Eduardo Zapata

Confucio y la confusión

La autoridad viene de una gestión eficiente, y no del poder mediático

Confucio y la confusión
Eduardo Zapata
04 de abril del 2019

 

No lo olvidemos nunca: allí donde el Estado no instruye socialmente con precisión y claridad, cualquier grupo con una finalidad definida podrá hacerlo con facilidad. Es decir, cuando las voces y actos de los gobernantes no son claros ni precisos —y más bien resultan muchas veces contradictorios— se abre camino a la subversión.

La debe recordar: una pobre señorita que se presentaba a un concurso de belleza y fue sorprendida con una pregunta de su entrevistador: ¿Quién fue Confucio? Balbuceante, ella dijo: “El sabio fue uno de los cinco chinojaponeses más antiguos que inventó la confusión”.

Ignorante la niña, pero algún sentido etimológico quiso buscar. Pero al parecer la “confusión” de la señorita candidata ha habitado ya entre nosotros, y tenemos un Gobierno que bien contestaría —al parecer— como aquella miss. Porque ciertamente nos gobierna la confusión y, por añadidura, no muchos funcionarios sabrían tampoco quién fue Confucio.

Cuando el Gobierno de PPK heredó los proyectos de Nadine —vinculados a Odebrecht y otras empresas brasileñas— y no los denunció por haber sido suscritos al amparo de la corrupción, se hizo cómplice de ellos. Tal vez por agradecer el apoyo en la campaña, quizás por generar algunos ingresos extra para lo que el entonces presidente llamaba su “banquito”.

Lo cierto del caso es que uno de sus fieles “seguros” (¿lo recuerdan?: así llamó PPK a Vizcarra y Aráoz) tampoco lo denunció. Y comenzó a escribirse una telenovela con guionistas brasileños (muy buenos para ello, por cierto) en la que la intriga y la confusión eran el norte.

Todos conocemos la propuesta del convenio hecho por los guionistas de la telenovela. “Salvaguarda de los intereses nacionales”. Pero gracias al cual Odebrecht pagará sus pecados con una propina a quince años para que la pobre empresa pueda seguir trabajando en el Perú para poder generar —con nuestra plata— la exigida propina.

La autoridad deviene de la legitimidad legal y moral de origen. Vizcarra está allí legalmente, pero traicionando al que “jamás iba a suceder”. Y está allí por su contubernio con muchos fujimoristas que lo avalaron para “salvar al chino”, pero ya sabemos que hasta la “china” terminó traicionada y presa. ¿Legitimidad moral? Pero la autoridad viene también de una gestión eficiente, y no solo del poder mediático. Y en dos años y medio, este gobierno, nada. Nada de nada.

La incompleta infraestructura para los Panamericanos, el enervante lento avance de la “reconstrucción con cambios” y ahora la conducta pusilánime e ineficiente ante los conflictos sociales —Las Bambas es solo el comienzo— no son buenas señales. Por si acaso, ineficiencia también es corrupción.

Frente a los fantasmagóricos logros del Gobierno, amparados por la industria mediática (prensa y encuestas) y ante la desorientación de los sectores sociales y económicos (devenida de la incompetencia y la confusión), cabe recordar precisamente a Confucio: “Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías”.

 

Eduardo Zapata
04 de abril del 2019

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