Dante Bobadilla

Cómo detener la mafia del Estado

Más de medio Estado no sirve absolutamente para nada

Cómo detener la mafia del Estado
Dante Bobadilla
09 de agosto del 2018

 

Otra vez hay indignación. Ahora por el arresto del alcalde de La Victoria y su banda edil, dedicados al cobro de cupos “ilegales” a los ambulantes. Y digo “ilegales” porque le hubiera bastado dar un edicto para hacerlo “transparente”. Después de todo, eso es lo que hace el Estado entero y otras organizaciones dedicadas a la extorsión legalizada. Como los colegios profesionales, por ejemplo.

El alcalde de La Victoria al menos les cobraba una tarifa plana y los dejaba trabajar, sin mirar cuánto ganaba cada uno. El Estado, en cambio, espera que te rompas el lomo todo el año y luego te quita el 30% de lo que lograste ganar, pese a gastar en cosas que el Estado dice proveer a cambio del cupo.

Por ejemplo, los negocios tienen que pagar su propia seguridad porque el Estado no proporciona seguridad. Hay negocios que son asaltados más de cinco veces en un año. Pero igual, al final del año tienen que darle al Estado el 30% de sus utilidades. Ese es un cupo sin beneficio alguno a cambio. Y si el local es propio, aún tienen que pagarle un cupo adicional al Municipio según el valor del predio.

Todos le pagamos diversos cupos al Estado. Si usted se sienta en un restaurante y tiene la suerte de comer sin ser asaltado por una banda, al final le llegará una cuenta con el correspondiente cupo para el Estado, llamado IGV o impuesto general a las ventas, que en realidad es un impuesto a la compra, ya que lo paga usted. Y no es poco. Es el 18% de su compra a cambio de nada.

Todos estos cupos que tenemos que pagarle al Estado son justificados por supuestos servicios públicos que en los hechos no existen. Veamos: la seguridad pública es muy precaria, la policía no existe y solo aparece después del robo, el Poder Judicial es una coladera de choros, las cárceles son cuarteles del delito. La delincuencia es cada vez más una mafia integrada por policías, jueces y fiscales. Todos nos roban. De otro lado, la escuela pública es una vergüenza por el nivel de los docentes y por sus contenidos curriculares; la salud pública es un desastre, pues los pacientes mueren esperando un turno o por falta de medicinas; las carreteras son insuficientes y están colapsadas; las grandes obras están paralizadas por décadas, etc.

En realidad tendríamos que preguntarnos si vale la pena pagarle tantos cupos al Estado, que además de inservible está infestado de corrupción y crece cada año como una plaga incontenible: gasta más, despilfarra más y nos cobra más.

¿Quién le para la mano al Estado? ¿Cómo detenemos su extorsión? ¿Quién impide que el Estado gaste inútilmente en tantos ministerios y viceministerios de nombrecitos rimbombantes, dedicados a campañas de promoción, montar estrados, pegar afiches y organizar eventos sin aportarle ninguna utilidad sustancial a la sociedad? Más de medio Estado no le sirve absolutamente para nada a la sociedad, si es que la otra mitad sirve para algo. Pero nos cuesta un ojo de la cara.

El pueblo está indefenso ante la inmensa mafia de extorsión del Estado. Los políticos, en vez de defender al pueblo, defienden al Estado. Están desesperados por ingresar al Estado no para frenar el robo al pueblo, sino para ser dueños de esos fondos de extorsión pública. Y aún añadirles sus coimas.

El Estado es una gigantesca maquinaria de extorsión y una mafia legalizada. Y a la luz de los resultados, es una enorme organización de ineptos incapaces de solucionar un solo problema. Y en este pavoroso escenario, los partidos quieren más Estado. No hay uno solo que plantee reducir el Estado. Están ansiosos por crear más ministerios y cargarle más “derechos” a la Constitución. Es decir, aumentar el gasto público. En otras palabras, exprimirle más los bolsillos a los que trabajan. ¿No era eso lo que hacía el alcalde de La Victoria? Solo que sin el típico floro.

Al alcalde de La Victoria le faltó legalizar sus cupos apelando a algún idealismo barato y abstruso, como la igualdad, el derecho al trabajo, los derechos sociales o que las calles son del pueblo. Cualquier baratija ideológica de las muchas que se escuchan en boca de los demagogos, de izquierdas y derechas, cuando quieren sacarle más plata al pueblo para luego gastar posando hipócritamente como los grandes benefactores del pueblo. No solo no solucionan un solo problema, sino que empobrecen más a la gente.

 

Dante Bobadilla
09 de agosto del 2018

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