Construcción civil golpeada por extorsionadores

Los asesinatos contra dirigentes y trabajadores de construcción civil alcanzan niveles críticos. Preguntamos, ¿eran previsibles? La respuesta es sí. Los sindicatos locales –verdaderos y falsos, que dicen representar a los trabajadores de construcción civil– son parte del conflicto, y se enfrentan a balazos por cupos y puestos de trabajo en las obras privadas y públicas. 

La situación está escalando desde hace 24 años sin que nadie pueda detenerla. “El miedo se acabó” fue el estribillo lanzado a las calles por toledistas, “democráticos” y senderistas durante la caída de Alberto Fujimori. La Policía bajó la guardia y los envalentonados delincuentes y comunistas comenzaron a hacer de las suyas públicamente. Esto es historia conocida. 

Bandas con membrete de “sindicato de construcción civil” asaltaban obras cada vez más notorias, generadas por el avance de la economía. Con Fujimori,el país florecía después de dos décadas de atraso, de hiperinflación, niveles deprimentes de pobreza por falta de inversiones y trabajo; pero sobre todo, desánimo ciudadano y huida del país de jóvenes. Todo ello como resultado de las perniciosas políticas heredadas del velasquismo que no fueron rectificadas por Fernando Belaunde ni Alan García. El ánimo delincuencial siempre está latente en ciertos sectores de la población. 

Los propietarios, grandes y pequeños, de esas obras aflojaron, cedieron cobardemente. Pagaron cupos (y lo seguirán haciendo) y aceptaron incluir en sus planillas a “trabajadores” impuestos por la presión de esos “sindicatos” mafiosos. A ciencia cierta no se podía distinguir si eran bandas criminales o sindicatos locales de construcción aprovechándose del momento político.

Lo cierto es que turbas de supuestos sindicalistas arrojaban de cabeza a capataces e ingenieros de obra para la burla de sus trabajadores. Al transmitir el malestar a los propietarios la respuesta fue el sometimiento. Hoy disparan y matan. El negocio de la extorsión creció en medio de asustadizas almas. El pago de la extorsión no sale del bolsillo del inversionista, es parte de la contabilidad maquillada, trasladada a otros gastos de inversión.

Así estamos y estaremos hasta que una mano firme haga prevalecer el imperio de la ley. En democracia eso es posible si la cabeza, el presidente de la República lidera y no es portador de una agenda oculta manejada por socialistas y progresistas que contaminan todo lo que tocan. En un contexto de depreciación de las instituciones nacionales –Ejecutivo, Congreso, Poder Judicial e instituciones como el Ministerio Público– el escepticismo se apodera de la población y la hace proclive a candidaturas mesiánicas. Dina Boluarte es lo que hay, digna representante de las mayorías, no podemos negarlo. Sin embargo, el Ejecutivo avanza a duras penas, sostiene al país y, por el momento, libera a Perú del fantasma comunista que nos persigue sin descanso. 

Qué insolencia señalar que Pedro Castillo tenía más aceptación popular que Boluarte. Ya sabemos, entonces, de dónde viene la atmósfera gris que se impone. Desde que la presidenta decidió congelar el ideal de la patria socialista, el objetivo de Perú Libre, comenzaron los ataques despiadados contra ella. En política nada es casualidad. Los marxistas preparan escenarios de laboratorio y los hacen andar. Son expertos organizando desórdenes públicos cueste lo que cueste, y campeones sacando ventaja de los errores y debilidades de sus adversarios; y Boluarte transpira errores, debilidades y carencias. El senderismo dejó enseñanzas bien aprovechadas por agitadores sociales y por sicarios cada vez más jóvenes.

Este escenario de violencia, extorsiones y asesinatos es el resultado de un plan consistente, de décadas. Los izquierdistas lo saben y persistirán. Seguirán camuflados en el Estado si el elector vota guiado por encuestas y titulares de los medios cómplices de esa agenda oculta.