Miguel Rodriguez Sosa

Clima inestable en la primavera europea

Una carta desde Madrid

Clima inestable en la primavera europea
Miguel Rodriguez Sosa
17 de junio del 2024


Agobiados por los acontecimientos de la escena política peruana, poco se enfocan nuestros analistas en las repercusiones de lo que está sucediendo en la escena europea. Pero debieran interesarse porque, no obstante la distancia de por medio, cuando hay clima inestable al oriente del Atlántico, las perturbaciones tienen impacto allende el océano. Más todavía cuando en Europa y en América soplan con entusiasmo los aires de cambio contra el marasmo de la normalización social-liberal que ha adormecido el occidente en los últimos dos decenios.

Una primavera con temperaturas inestables, vientos y lluvias tormentosas de incierto pronóstico se ha cernido sobre Europa y se ha sentido más con las elecciones europeas del pasado fin de semana, en buena parte de las cuales las fuerzas políticas de derechas se alzan victoriosas.

Los resultados de las elecciones europeas no van a significar una modificación sustantiva del Parlamento Europeo y la evolución de los sucesos parece anunciar que la fuerza de la centro-derecha conservaría el poder de equilibrar decisiones muy gravitantes para el continente, aunque eso signifique una mayor aproximación entre las derechas conservadoras y liberales. En esta escena, el retroceso de las fuerzas del espectro de la izquierda y de los “verdes” merece la interpretación de que los electores europeos en mayoría se inclinan a penalizar con su voto la decepción que albergan ante el establishment que es y ya por muy pocos días más, una coalición liberal social izquierdista.

El castigo electoral a las izquierdas no puede sorprender si es que en el escenario la figura de los outsiders muestre la efervescente aparición de ultra-derechistas vocingleros con plataformas excluyentes y populistas. Ante eso, los voceros del establishment están agitando el “cuco” del fascismo tardo-nazi; una amenaza por ahora fantasma que sólo podría adquirir seriedad si los social-liberales consiguen extremar la polarización ideológica en las poblaciones europeas. Si eso no ocurriera, es probable que la ultraderecha sea contenida por entendimientos entre las derechas conservadora y liberal con las fuerzas centristas. En fin, que la verdadera barrera que podría detener el avance de la ultraderecha es, pues, la derecha más tradicional; de ninguna manera podrían conseguirlo las izquierdas del social liberalismo, menos todavía si intentan jugar una coalición con las izquierdas radicales (como apunta en España), lo que sería una repetición del fracasado esquema de Frente Popular de hace un siglo.

El entendimiento del centro y la derecha tradicional apuntará a conservar el estatus quo europeo, con un parlamento inclinado y en deriva a la derecha. El Partido Popular Europeo (PPE) inflado con el resultado electoral ha debido asumir sin embargo algunos de los puntos en la agenda de la extrema derecha, cuya influencia ha aumentado en materia de inmigración, seguridad y rechazo a las medidas contra la crisis climática. Esta permeabilidad en las derechas conservadora y liberal, como también en ciertos medios socialdemócratas, hasta ahora ha servido para contener la ola ultra-derechista que hasta hace poco y desde posiciones marginales promovía terminar con la Unión Europea, pero hoy en día -la maduración viene con el crecimiento- los ultras muestran cambiar de estrategia: ya son pocos los que quieren un nuevo Brexit y apuestan más bien por construir una nueva Europa a medida de sus principios. 

Sin embargo, es una situación que adolece de precariedad debido a las divisiones internas en el Parlamento Europeo entre los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE) con la batuta de la presidente italiana Giorgia Meloni, e Identidad y Democracia (ID) dirigida por la francesa Marine Le Pen. El ID aumentaría su número de escaños al doble del CRE. Estos dos grupos de derecha en el Europarlamento, que han obtenido juntos 131 escaños, podrían sumar en vía de un entendimiento moderador los 15 diputados del partido ultra-nacionalista y considerado tardo-nazi alemán, el Alternative für Deutschland (AfD), y los 11 del Fidesz, del primer ministro húngaro Viktor Orbán, no obstante que ambos fueron antes excluidos del ID y del PPE respectivamente. Una suma de los escaños en el Europarlamento, de CRE e ID, si consiguieran contar con los escaños del AfD y el Fidesz, determinaría que las derechas más calificadas habrían obtenido una treintena de escaños menos que el PPE; en un extremo, una cuarta parte de la representación en el Parlamento Europeo. Esta es una señal del decaimiento del establishment social-liberal en Europa.

