Conectores y ritmo en la prosa

Quisiera tratar dos temas, si me permiten. El primero es sobre los conectores en el discurso y el segundo es acerca del ritmo en la prosa. Sucede que después de posponer por más de un año mi visita al consultorio de oftalmología, finalmente me atendí por una doctora que compartía conmigo el interés por la redacción del discurso (en especial, el uso de los conectores), y recordando uno de mis artículos publicados en este portal: “Escribir un discurso con Tolstoi”, me permití sugerirle la lectura de La guerra y la paz, del mismo autor ruso.

Sin embargo, siguiendo la línea de mi anterior columna, en la que propuse un cuadro basado en las descripciones de los personajes de los cuentos de Guy de Maupassant, mencionaré algunos conectores que suelo emplear en el relato breve, con lo que espero retribuir a la excelente atención de mi doctora.

Agrupadores de ideas: al mismo tiempo, además, de la misma forma. Opositores: Pero, por otra parte, a pesar de, a diferencia de. Parafraseadores: Es decir, lo que es lo mismo, lo más importante. Introductores de causa: porque, dado que. Introductores de resultado: Por ello, como consecuencia. Introductores de conclusión: por último, en síntesis; entre otros más.

Ahora vamos con el segundo punto: el ritmo en la prosa. Antes de compartir algunos ejemplos, cito unas líneas del ensayo “El ideal artístico de la lengua y la dicción en el teatro”, del profesor Amado Alonso: “El ritmo de la prosa es, en cambio, absolutamente sintáctico, hecho por la marcha del sentido, por la organización placentera de las masas sonoras en que se reparte y articula el sentido. Es un ritmo de carácter racional, en lo que de racional tiene el lenguaje”; y este otro párrafo del mismo ensayo: “Los esquemas rítmico-melódicos y las pronunciaciones, también; pues, aunque nos estamos refiriendo a la lengua escrita, la escritura no es más que la representación gráfica convencional de la pronunciación viva. Los factores musicales son absolutamente inseparables de todo acto de lenguaje. No puede el escritor estampar en el papel una sola palabra sin haberla sentido con su cuerpo musical. No puede el lector comprender un período, una frase, una palabra aislada, sin reproducir imaginativamente la musicalidad que le corresponda”.

Basados en la teoría del profesor Amado Alonso, comparto algunas oraciones de distintas obras literarias, en las cuales se aprecia la construcción musical y, por tanto, también la huella del espíritu creador:

“A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. (Los gallinazos sin plumas, en La palabra del mudo, Julio Ramón Ribeyro, página 3, Milla Batres Editorial, 1973).

Si creéis haberos casado con una criatura dotada de razón, estáis sumamente engañado, amigo mío. (Pequeñas miserias de la vida conyugal, Honorato de Balzac, Editorial de Grandes Autores, 1943).

Invertí en el viaje una quincena, que puedo contar entre los más felices de mi vida. Era joven, tenía buena salud, bastante dinero, mucha esperanza y viajaba a pie y solo. (Confesiones, Juan Jacobo Rousseau, Editorial Sopena Argentina, S. R. L., 1947).

Bordeaba toda la carretera una enredada maraña de pasto seco y quebradizo, cargado de esas flechillas que se ensartan en el pelaje de los perros; de esos carrizos que se introducen en las crines de los caballos; de esos abrojillos que se enredan en la lana de las ovejas… (Las uvas de la ira, John Steinbeck, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1940).

Por distracción o voluntariamente (no puede saberse) prolongó durante algún tiempo aquel gesto, sin retirar sus manos después de haberle colocado el chal: parecía que estaba abrazando a la joven. (La guerra y la paz, Libro Primero, Primera Parte, Capítulo V, página 27, León Tolstoi, Editorial Oveja Negra, 1985)

Los invito a reencontrarnos el próximo jueves. No dejen de leer.