honradas, trabajadoras y decentes no debemos tenerles miedo, sino enfrentarlos con determinación hasta mandarlos a la cárcel, donde merecen estar”. No permitamos que la criminalidad hermanada con la corrupción se pasee horondamente por el país, contaminando el accionar individual, institucional y colectivo. Tampoco que el sentimiento de la vergüenza muera y con él nosotros, y menos que las intromisiones externas apañen acciones reñidas con la moral pública.
Juntemos pensamientos y realicemos acciones que evidencien nuestra apuesta por un Perú que se rebele contra la delincuencia y la desvergüenza; impidamos que el manto de la corrupción nos cubra y convierta en muertos vivos. Asumamos con dignidad lo señalado por Gustavo Adolfo Bécquer: “No son los muertos, no / los que reciben rayos de luz en sus despojos yertos / los que mueren con honra son los vivos / los que viven sin honra son los muertos”.
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