Alejandro Arestegui
Cómo sanar las hondas heridas (I)
Una propuesta de solución político-administrativa al conflicto en Siria
La semana pasada llegaron increíbles noticias del medio oriente. Tras casi 13 años de guerra civil, el régimen dictatorial de Bashar al-Assad había sido derrocado. Lo sorprendente de esta noticia es la rapidez con la cual los rebeldes han podido hacerse con el control de casi todo el país y la poca o nula reacción de los aliados del régimen depuesto. Del conflicto en Siria y de cuál es el porvenir de esta nación hay muchísimos análisis geopolíticos, sobre todo orientados al aspecto militar. Sin embargo, en esta columna lo que quiero proponer es una solución política o administrativa que evite que Siria se convierta en una nueva Libia.
En una ofensiva relámpago que comenzó el 27 de noviembre del presente año, una coalición rebelde liderada por diferentes facciones entre las que destacamos a Hay'at Tahrir al-Sham (a partir de ahora HTS) logró hacerse con el control de la ciudad de Alepo. Tras capturar en su totalidad la segunda ciudad más grande de Siria (Alepo) posteriormente cayeron Hama y Homs, ciudades clave muy estratégicas para cualquiera que deseara controlar el país. Tras este avance tan contundente la mayoría de analistas predijeron que el gobierno sirio de Al-Assad caería a finales de diciembre, esto ante la pasividad de impotencia de sus aliados de Irán y Rusia. Sin embargo, las cosas se precipitaron rápidamente y para el sábado 7 de diciembre los rebeldes sirios estaban ingresando a la capital Damasco.
Con la captura de la capital se da por finalizado el férreo régimen socialista que se implantó en 1963 y también se puso fin a la dinastía de los Assad que gobernaron Siria con mano de hierro desde 1971. Hay que aclarar que, si bien las milicias del HTS son las que de momento controlan el gobierno provisional sirio, tenemos numerosas facciones que podrían disputarse el poder del resto de regiones que están sin un claro dominante. A esto hay que agregar una incursión militar que ha realizado Israel y que incluyó varios ataques aéreos, así como movilización de tropas terrestres en la frontera con Siria (en la zona denominada Altos del Golán).
Contados los sucesos, vayamos a los asuntos administrativos y socios políticos de Siria. El país había experimentado una férrea dictadura socialista-nacionalista árabe que bajo un régimen altamente controlador y militarizado sometía a su población. Sin más, en los días siguientes a la liberación de Damasco se encontraron numerosas prisiones y centros de detención de inteligencia donde miles de prisioneros políticos eran encarcelados y torturados. Muchos de estos prisioneros llevaban décadas encerrados, esto quiere decir que fueron apresados antes del comienzo de la guerra civil. El temor que ha surgido entre los analistas occidentales es que el poder en Siria sea tomado por las milicias islámicas más fundamentalistas y radicales. La propia milicia del HTS tiene remanentes del antiguo frente Al-Nusra (durante un tiempo estuvo vinculado Al-Qaeda) pero que también combatieron al Estado Islámico en 2013-15.
Muchos medios occidentales (que en el fondo están defendiendo al ex dictador Al-Assad) argumentan que esta ha sido una conspiración de occidente e Israel para implantar un régimen del terror en Siria. Es completamente falso, ya que para sustentar su argumento emplean la analogía de lo que sucedió en Afganistán, donde recordemos que la ofensiva de los talibanes fue tan violenta que hizo colapsar al gobierno afgano en cuestión de semanas. Sin embargo, hay que decir que en Siria la división de fuerzas está mucho más marcada y no existe un grupo que sea altamente dominante, por lo que la dominación por medio de la fuerza militar es poco probable. Otras personas también sugirieron que podría pasar lo mismo que en Libia, donde luego de haber derrocado al dictador Gadafi, numerosas facciones se pelearon por el poder hasta la actualidad. Esto también es falso porque en el caso libio entran otros actores a la escena, cédulas del ISIS, antiguos caudillos militares del ejército de Gadafi, mercenarios subsaharianos de Chad y Sudán o las tribus Bereberes y Tuareg.