Pero es una señal mucho más importante la que se manifiesta debido al resultado de las elecciones europeas. En Francia significaron un grave revés para el partido Renaissance del presidente Emmanuel Macron, derrotado por Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, que lo dobló en votos. Ante eso, Macron se vio obligado a disolver la Asamblea Nacional, que no podría controlar en favor de su gestión con sólo el 14% de la representación y anunció elecciones anticipadas. Sería la segunda vez que Le Pen pueda intentar hacerse con el gobierno, lo que no ocurrió en 2019, pero ahora la circunstancia le es más favorable.

En Bélgica, las consecuencias de las elecciones europeas, celebradas en el país el mismo día que las federales, han producido la victoria del partido derechista flamenco Vlaams Belang, lo que ha llevado a la dimisión del primer ministro liberal Alexander De Croo.

En otros países no se han presentado cambios de gobierno, por ahora, pero en Alemania, la ultraderechista AfD ha superado su propio techo electoral con un resultado histórico y proyecciones que la sitúan en una segunda posición en preferencia electoral, muy cerca de los socialdemócratas del SPD y los “verdes” en caída.

En Italia el partido Hermanos de Italia (HdI) de la derechista presidente del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni, ha ganado las elecciones europeas, superando a su rival derechista Lega, de Matteo Salvini, y consolida su poder político en el gobierno. Algo parecido ha sucedido en Austria, donde ha ganado las elecciones europeas el derechista Partido de la Libertad (FPÖ). En los Países Bajos, el ultra-nacionalista y derechista Partido por la Libertad (PVV), de Geert Wilders, ha obtenido el segundo lugar en las elecciones europeas y crecen sus posibilidades de conseguir que sea aprobada “la ley de migración más dura de todos los tiempos”, que buena parte de neerlandeses respaldan ante el desborde de la migración. Es significativo que el tema del estricto control migratorio sea una plataforma muy semejante para HdI, FPÖ y PVV.

Por otro lado, en España, si bien las elecciones europeas las ganó el derechista Partido Popular, su peso político es balanceado por el del opositor socialista PSOE. Interesa resaltar que tanto la derecha política del PP como la izquierda del PSOE han sido votados con el fenómeno de fagocitarse a sus co-figurantes en ambos campos ideológicos: PP a la agrupación Ciudadanos y PSOE a la agrupación Sumar. Sin embargo, el PP no ha podido resaltar a expensas de Vox, que sigue siendo su potencial competidor.

En la escena española destaca la irrupción electoral de Se Acabó la Fiesta (SALF) el grupo antisistema que ha emergido en el campo político desde una comunidad con apariencia anarco-liberal forjada a través de Telegram, con su cabecilla, el agitador Luis “Alvise” Pérez (ex Ciudadanos); que ha superado en votos al izquierdista radical (de boquilla) Podemos, al confuso ideario del Junts per Catalunya y del PNV (CEUS), con un discurso que se despliega en campañas desinformativas y de troleo en redes sociales.

Aunque SALF parezca a algunos una fea broma con marca en el mapa político, es la irrupción que va de joda (como se dice en Madrid) del temperamento social -mayormente jóvenes- que muestra su hartazgo con el establishment político, con las trapacerías del gobierno de Pedro Sánchez, del PSOE, el ventajismo rapaz de su entorno y, al frente, con la incapacidad de PP y de Vox para confrontarlo. “Alvise” es, sin duda, un provocador pero no un político con formación y estructura ideológica. Que su agrupación se llame Se Acabó la Fiesta tiene un sabor a la plataforma “anti casta” del argentino Milei, que se queda en el gesto –más bien el denuesto– y carece de propuesta. Pasará, como una tormenta de primavera en el clima loco de esta temporada, y tal vez decante en una opción más forjada de derecha popular.

¿Tendrá la marea derechista en Europa un impacto en el Perú? Tal vez las posiciones de los gobiernos que están sucediendo al social-liberalismo muestren señales interesantes, como las que podría haber con cambios respecto de su tolerancia o soporte a esas agencias políticas que son las oenegés.

Miguel Rodriguez Sosa
17 de junio del 2024

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