Entonces, es menester plantearnos qué es lo que se debería hacer para evitar que Siria se convierta en un emirato islámico radical similar a Afganistán o que el país se destruya y se desangre en cruenta guerra civil como en Libia. La solución puede pasar por un federalismo a nivel de confederación. Hay que recordar que en 2011 cuando el consejo libio de transición llamó a elecciones, estas ayudan a regir bajo una nueva constitución que proclamaba que Libia iba a ser un estado unitario. A pesar de ser una república parlamentaria, la mayoría de decisiones del gobierno libio se iban a tomar desde la capital trípoli. Por otra parte, en Afganistán se implementó un emirato islámico de carácter teocrático, el cual también es altamente centralista.
Lo que se debe implementar en Siria para evitar las pugnas por el poder es el llamado “modelo policéntrico”. El policentrismo era aplicado en occidente hasta la edad moderna, donde surge el estado moderno, unitario y centralizador. Sin embargo, para una sociedad distinta a la occidental el policentrismo ofrece muchísimas ventajas. La primera es que el poder no se concentra en unos pocos individuos y también las decisiones no se toman desde un lugar alejado, las nuevas regiones creadas tendrían un alto grado de autonomía. Asimismo, las incipientes nuevas regiones carecerían del dinero como para sobremilitarizarse y conseguir ingentes cantidades de armas para declararse la guerra unas a otras, por lo que también minimiza el riesgo de una escalada en la guerra civil. Asimismo, el policentrismo garantiza una mayor libertad para los ciudadanos, los cuales podrán optar por vivir en las regiones de acuerdo a la religión mayoritaria de cada una de ellas, por su nivel socioeconómico o por su cercanía a tal o cual frontera.
En un país como Siria, donde tenemos diversas confesiones y etnias, las minorías como los alawíes, los drusos, los chiíes o los propios kurdos podrían ver salvaguardando su integridad mediante su propia región autónoma. A fin de cuentas, en una constitución con forma de gobierno de confederación, Damasco pasaría a ser simplemente la capital en términos formales, más no se podría formar un poder concentrado que trate de controlar a todo el país. Estos beneficios incluyen que el modelo policéntrico contribuiría a que no surja otro dictador Al-Assad ni que tampoco una facción radical islámica trate de apoderarse del país. A esto hay que agregar que la comunidad internacional debe contribuir con la reconstrucción de Siria, no dando dinero, sino que y por sobre todo no intervengan ni financien a grupos armados. El gran error que cometieron muchos países al intervenir en Libia es que siguieron financiando a diversas facciones que se disputaban el poder entre sí, continuando de forma indefinida el conflicto.
Parafraseando a Ryan McMaken: Como describe el historiador Paul Freedman, muchas sociedades se han mantenido unidas por algo distinto al «gobierno en el sentido en que lo entendemos». Más bien, pueden mantenerse unidas con «redes y lazos sociales informales». Estos incluyen «el parentesco, la familia, el resarcimiento privado, la religión». El régimen centralista socialista y nacionalista de Bashar Al-Assad y su padre se sostuvo por más de 50 años, esto debido a la ausencia de instituciones fuertes de carácter privado y ajenos al estado. Esto ha provocado la disgregación del tejido social sirio, que solamente era mantenido por el puño de hierro dictatorial que los gobernaba.
Ante esto, la descentralización del poder y la desatomización sería la primera gran barrera en contra de un conflicto sangriento a largo plazo. Es por ello que muchos analistas occidentales caen en la fatal arrogancia de querer implantar un gobierno “democrático” completamente al estilo occidental, cuando la cosmovisión y caracteres culturales y sociales en Siria son completamente distintos. Son los mismos errores en los que cayeron los ingleses y franceses al firmar el nefasto Acuerdo de Sykes-Picot en 1916. El tratado antes mencionado es el responsable en gran medida de las desordenadas fronteras que tenemos en nuestros días y un factor clave en la constante violencia que atraviesa a medio oriente.
En la segunda parte de esta columna profundizaremos la importancia del modelo policéntrico y descentralizado, no sólo en medio oriente sino en el mundo entero para evitar un mayor atropello en contra de las libertades individuales. Así mismo, despediremos mucha de la propaganda que surgen los medios, los cuales llegan a decir auténticos disparates sobre la realidad en Siria.
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